Maletas llenas de valor
Una exposición recorre la vida de 11 refugiados a través de los objetos que representan su huida
Se oyen gritos de fondo. Son niños llorando en una barcaza como para romperte el alma. Y son demasiado pequeños como para saber qué ocurre y por qué dejan su casa. Mañana es su día, el Día Internacional del Refugiado. La Fundación Abogacía Española muestra hasta el 4 de septiembre en CentroCentro Cibeles 11 vidas en 11 maletas, una instalación de fotografía, vídeo y objetos que cuenta la historia de 11 refugiados a través de sus equipajes.
Los niños que lloran lo hacen en una pantalla, en un vídeo en bucle, justo al lado de una concertina donde han quedado enganchados jirones de ropa, zapatos, cordones. Hay fotografías suspendidas en barrotes de metal, cedidas por las ONG que colaboran en la exposición. Y desde el primer alambre al último se invita a mirar dentro de 11 valijas con recortes de tránsitos que comparten origen: el país propio, en guerra, en conflicto o en una situación incompatible con su vida. “Cuando salen no llevan ni maleta, porque todo les pesa”, explica una portavoz del Consejo General de la Abogacía, “pero es una forma bonita de poner conectar al espectador con la realidad de los refugiados”.
“No son los primeros, a nosotros también nos pasó”. Libertad es la maleta número 11. Asturiana, hija de republicanos, fue separada de su padre cuando cruzaba a Francia, y retenida en un campo de refugiados que compartía con otros “indeseables” como judíos o comunistas. Sobrevivió al tifus, a la Guerra Civil y a la Segunda Guerra Mundial. Hoy, a sus casi 80 años, dice no entender por qué la historia se repite.
Cuando estalló la crisis de los refugiados, hace más de un año, el Consejo General de la Abogacía hizo un llamamiento para formar a letrados y que pudieran velar por los derechos de los asilados, entender sus circunstancias. Se apuntaron más de mil, pero los refugiados no llegaron. “Todo lo que ocurre no sólo es inmoral, sino que es ilegal”, explica la portavoz de la organización. “Todos los países están vulnerando los derechos humanos, porque el asilo es un derecho universal”.
La maleta del marroquí Morad porta una bandera arcoíris. En su país la homosexualidad se castiga con penas de cárcel, así que decidió saltar la valla de Melilla. Hoy estudia en Valencia un grado de atención sociosanitaria. No huía de la guerra, ni del terror. Huía de un país donde no ser libre no era una opción segura.
Lo de Aladín fue magia. Y mucha ayuda. De su embarcación, una patera de ciudadanos sirios que navegaba de Turquía a Lesbos, no sobrevivió nadie. A él le dieron por perdido todos, salvo un socorrista. Curaron su hipotermia y lo despidieron sin saber si volverían a verle. Meses después, tuvieron noticias suyas. Posaba orgulloso en Finlandia, con un campo de fútbol a su espalda.
Desde que vivimos esta crisis en Europa, fundaciones como la de la Abogacía Española y numerosas ONG se han cruzado con todo tipo de historias. Algunas han sido seleccionadas para esta exposición, en la que han participado también periodistas y escritores. “La tentación es pensar que los refugiados son miles de números huyendo. Pero miras a los ojos y observas que todos son diferentes. La tentación es pensar que todo lo que ves ya lo has visto anteriormente. Pero sabes que los de hoy no son los de ayer ni serán los de mañana”, dice el periodista Gervasio Sánchez.
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