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Trinos que salen de oscuras jaulas

Hay en Estambul una vieja tradición: varones que crían pájaros cantores. Dos fotógrafas entraron en ese mundo

Sergio C. Fanjul
Una de las fotografías del fotolibro 'For Bird’s sake' (Ediciones La Fábrica).
Una de las fotografías del fotolibro 'For Bird’s sake' (Ediciones La Fábrica).
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Los hombres pájaro son unos pocos centenares de amantes del canto de los pardillos y de los verderones que se reúnen en algunos cafés de Estambul para poner a sus criaturas a competir. Es una tradición ancestral, que se remonta al Imperio Otomano, y que se ha transmitido de padres a hijos, siempre varones.

Y también ilegal: los mejores cantos surgen de aves capturadas en la naturaleza, una captura prohibida y multada. Aunque arrebatan la libertad a los pájaros, paradójicamente, estas personas defienden su libertad para continuar con su pasión. “No toques mi libertad”, lleva tatuado uno de estos hombres en el pecho.

El tatuaje está en una de las fotografías del fotolibro For birds’ sake (Ediciones La Fábrica) y la exposición homónima, que se puede ver en la galería La Fábrica hasta el 23 de mayo. Un delicado trabajo entre lo artístico y lo documental que retrata a este colectivo. “Es una tradición muy subterránea, que no mucha gente conoce”, dice la fotógrafa turca Cemre Yesil, coautora del proyecto junto a la germano-rumana Maria Sturm. “Lo más interesante es que nunca se ve a los pájaros: los suelen llevar en cajas de madera cubiertas por una funda de hermoso diseño, siempre están con ellos adonde quiera que vayan. Al parecer, en la oscuridad y en época de celo los pájaros cantan mucho mejor”, dice Yesil.

Tampoco en el fotolibro ni en la muestra se ven pájaros (tal vez solo en un estampado, en un dibujo, en un primerísimo plano) lo cual es una de las vueltas de tuerca del proyecto: fotografiar lo invisible. “Los pájaros están solo en tu cabeza”, apunta Gonzalo Golpe, editor del volumen.

Amar la libertad de quitar la libertad, fotografiar pájaros sin que aparezcan pájaros… todavía hay más contradicciones: “En este proyecto dos mujeres jóvenes se introducen en un mundo de hombres, de pájaros macho en celo, en un país muy masculino. Pero estos hombres pájaro son a la vez muy femeninos: cosen las fundas de sus jaulas, eligen los patrones, etcétera. Un mundo que para mí tiene hasta un punto homoerótico”, dice Golpe. También apunta que la migración anual de estos pájaros sigue cada año el camino que siguieron las invasiones bárbaras: del norte de Europa al norte de África. En la encrucijada del estrecho del Bósforo estas aves y estos hombres unieron sus destinos. El documental The birdmen of Estambul, de Ali Naki Tez, es otra buena forma de conocer su historia. Se encuentra en YouTube.

“La idea surgió cuando Maria y yo hablábamos sobre el fenómeno de que, aunque los pájaros canten siempre igual, la onomatopeya con la que se traduce ese sonido a cada idioma es diferente. Así llegamos a un vídeo sobre estos hombres”, dice Yesil. En las competiciones de canto los hombres pájaros balancean las cajas, susurran a sus animales, siempre tratando de sacar la melodía más hermosa para que sea valorada por un jurado. “Pero para el profano es difícil decir si el pájaro canta bien o mal, o si ha cometido un error”, explica la fotógrafa. La candidatura de Turquía a la adhesión a la Unión Europea, que protege a las aves salvajes, o el crecimiento urbano de Estambul (con el consiguiente deterioro de las zonas verdes colindantes), son los factores que en no mucho tiempo pueden acabar con esta contradictoria cosa de hombres y pájaros.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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