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Limonada, azucarillos y aguardiente

Lavapiés, Cascorro y La Latina celebran este mes las fiestas del barrio

Maúllan los gatos de toda la vida —que no son muchos, pero existen— que las verbenas de San Lorenzo, La Paloma y San Cayetano se vivían en familia. Que las corralas eran pequeñas plazas de pueblo llenas de cadenetas de colores selladas con engrudo, donde se comía de tartera y la limonada corría por las calles al ritmo de un tocadiscos ajeno. Agosto concentra, desde hace décadas, las fiestas de los barrios de Lavapiés, Cascorro y La Latina, recordando el pueblo que fue la gran capital. Este año, junto a los conciertos, ganan peso las citas gastronómicas y una imponente oferta cultural que va desde concursos a pasacalles, visitas guiadas, peleas de globos y hasta una gymkhana de chulapos zombies.

La calle de Oso durante las fiestas de San Cayetano en Madrid.
La calle de Oso durante las fiestas de San Cayetano en Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

“Ojalá este año las fiestas atraigan a mucha gente que quiera vivir el barrio”, cuenta Raúl Martínez, de la veterana Cervecería de la Cruz-La casa de las navajas en la Plaza de Cascorro. Recuerda los años setenta, cuando los encuentros vecinales y los pasacalles —que él disfrutó de niño— dominaban las calles. En los ochenta, el casticismo se mezcló con la movida: “En los tiempos de Tierno, las fiestas cogieron mucho peso porque el alcalde se interesó mucho por el barrio”, cuenta una vecina durante uno de los recorridos que explican la historia de la zona.

La Casa de las Navajas recupera la tradición de preparar limoná y organiza visitas guiadas, que parten de la estatua de Eloy Gonzalo. “Se trata de llevar a la gente por sitios que mira pero que no conoce”, resume el camarero Martínez, que este año ha ayudado a coordinar las propuestas culturales de los festejos ya que el Ayuntamiento ha dado más peso a los hosteleros.

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“Desde el siglo XVII, la calle del Oso siempre ha sido el epicentro de estas fiestas”, relata el guía que resume la historia del castizo barrio. “Para demostrarlo, los vecinos la engalanaban. Antes no se llamaba calle del Oso. Debe su nombre a que durante unas celebraciones, unos feriantes trajeron un oso para sorprender a los madrileños. De repente, dos niños desaparecieron y, tras mucho buscarlos, los encontraron dentro de la jaula de la fiera... ¡vivos! Para celebrarlo, dieron a la travesía el nombre del animal”, añade.

La verbena y la música siempre han ido de la mano durante estas celebraciones. La de la Paloma ha protagonizado zarzuelas y coplillas desde finales del siglo XIX. Sirva como ejemplo La verbena de la Paloma con libreto de Ricardo de la Vega y música de Tomás Bretón. Esa tradición llega hasta nuestros días: “Durante las últimas décadas, las fiestas más famosas eran las de La Paloma”, cuenta el guía, “pero ese espíritu festivo y callejero se ha extendido al resto de celebraciones”.

Desde hace años, el tributo a la Virgen de La Paloma no solo atrae a chulapos y chulapas de toda la vida sino también a modernos y jóvenes. “Son como un Orgullo gay en pequeño”, bromea Nery Méndez, que vive en la zona. Hace referencia a la eclosión de una zona LGTB en tan castizas fiestas. “Les dieron otro aire”, añade.

A pesar de esa modernización, el organillo sonará. Lo hará en forma de concierto en citas como la del día 13 en el Bar Muñiz (calle Calatrava, 3). El chotis y el pasodoble bien bailado también apareceran a diario en las calles Abades, Oso, Ave María, Salitre, Don Pedro, Paloma, Águila, Plaza de las Vistillas y de La Paja. Al margen de los sonidos castizos,el flamenco, la txalaparta, el rap, el blues, el folk o el swing forman parte de la programación musical. La multiculturalidad ocupa otra parte del programa con ritmos brasileños, batucada o conciertos con alocados ritmos balcánicos o africanos.

Entresijos y ‘slow food’

Entre farolillos y mantones de manila aparece una generosa oferta gastronómica. Por un lado, los aperitivos vecinales: comida gratis elaborada por vecinos y organizaciones del barrio que se puede disfrutar a la hora del vermú. Por otro, los entresijos de toda la vida y los bocadillos de panceta.

Los hosteleros implicados en la organización de la verbena de la Paloma han ideado una ruta de la tapa slow food (comida tranquila): “Animamos a la gente a que se plantee el reto de disfrutar del placer de comer pinchos sin prisa, de una manera más pausada”, explica Luis Román, que desde 1997 se implica en las fiestas desde la barra de su bar La Malavida (Calle del Almendro, 17).

Sin salir del mundo gastronómico, las fiestas también animan a llevar alimentos no perecederos al banco de alimentos del barrio. A cambio, una limonada en alguno de los locales implicados en el programa Dales de comer y te damos de beber.

Las fiestas se presentan este año como aptas para todos los públicos y animan a disfrutar de los barrios no solo de noche sino también de día, con especial atención en las actividades para los más pequeños. Para ellos hay pasacalles que invitan a conocer la ciudad en la que están creciendo, tómbolas, juegos tradicionales, concurso de trajes castizos o las tradicionales carreras de sacos “para mayores y chicos” de la calle Calatrava.

Las calles son protagonistas de las celebraciones y se convertirán en campo de batalla durante la guerra de globos de agua. Ayer, en la calle Abades y los días 7 y 8 en Argumosa. Por la noche también habrá pelea, pero de zombies: al atardecer del día 11 (Calle Aguas, 6) arranca una survival zombie castiza (una gimkana postapocalíptica en la que los participantes tienen que sobrevivir a las pruebas que les preparan). Aquél que quiera participar deberá llevar su traje de chulapo o chulapa para participar en la contienda.

Aunque la Virgen de Agosto daba nombre a la verbena de las Vistillas, las odas a los santos Paloma, Cayetano y Lorenzo se convirtieron en una fiesta general de la capital: “Hubo un tiempo en que todos los barrios de Madrid replicaban La Paloma con verbenas que llamaban kermés. Allí se tomaban azucarillos y aguardiente al ritmo del chotis en honor a la Patrona”, recuerda Tina Vacas. Hasta su casa, en el Barrio de Pilar, llegaba la estela de las celebraciones.

El concepto actual de las fiestas surgen de la gente del barrio, donde se mezclan vecinos de toda la vida con nuevos inquilinos. Abrazan la tradición y la adaptan al siglo XXI. Así, no faltan procesiones ni ofrendas florales, pero el espíritu que domina en San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma tiene más que ver con Luis Candelas y su cueva flamenca de Lavapiés.

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