Todo está en los libros
La crisis del Barça, el final de Manos Limpias y hasta la relación entre Junts pel Sí y la CUP son historias que se adaptan a a los esquemas narrativos clásicos
Es un ejercicio arriesgado pero como la mayor parte de las veces se hace de manera inconsciente, se vuelve imprescindible. La interpretación de la realidad a la luz de la literatura, del arte, simplemente, de la historia, tiene tantos límites y peligros como resultados sorprendentes. Hay veces que la imagen y el fondo encajan de tal manera que la lectura de la realidad se acaba confundiendo con la de los libros.
Hay historias que se adaptan a esquemas narrativos clásicos. La crisis del Barça sucede justo cuando, después de un periodo de soberbia, se derriban dos de sus tótems. Por un lado, el fallecimiento de un Johan Cruyff, artífice del presente de la entidad y a quien una parte del barcelonismo no perdona su genialidad. Por otro, la puesta en cuestión de los valores que se supone que animan la figura de Leo Messi, la contradicción entre el ensalzamiento del juego en equipo en el terreno de juego y, por segunda vez en poco tiempo, su solidaridad fiscal. ¿Qué tiene que ver todo esto con lo que sucede en el campo? Puede que nada o puede que, salvando las distancias, todo esté ya escrito en la tragedia griega. Los entierros precisan de rituales estrictos y la hybris, la desmesura, acaba cobrando facturas a quienes de ella se sirven.
El pueblo llano nunca tiene las pruebas de la fiscalía, pero se anticipa a sus conclusiones. Que Manos Limpias iba a durar poco era uno de los guiones más repetidos y un final asumido por todos. Su función había terminado y no eran necesarios para que la historia continuase, el Estado ya se encargará de los ayuntamientos desobedientes y de los Pujol. Manos Limpias era un estorbo, una subtrama molesta, un personaje que ya había cumplido su función y cuyo final responde al manido recurso que parezca un accidente de novela negra.
Relatos como el anterior encajan en los engranajes de maquinarias más grandes. La cultura popular, tan interesadamente denostada, nos hubiese anticipado la crisis económica a través de la interpretación de símbolos tan evidentes que hoy ya se han convertido en íconos. De la boda de la hija de Aznar al Ferrari que pilotaban Camps y Barberá, la historia reciente está llena de ejemplos que responden a un patrón de decadencia, de picaresca, de hidalgos arruinados como el del Lazarillo, que se echa migas en el pecho para que todos crean que ha comido.
También ayuda a entender lo que sucede aquí. Las fábulas se compensan y después de todo el escarnio que cayó sobre Junts pel Sí y la CUP, hoy asistimos a la mejor película de Almodóvar, protagonizada por Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias. Dejen volar la imaginación por los títulos del director manchego.
Puede que de todas las historias que pasan ahora en España, la del independentismo catalán sea la más entretenida, al menos para los que todavía pensamos que no sabemos cómo va a acabar. Lo mejor y lo peor del proceso es que no está escrito y eso lo hace impredecible. Es una chapuza ilusionante, con giros narrativos desesperantes y esperanzadores. Puigdemont y Junqueras tienen que ganarse la autoridad que da la superación de las pruebas que todavía no han pasado y la CUP recuperar la fiabilidad que perdió de asamblea en asamblea. Y rápido puesto que la percepción de inestabilidad e inacción están desordenando demasiado el relato. Repasen en los libros de historia lo que sucede cuando se desmovilizan las tropas, la literatura de posguerras está llena de ejemplos. El ridículo rellena los espacios que deja la pasividad, en literatura no hay nada peor que el tedio. Si la noticia es que se quema la Constitución quiere decir que esto empieza a perder la dirección clara y unitaria que tenía.
En parte, es lógico que así sea. Mantener un relato lleno de altibajos y tensionado durante tanto tiempo es muy difícil. Pero más vale que sea temporal, el lector debe tener la necesidad de pasar a la siguiente página y el talento, en esta nueva fase del proceso, todavía está por demostrar.
Quería escribir, como cada año para estas fechas, un artículo sobre la utilidad de leer. Es posible que haya retorcido un poco los renglones, pero lo que les quería decir es que compren buenos libros también el día de Sant Jordi. Hemos construido el mundo con ellos. Buen Sant Jordi a todos.
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