Cultura centrifugada
El 80% de la programación de los Veranos de la Villa es gratuita y los precios de pago no superan los 12 euros
Eso de descentralizar la actividad de la ciudad, de prestar atención a la vida de los distritos y los barrios, es una idea frecuente en el discurso del actual equipo de gobierno municipal. Además, se da la circunstancia de que la cultura es uno de los sectores más concentrados en la almendra central, donde tienen lugar la abrumadora mayoría de las exposiciones, los conciertos o las representaciones teatrales. Por eso, la programación de Veranos de la Villa pone este año la cultura en la centrifugadora y la disemina por todos los rincones de la urbe. Para mayores facilidades, el 80% de la programación es gratuita y los precios de la de pago no superan los 12 euros (más de diez veces menos que en ediciones anteriores, cuando el precio de las entradas oscilaba entres los 25 y los 35 euros).
“En Madrid vivimos un absoluto estado de efervescencia en lo referente a la cultura”, dice Maral Kekejian, directora artística del festival, “y no solo proviene del tejido cultural sino también de la ciudadanía, ambos están aprendiendo a dialogar”. En la programación ha tratado de mezclar el producto local con las grandes trayectorias nacionales e internacionales. De hecho, la programación del Teatro Circo Price es como un reducto del estilo de festival de anteriores ediciones (con conciertos eclécticos y de calidad como Andrés Calamaro, José Mercé, Quique González, Tindersticks o Goran Bregovic) que ahora se complementa con el nuevo giro. “Tratamos de hacer una suave transición entre lo que había y lo que proponemos”, dice la directora. Y, según dicen, de acercarse al espíritu original de este ciclo creado por Tierno Galván: hacer un festival para todos los madrileños.
De los tres espacios de las anteriores ediciones, se pasa ahora a 36, en los que habrá 52 actividades durante julio y agosto. “Se trata de que tanto los madrileños como los visitantes se quiten de encima la pereza y conozcan y se dejen sorprender por la ciudad”, dice Kekejian. Los propios artistas actuarán en lugares que difícilmente hubieran conocido de otra manera: por ejemplo, Giant Sand actuará en el auditorio del parque de la Cuña Verde, Moratalaz, Damien Jurado en la Quinta de los Molinos, San Blas-Canillejas, y Christian Fennesz & Suso Saiz en el Museo de la Aeronaútica y Astronaútica de Cuatro Vientos, entre aviones. “No es lo mismo que Christophe Rousset & Alban Richard toquen y bailen en un escenario negro que en este entorno tan particular”, dice Kekejian mientras pasea por el parque de El Capricho, donde esta semana se presentó el festival.
Todo gratis y todo en Hortaleza
Otras actividades de interés son el Cabaret flotante, en el lago de la Casa de Campo, el recital poético Poesía o Barbarie, en la Cuesta de Moyano, el vuelo de cometas en el parque Juan Carlos I, o el baile participativo delante del Palacio Real. El presupuesto ha sido de 1,5 millones de euros que asumirá la empresa municipal Madrid Destino (el Banco de Sabadell ha retirado su patrocinio en esta edición) y se esperan unos 70.000 visitantes. Abre el ciclo un gran concierto de Los Enemigos y lo cierran Martirio y Kiko Veneno. Todo gratis y todo en Hortaleza. ¿No echará para atrás al público tanta dispersión de espacios? “Precisamente se trata de superar esa actitud pasiva y moverse por los rincones de la ciudad. Por lo demás, solo hay una actuación al día y suele ser al anochecer, con lo que los que nos quedamos trabajando en verano también podremos disfrutar”, dice la programadora.
¿Hay interés por la cultura en los barrios o hay que recuperarlo con estas iniciativas? “Pues una de las cosas más bonitas de este trabajo fue comprobar que hay muchísimo interés. Si seguimos trabajando en esta dirección se pueden empezar a crear sinergias, un trabajo con los barrios para que ellos también propongan”, dice la directora.
Kekejian, que debe su nombre a su padre armenio (aunque nacido en Alepo, Siria), es madrileña de pura cepa y lleva casi 20 años dedicada a la programación cultural en lugares como La Casa Encendida o el Teatro Pradillo. Además, fue responsable de la programación de Navidad y la polémica cabalgata en la que algunos detectaron que los Reyes Magos no iban vestidos como los de verdad (si es que tal cosa existe). “Hicimos una amplia programación de navidad que gustó mucho y no fue nada conflictiva. Luego ocurrió lo de la Cabalgata, y fue duro porque la preparamos con mucha ilusión y no nos lo esperábamos. Lo hicimos pensando en los niños, en acercarnos a su universo, y creo que recibimos una respuesta desproporcionada y muy condicionada por las circunstancias políticas”.
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