María Font, gran dama de la cultura catalana
A su nombre, debemos asociar ante todo a la Fundación Carulla, que la tenía hasta ahora como presidenta de honor
El fallecimiento de Maria Font Bernaus -ayer a los 96 años-, viuda del empresario y mecenas Lluís Carulla, deja la cultura catalana huérfana de una de sus personalidades más emblemáticas. Consciente de la importancia decisiva de la educación, de la conveniencia de favorecer el talento, de la necesidad de promover un mejor conocimiento de la historia y de las tradiciones, de que sólo una sociedad con valores sólidos puede alcanzar metas ambiciosas, su trayectoria se caracteriza por la dignidad, la constancia, la coherencia y un indefectible sentido de compromiso al servicio de la cultura y del país, que fue reconocido por la Generalitat de Cataluña con la concesión en 1995 de la Creu de Sant Jordi.
Su nombre, debemos asociar ante todo a la Fundación Carulla, que la tenía hasta ahora como presidenta de honor. Maria Font asumió la presidencia en 1990, a raíz de la muerte de Luís Carulla, y la ejerció hasta 2006, en que fue sustituida por su hija Montserrat. La fundó, junto con su marido, ya en 1973, a finales del franquismo, con los objetivos prioritarios de impulsar la calidad y el arraigo en el país de la escuela catalana, mediante los Premios Baldiri Reixac; de fomentar el estudio y la transmisión del patrimonio literario catalán, mediante la reanudación y la continuidad de la histórica Editorial Barcino, creada en 1924, y de velar por la preservación, la reflexión y la divulgación en torno a la transformación del mundo rural durante el siglo XX y los retos que presenta en la sociedad contemporánea, a través del Museo de la Vida rural. Más allá de la Fundación Carulla, debemos vincular inmediatamente la personalidad de María Font también al nacimiento de Òmnium Cultural, del que Lluís Carulla fue uno de los fundadores, al Orfeó Catalán y al Palau de la Música, de donde fue vicepresidenta durante un largo período, y al Concurso Internacional de Música Maria Canals, del que era presidenta honoraria y donde llevó a cabo, primero junto a Maria Canals, y después encabezando ella con coraje e inteligencia la organización, una labor ingente encaminada a consolidar unos galardones con un prestigio mundial indiscutible en el campo de la interpretación de piano, que hoy preside su hija Mariona, en lo que es un nuevo testimonio del sentido de continuidad en el compromiso cultural de la familia Carulla que María Font encarnaba de una manera ejemplar.
Fue una incansable promotora cultural, con una inteligencia y una determinación admirables y un inequívoco sentido de la responsabilidad social. Su capacidad de iniciativa y de representación han hecho de ella una figura que se ha convertido en un referente de entrega, de exigencia y de criterio entre los miembros de su generación, pero también para las generaciones posteriores.
De joven se incorporó a la naciente empresa iniciada por su marido en 1937 y pronto, constatando la gran sintonía de convicciones e ideales que los unía, establecieron un vínculo de una profunda complicidad que los llevó a contraer matrimonio el año 1940. María Font y Lluís Carulla compartían sensibilidades, ilusiones y una manera de entender la actividad empresarial basada en el entusiasmo, la tenacidad, la dedicación y el espíritu del trabajo bien hecho.
Maria Font, convertida con el paso de los años en el eje de una familia con seis hijos y más de veinte nietos, fue una persona fundamental en la trayectoria de Gallina Blanca y de las empresas del grupo Agrolimen. Pero su autoridad moral y su liderazgo fueron más allá del mundo empresarial y los proyectó fecundamente y generosamente en todos los ámbitos donde intervino.
Aunque Maria Font mantuvo siempre muy vivos sus lazos con el Maresme, de donde procedía su familia, contribuyó activamente a hacer posibles las numerosas iniciativas que su marido impulsó a la Espluga de Francolí, de donde era originario, como la construcción del Casal, la Residencia Jaume I para personas mayores o, en el ámbito de la etnología, el Museo de la Vida Rural, que ha dado su nombre a una de sus salas y que convoca una beca Maria Font de Carulla de investigación etnológica y cultural.
Su ausencia nos hace añorar desde ahora su lucidez privilegiada, su humanidad profunda y su maestría en la manera de afirmar y defender la lengua y la cultura catalanas.
Carles Duarte i Montserrat es presidente de la Fundació Carulla.
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