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Videoarte de cinco estrellas

La 14ª edición de la feria Loop confirma el despegue del mercado del audiovisual artístico

Obra de Miralda proyectada en una de las habitaciones del Hotel Catalonia Ramblas durante la Feria Loop.
Obra de Miralda proyectada en una de las habitaciones del Hotel Catalonia Ramblas durante la Feria Loop. Carlos Collado

Tras 14 ediciones por primera vez la feria de videoarte Loop rompe la barrera de los 100.000 euros. La pieza de la francesa Tania Mouraud (Eastwards Prospecturs, Bucarest), uno de los nombres consagrados de la vídeo creación internacional, documenta la destrucción de una foresta canadiense. A lo largo de nueve minutos las máquinas convertidas en monstruos humanoides devoran arboles centenarios sin miramientos, en un crescendo dramático que no puede dejar indiferentes. Se titula Érase una vez, cuesta 120.000 euros y es el vídeo más caro de una feria, cuyo éxito reconfirma la pujanza del mercado del audiovisual de arte.

Precios con clara tendencia al alza

El incremento del coste de las obras es tendencia este año, pero hay obras más económicas.

Once upon a time, Tania Mouraud (Eastwards Prospecturs) 120.000.

Willie Billy, Julien Bismuth (GP & N Vallois) 100.000.

Excessive, Tao Hui (Aike-Dellarco) 90.000.

Azkelon, Sigalit Landau (Cristophe Gaillard) 60.000.

The Thread, Hans Op de Beeck (Ron Mandos) 30.000.

Aleatory History of the Stick, Michael Linares (Agustina Ferreyra) 5.500.

Waiting Search, Daniel Monroy Cuevas (Arredondo/Arozarena) 5.000.

La Prose du Monde, Margaux Bricler (Michel Rein) 3.000.

Por primera vez los organizadores han accedido a ocupar todas las 47 habitaciones de la planta baja del Hotel Catalonia Ramblas, sede del evento, con otras tantas galerías, seleccionadas por un comité presidido por el coleccionista Jean-Conrad Lemaître, que presentan de forma monográfica artistas procedentes de 25 países. Como siempre el gran aliciente de Loop, que se clausura el sábado, son los estrenos: 17 mundiales y 33 españoles, que atraen numerosos profesionales y expertos, como Janneke Staarink, directora del film festival de Rotterdam, el segundo de Europa. También el perfil de los artistas ha cambiado, siguen siendo sobre todo europeos, aunque este año hay muchos israelíes, pero ya no son jóvenes emergentes, sino de creadores de más de 35 años con una trayectoria consolidada. Sin embargo, el cambio más evidente es la subida de las cotizaciones. “Antes había muchos vídeos debajo de los 5.000 euros y muy pocos superaban los 10.000. Ahora la tendencia ha cambiado, coleccionar vídeo sobre todo desde las instituciones se ha normalizado y las adquisiciones han aumentado, contribuyendo a incrementar los precios”, explica Carles Duran de Senda, codirector de Loop, que presenta una obra de Miralda sobre los cruceros y el turismo de masa, que ha sido editada con grabaciones inéditas de 1980 y cuesta 8.000 euros. “Nuestro mejor tasador es el público y el precio lo pone la demanda. Hay artistas sobrevalorados sólo porque conectan con el espíritu del momento y otros que se adelantan a su tiempo y no son comprendidos. A menudo, la calidad no tiene nada a que ver con el precio”, asegura la fundadora de la feria ARCOmadrid, Juana de Aizpuru que en su primer Loop presenta una pieza de Dora García que recoge una performance sobre la idea de repetición, a 12.000 euros. Resulta sorprendente si se compara con los 90.000 que cuesta la historia de una chica con seis dedos de Tao Hui, que se vende con una caja de luz parecida a un horno microondas con un dedo quemándose en su interior. Los organizadores de Loop han presentado también un contrato para la venta de vídeos, realizado por un bufete de abogados especializados, que tiene en cuenta la especificidad de estas obras.

El vídeo como registro creativo de la performance, es una de las grandes líneas temáticas, que se perfilan en un Loop menos heterogéneos, que vuelve a la narrativa, las historias lineales y el corte documental. Casi no queda espacio para la experimentación, la animación y el 3D, excluyendo el collage fotográfico en stop motion de Lewis Klahr en Àngels Barcelona y las fotografías de Nueva Zelanda manipuladas digitalmente por Broersen & Lukács en la holandesa Akinci. Ya casi nadie utiliza los baños de las habitaciones para exponer y han desaparecido por completo las videoinstalaciones, excluyendo algún montaje multipantalla como el estreno de Adrian Melis en ADN y la proyección de Sigalit Landau en el suelo.

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