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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El otro ‘Otello’ sí que es bueno

El obra olvidada de Rossini triunfa en el Liceo, tras 139 años de ausencia

OTELLO

Otello de Gioacchino Rossini (Versión de concierto). Gregory Kunde, tenor. Jessica Pratt, soprano. Mirco Palazzi, bajo. Dmitri Korchak, tenor. Yijie Shi, tenor. Lidia Vinyes-Curtis, mezzosoprano. Josep Lluís Moreno, tenor. Josep Fadó, tenor. Beñat Egiarte, tenor. Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceo. Christopher Franklin, dirección musical. Gran Teatro del Liceo. Barcelona, 3 de febrero.

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Cuando fue barrido de los escenarios por la potentísima versión de Verdi, el otro Otello operístico, el de Rossini, setenta años anterior, pasó a ser una antigualla y cayó en el olvido.

Tanto fue el olvido que, aunque hoy ya existen diversas versiones discográficas, se repone ocasionalmente en bastantes escenarios y ya cabe hablar de él como de una obra parcialmente recuperada, en el Liceo la versión rossiniana del gran drama de celos de Shakespeare llevaba 139 años sin aparecer por el escenario y ahora sólo lo ha podido hacer como pariente pobre, en versión de concierto, intercalado entre las representaciones escenificadas de su histórico rival y causante de su olvido, el Otello de Verdi.

Si dramáticamente el Otello de Rossini no posee la fuerza ni la concentración del de Verdi y se aleja mucho, y no para bien, del original de Shakespeare, musicalmente la obra es de primerísima categoría, exigente y con números, individuales y colectivos, que forman parte de lo mejor del compositor de Pesaro.

Afectado también por las cancelaciones, la plaga que diezma los repartos del Liceo esta temporada, el Otello de Rossini fue de menos a más y acabó en éxito redondo, en contraste con la justificada frialdad con que fue recibido hace pocos días el pobre estreno del de Verdi.

El inició fue incierto, tirando a flojo. Christopher Franklin, debutante en la plaza, evidenció desde la obertura que no es un director rossiniano, la orquesta sonaba demasiado y su sonido no tenía la fluidez, la transparencia, la ligereza que requiere el elaborado canto que debe acompañar. El primer coro, exclusivamente masculino, tampoco fue bien y quedó gritón. Gregory Kunde, el único tenor de primera fila que es capaz de cantar el papel protagonista de los dos Otello -como acreditó este verano en el Festival de Peralada- en su primera intervención, un aria terrorífica plagada de dificultades, aún no estaba en voz y pasó algo apurado por las coloraturas.

A partir de ahí todo fue mejorando, mediado el primer acto, Kunde estaba pletórico, entregado, con agudos fáciles y brillantes que seducían y permitían pasar por alto algunas objeciones de estilo.

Quienes sí estuvieron perfectamente en estilo y en voz desde el principio fueron los tenores Dmitry Korchak (que sustituía a Lawrence Brownlee) en el papel de Rodrigo y que acabó siendo el gran triunfador de la noche y Yijie Shi en el papel de Iago.

Jessica Pratt (en sustitución de Julia Lezhneva) debutante en el teatro, incorporó el papel de Desdémona, ella también empezó algo insegura pero se afianzó y acabó convenciendo casi plenamente en un personaje que requiere idealmente una voz con más peso en el centro que la suya.

Bien la mezzosoprano Lidia Vinyes-Curtis (en sustitución de Josè Maria Lo Monaco) en el papel de Emilia y muy bien Mirco Palazzi en el papel de Elmiro, padre de Desdemona. Bien el resto de personajes secundarios y bien el coro cuando finalmente se incorporaron a él las mujeres. Al final, hasta la orquesta sonaba mejor.

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