La cuarta maravilla de Madrid
La plaza Mayor de Chinchón, que se usa como plató de cine y coso taurino, está considerada como uno de los mayores tesoros de la región
Si la plaza Mayor de Chinchón hablara, el visitante escucharía el siguiente batiburrillo: ¿quieres casarte conmigo? Te dejo. ¿Volvemos? ¡Felicidades por tu nuevo trabajo! No te preocupes, ya encontrarás otra cosa. ¡Acción! Creo que te quiero. ¡Menuda novillada! Y así hasta un sinfín de vivencias ocurridas en ese patio ubicado al sureste de Madrid. Y que se usa como plató de cine, plaza de toros o terraza. A estas alturas, deben de quedar pocos madrileños que no conozcan la cuarta maravilla de la Comunidad de Madrid. Aunque esto, quizás, haya pasado más inadvertido.
Catalogada como una de las más bellas del mundo, esta plaza fue declarada en 2008 como una de las siete maravillas del patrimonio de la región: la Comunidad de Madrid puso en marcha en 2008 una votación popular entre 25 monumentos madrileños. Se recibieron 20.000 votos y la plaza Mayor de Chinchón acaparó el 8,27% de los apoyos. Por delante quedaron la Universidad de Alcalá de Henares (8,59%); el palacio Real de Madrid (11,69%), y el monasterio de El Escorial (20,94%). Aunque puede que en las votaciones influyera, naturalmente, el peso de alguna de esas vivencias. Nadie debería dejar a nadie en un sitio catalogado como maravilla. Y, además, de los más pintorescos.
Los orígenes de esta localidad de 5.447 habitantes se cree que datan del siglo XIV. Aunque sus intrincadas callejuelas conducen hasta los siglos XVIII y XIX. Es fácil perderse por su casco urbano —declarado en 1974 conjunto histórico-artístico— y verse, de pronto, en mitad de la Guerra de Sucesión o la Guerra de la Independencia. En la Casa de la Cadena, por ejemplo, se recuerda que Felipe V durmió aquí, en la noble y muy leal localidad de Chinchón, llamada así por el apoyo de los chinchonetes al Borbón. Pero las balconadas de madera de este pueblo evocan también los tiempos en los que parte de él ardió bajo las brasas de la invasión napoleónica.
Según cuentan las crónicas de la época, aquí murieron cuatro soldados franceses. Y las tropas de Napoleón se tomaron la justicia por su mano. Porque durante tres días saquearon y quemaron numerosos monumentos. Uno de ellos fue la iglesia de Nuestra Señora de Gracia; pegada a lo que hoy se conoce como la Torre del Reloj, que también se incendió pero logró conservarse. De ahí uno de los dichos de esta villa, que dice que Chinchón tiene una torre sin iglesia y una iglesia sin torre.
Esa iglesia es la de Nuestra Señora de la Asunción. Y su historia, aunque empieza mal, acaba por todo lo alto. En su sed de venganza, las tropas napoleónicas quemaron también la iglesia de Nuestra Señora de la Piedad. Pero el pueblo decidió restaurarla e incluso se engrandeció con un cuadro de uno de los mejores pintores de la época: Francisco de Goya. El encargo vino de su hermano Camilo, capellán de esa iglesia, que pasó a llamarse por el nombre del lienzo que Goya hizo para este pueblo: La Asunción de la Virgen. El cuadro está expuesto en el altar mayor y se puede visitar.
Es uno de los tesoros de Chinchón. Pero hay otros como el castillo de los Condes, de finales del siglo XV. Y, por supuesto, su plaza Mayor, de estilo castellano y construida por los propios lugareños. Como suena. Lo cuenta Ana Frutos, empleada de la Oficina de Turismo: “El Ayuntamiento se construyó en 1499 y desde ahí se fue levantando el pueblo. Los vecinos empezaron a construir sus casas alrededor y en el siglo XVII la plaza quedó cerrada”. Aquellos lugareños levantaron, sin saberlo, la cuarta maravilla de Madrid. Un sitio único, en palabras de la concejal de Turismo, Fátima Magallares. “Y donde se han rodado infinidad de películas o anuncios”.
Semana de fiestas
Un licor con denominación de origen
En Chinchón se fabrican tres tipos de anís: el dulce, con una graduación del 35%; el seco (43%), y el seco especial (74%). Este último se usa, normalmente, para flamear, aunque también hay quien se lo bebe. El precio de estos licores oscila entre los 9 y los 25 euros, dependiendo de la botella.
En contra de lo que cabe pensar, aquí la industria del anís ya no es tan potente. Lo fue. Y llegó a haber hasta siete destilerías, según cuentan los lugareños. Pero hoy solo funciona una, que elabora este licor a la manera tradicional. Y que recoge la esencia de aquellos anises de 1700, de donde se cree que data el afamado anís de esta localidad.
Quienes visiten Chinchón esta semana verán sus fiestas patronales. Habrá encierros o recortes en la misma plaza Mayor. Y el olor del anís se mezclará con el de la pólvora de los fuegos artificiales. Porque no hay que olvidar que en esta comarca, ubicada en la cuenca del Tajo-Jarama, se sigue destilando este licor.
Aunque no solo de anís vive Chinchón. El visitante no puede irse sin probar sus ajos finos o su gastronomía. Ahora, desde luego, no es época. Pero el turista ha de saber que en el restaurante La Columna, de Paquita Nieto, sirven un potaje que fue la mejor tapa de cuchara en 2015. O que en el mesón de las Cuevas del Vino todo es centenario, como su horno de leña, de donde salen corderos o cochinillos a 20 euros la ración. Y todo ello regado con vinos de la zona. Será por maravillas.
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