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El arte contemporáneo ocupa los museos madrileños

La iniciativa AÑO 35, comisariada por Javier Hontoria, consiste en que llevar obras modernas a pinacotecas especializadas en otras materias

En dos grandes planchas de cristal superpuestas, se ven decenas de cabrillas que parecen arrastrarse sobre hilos invisibles. Los dibujos de las conchas del caracol sugieren unas ondulaciones propias de un paisaje de serranía. Al fondo brilla un conjunto de dibujos realizados sobre plantas de cobre. El conjunto recrea el entorno de un bandolero, personaje clásico del Romanticismo, y lleva por título Fleurs et escargots. Es la obra que Fernando García (Madrid, 1975) ha realizado para el Museo del Romanticismo dentro del programa AÑO 35 de la feria de arte Arco (del 24 al 28 de febrero). La iniciativa, comisariada por Javier Hontoria, consiste en que el arte contemporáneo sea visible en museos especializados en otras materias: Tabacalera, el Museo Arqueológico Nacional, el Museo Cerralbo, el Museo Nacional de Antropología, el Museo del Romanticismo, el Museo Naval, la Casa Árabe, la Embajada de Colombia y el Museo Casa de la Moneda. Ayer por la mañana, se presentaron cinco de los nueve proyectos en espacios vinculados al Ministerio de Cultura.

Instalación 'Baporak', de Mikel Eskauriaza, en el Museo Naval.
Instalación 'Baporak', de Mikel Eskauriaza, en el Museo Naval.PABLO MESEGAR / IFEMA

El recorrido arrancó en el Museo Arqueológico. En una de las salas dedicadas a exposiciones temporales, lejos de la Dama de Elche y otros deslumbrantes restos del pasado, se expone la instalación Naturalezas Naturales, de la artista catalana Fina Miralles (Sabadell, 1950). Un ficus de plástico, un barreño con varias manzanas rojas flotando en su interior, dos aves disecadas y enjauladas junto a un trozo de césped sintético recrean un diálogo entre lo natural y lo artificial.

La pieza, explica Javier Hontoria, tuvo una primera versión en 1973, a la sombra del arte Povera que en aquellos años tuvo su gran arraigo entre los artistas italianos y que fue seguido con entusiasmo por un grupo de artistas catalanes entre los que se encontraba Miralles. La obra que ahora se puede ver en Madrid, al igual que las restantes intervenciones, ha sido realizada expresamente para este proyecto.

“Se trataba de abrir nuevos espacios para el arte contemporáneo”, añade el comisario. “Las obras se pueden mirar entre sí, pero no intervienen unas con otras. En general, todas estas creaciones ocupan las salas de muestras temporales o rincones no ocupados. No ha habido desplazamientos”.

Puede que la relación más estrecha entre la pieza visitante y contenido permanente se produzca en el Museo Cerralbo, sede de la colección de Enrique de Aguilera y Gamboa. Aquí Oriol Vilanova (Manresa, 1980) ha creado una instalación sonora, Palabras prestadas, concebida como una lectura adicional a la visita del palacete. Vilanova comparte con Aguilera y Gamboa su gusto por el coleccionismo, de manera que su obra habla del amor por los objetos adquiridos. El artista ha querido dar voz al fantasma del marqués, quien retorna a su hogar un siglo después para contemplar sus obras.

En el Museo Nacional de Antropología, Rogelio López Cuenca (Málaga, 1959) vuelve a los temas esenciales de su obra con una relectura de las gestas históricas y de las celebraciones con las que el poder conmemora hazañas como la colonización.

De colonización habla también la obra de Mikel Eskauriaza (Bilbao, 1969) creada para el Museo Naval. Bajo el nombre de Baporak, nombre que los marineros de Bermeo usan para nombrar a sus barcos, el trabajo fotográfico del artista explora la flota de atuendos vascos que operan en aguas internacionales. Eskauriaza ha realizado un análisis de las embarcaciones evocando las tipologías de los pintores de marinas para revisar el género dentro de un contexto contemporáneo.

En la Casa de la Moneda (ya fuera del ámbito del Ministerio de Cultura) se ha jugado con la función de este museo: contar la historia del dinero desde que es un objeto visible y el concepto de curso legal o vigencia. A diferencia de los otros espacios, aquí participan dos artistas. El estadounidense Zachary Formwalt (Chicago, 1979) ha realizado dos vídeos. En uno, In Place of Capital, describe las relaciones entre la representación de las oscilaciones económicas y la dificultad que encontraron los primeros fotógrafos para representar el movimiento. El segundo, At Face Value, abunda en como los sellos tenían que ser sobreimpresos en tiempos de recesión, pues no había tiempo material para crear nuevos modelos.

La otra intervención es obra de los británicos Jane & Louise Wilson, con una serie de fotografías realizadas en el marco de uno de sus proyectos recientes más relevantes, Face Scripting. What did the building see? El trabajo sitúa su trama en un hotel de Dubai, donde fue asesinado un miembro de Hamas supuestamente a manos del Mossad. El proyecto quiere contar la intrahistoria de este suceso, que la policía emiratí convirtió en un espectáculo al hacer pública la investigación en YouTube.

La Casa Árabe cede su espacio al artista palestino Khalil Rabah (Jerusalén, 1961). Residente en Nueva York, Beirut y Ramallah, ha creado tres obras ligadas al carácter nómada que rige su vida. Una de las piezas más importantes está realizada con fotografías, maquetas y objetos y en ella se recrea la reconstrucción de la oficina de Líneas Aéreas de los Estados Unidos de Palestina.

Por último, la embajada de Colombia se suma al proyecto AÑO 35 con una exposición dedicada a Johanna Calle (Bogotá, 1965). Pendiente de los problemas que afectan a su país, Calle utiliza materiales como los tejidos, el alambre o la fotografía para narrar historias de olvidados. Una de sus series más celebres, titulada Nombre propio, consiste en una serie de retratos de niños abandonados en medio de los conflictos que sufre Colombia. Son rostros que aparecen a diario en los periódicos y que la artista ha fijado en la memoria colectiva con sus delicados trabajos de bordado.

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