Conflictos poéticos
Va siendo hora de que el Ayuntamiento de Barcelona ponga en su plantilla, además de gente eficaz, a gente también culta. Y si además tuviera buen gusto poético, nos vendría bien a todos
engo la impresión de que al Ayuntamiento de Barcelona, en los últimos tiempos, se le están acumulado algunos problemas con la poesía. Antes de hablar de tan delicado asunto, quiero recordar a los lectores que esta institución no tiene una concejalía de Cultura, sino una comisión. La diferencia entre un concejal y un comisionado es que éste puede participar en los plenos pero no tiene derecho a voto. Por tanto se trataría de una figura, ese comisionado o comisionada, algo así como decorativa (pero con sueldo).
Hace unos meses se leyó en el seno mismo del Ayuntamiento, durante un acto protocolario, un horrendo poema de marcado contenido pretendidamente reivindicativo. Se trataba de una parodia del Padre Nuestro. A mi entender, Ada Colau se está especializando peligrosamente en ponerle a huevo al Partido Popular de Cataluña, además de a la delegada del Gobierno central, excusas casi irrefutables para desgastar su acción de gobierno. La Asociación Española de Abogados Cristianos amenazó con interponer una denuncia contra la autora del poema (por llamarle de alguna manera). Desconozco la competencia de esta asociación en materia lírica, pero yo a la autora de esa pieza la ignoraría absolutamente, que es lo que pedía que se hiciera con la mala literatura el poeta inglés W. H. Auden, puesto que, argumentaba, ya tenía bastante castigo el autor con ser el paridor de lo muy mal parido.
Yo a la autora de ese poema no la conocía de nada. Quiero decir que no la conocía como conozco los poemas (estos sí poemas) de Maria Mercè Marçal. No quiero perder la ocasión para decirle al señor Alfred Bosch que ofender una creencia religiosa, hacer sorna con ella, es una falta de respeto. Y sentirse dolido y decirlo en voz alta no tiene nada que ver con un ataque a la libertad de expresión. Otra cosa muy distinta es la excusa que se busca siempre para judicializar o politizar todo lo que se pone a tiro. Sigo pensando que no todo en la viña del Señor, bajo la coartada de la libertad de expresión, puede ser objeto de escarnio.
Cuando ya estaba casi olvidado el affaire comentado, el Ayuntamiento se mete en otro conflicto poético. Esta vez se trata de un poema (por llamarle de alguna manera) del escritor estadounidense Charles Bukowski, poema que no tiene ningún reparo en mandar a la guerra a cuatro policías a que los maten y sanseacabó. Además, concluye el poema, esa circunstancia no hubiera supuesto más de diez minutos de llanto de sus respectivas madres.
Como el poema se instaló a pocos metros de un edificio de la Policía Nacional, en la Verneda, ello dio pie a que nuevamente la delegada del Gobierno central en Cataluña volviera a exigir una inmediata rectificación. Sumado a ello, como el mentado engendro se instaló casi en las narices del CNP, sus sindicatos no tardaron ni dos minutos en emitir un durísimo comunicado contra la alcaldía. En ambas circunstancias, Ada Colau se vio obligada a pedir perdón. Desconozco también la competencia lírica de nuestra alcaldesa. Pero me arriesgo a creer que si esos malos remedos de poemas hubieran sido leídos por ella antes de su emisión pública, no los hubiera considerado aptos para ser escuchados ni leídos por nadie so pena de ser repudiados por su mala traza estética.
Charles Bukowsky fue uno de esos escritores que nunca creí que si no lo leía iba a perderme una maravilla de la literatura universal. En una frase, nunca me interesó. Leí algunas novelas suyas y ni fu ni fa. Soy un poco antiguo y todavía sigo creyendo que hay que releer a Scott Fitzgerald en lugar de perder el tiempo en autores como el susodicho. Si tuviera un hijo adolescente, le daría a leer El gran Gatzby. Jamás le sugeriría a nadie que mandara a cuatro seres humanos, me gustasen o no, a que los destripasen en una guerra.
Creo que va siendo hora de que el Ayuntamiento de Barcelona ponga en su plantilla, además de gente eficaz, a gente también culta. Y si esa gente culta además tuviera buen gusto poético, nos vendría bien a todos. A los contribuyentes y al prestigio del propio ayuntamiento. La poesía es un asunto muy serio. Y sobre todo muy humano. Tanto que casi estaría de acuerdo en que parte del presupuesto del consistorio se utilizara en la creación de un departamento de asuntos líricos que velara por la buena poesía en la ciudad. No pido tanto.
J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario
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