La guerra de las uñas
Las manos dicen mucho de uno, así que los salones de manicura crecen por doquier creando fricciones
Los pies. Las manos. Todo completo. Nail art. Manicura francesa. Pedicura con gel… Cuidarse las uñas se ha convertido en un vicio que los mercados no han podido obviar. Esmaltes ecológicos o de cientos de euros; tratamientos reparadores o lacados permanentes son algunas de las propuestas que ofrecen en los 38.700 locales dedicados a este sector que hay en España, según la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética. A estos habría que añadir los corners de centros comerciales. Basta con caminar un poco por Madrid para darse cuenta de que la pasión por las uñas también ha explotado.
“Las manos son una de las partes más visibles del cuerpo y de las que más hablan de ti”, sentencia la octogenaria Essie Weingarten. Es la fundadora de Essie, empresa dedicada al esmalte y al cuidado de las uñas. Fue adquirida por el grupo L'Oréal en 2010 y es de sus unidades de negocio de mayor crecimiento. El esmalte es una de las unidades de negocio del mundo de la belleza que mejor funciona.
Asociados a estos productos están los salones de uñas que hace unos años comenzaron a abrirse en Nueva York. “Han aparecido muchos locales de bajo coste que utilizan productos baratos, que dañan la uña natural”, se queja Anabel Ávila, de 57 años, que ejerce de esteticista en un local del paseo de la Habana desde hace tres décadas y se asombra: “Ahora te ofrecen cursos de cuatro días y ya está. No entiendo cómo alguien puede aprender este oficio en tan poco tiempo”. Aunque el certificado oficial de Cuidados Estéticos de Manos y Pies requiere cumplir con 280 horas de formación y práctica, en Madrid es posible encontrar cursos de apenas 36 horas no homologadas por unos 650 euros.
Para Diana Burillo, fundadora de los centros de manicura orgánicos Handmade Beauty, la proliferación de los llamados nail bars se debe, en parte, a una falta de regulación: “Es necesario una esterilización y salubridad, que muchos locales no tienen. Además, es una falta de respeto y una injusticia para los profesionales del sector que sí tienen la preparación adecuada”.
Reconocer los productos que se utilizan requiere de experiencia. Como por ejemplo con el monómero, sustancia que se utiliza para la elaboración de uñas de acrílico. “Un litro de monómero dental te vale 20 euros, mientras que uno para uñas te cuesta 150. Y esos productos baratos pueden terminar por estropear las uñas naturales”, insiste Ávila.
La preocupación por los componentes tóxicos de esmaltes y tratamientos llegó hasta la Organización Mundial de la Salud, que alertó de los daños, para clientes y trabajadores, por inhalar estos productos, no por su uso. Y aunque la normativa europea restringe los que no respetan la normativa, muchos profesionales aseguran que sí es posible encontrarlos en el mercado.
En contraste, junto a la dinámica low cost, aparece también la inquietud por lacas de uñas ecológicas o de marcas premium, como Chanel o Loubotin, que acaba de entrar en este mercado, y que pueden costar más de 100 euros. Solo el negocio del esmalte de uñas movió 81,5 millones de euros en España y se espera que siga creciendo. Parece que las uñas han seducido a la sociedad contemporánea.
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