Cultura es caldo de cultivo
El autor defiende los toros como expresión cultural perseguida por ser marcadamente española
Así como la proliferación biológica se multiplica y ramifica a partir de un caldo de cocción diversa, la cultura es en realidad océano inmenso que se define por dictado, decreto o declaración a la ligera. Podríamos convenir en que civilización es el vaso y cultura todo aquello que se sirve en el mismo, si es de barro o vidrio soplado e incluso, cultural la decoración, forma y tamaño de ese vaso. En estos días en que la Feria de San Isidro de Madrid parece desatar la posible discusión sobre si las corridas de toros son o no un asunto de cultura española, proliferan opiniones no siempre fundamentadas donde parecería que hablar de ello en términos culturales es pretexto para desgarramiento de vestiduras. Buena o mala, anacrónica o vigente, irracional o lógica… habitamos una cultura –y en círculos concéntricos, innumerables expresiones culturales—de las que quizá renegamos o ejercemos sin pensarlas y que, indudablemente, despiertan rechazo en quienes habitan o profesan otras culturas y formas culturales. Subrayemos que la mentada prohibición de las corridas de toros en Cataluña afectó a todos los festejos de las corridas de toros a la española, mas dejó intacta la nefanda dizque fiesta del Toro del Bous (pleonasmo siniestro donde se le prende fuego a los cuernos de un toro que ha de ser martirizado con lanzas por un pueblo entero, mientras permanece atado con cuerdas). La justificación de esa contradicción se basó en que la tortura a la catalana es una herencia cultural enraizada en la región… las otras formas, por venir de fuera, quedan prohibidas.
No hablar de las corridas de toros en términos de una expresión cultural –buena, mala, trasnochada o boyante—conduce a obviar toda consideración sobre si la cultura de la siesta es o no determinante en el nivel productivo de una empresa o negar que también es asunto de esta cultura proteccionista de animales la supervivencia o no de los zoológicos en ciudades. Pensemos si no son tanto o más urgentes las consideraciones en torno a la cultura machista que se ve todos los días en las calles de Madrid hasta en la forma con la que caminan a su bola los hombres, tres metros por delante de sus mujeres acompañantes o la cultura del manotazo y grito pelado a pequeños infantes, ya muy mal visto en los columpios del Parque de El Retiro. Puede llegar entonces el día en que portavoces de otras culturas quieran prohibir o cuestionar esa costumbre –también expresión cultural—enraizada aún en muchos trabajadores incansables de empezar el día con un pelotazo de anís con coñac. Sol y sombra: peor aún, que llegue el día en que alguien declare que no es cultura, la escultura.
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