Las viñetas de Astiberri soplan velas
La editorial bilbaína cumple 15 años como pilar de la novela gráfica autóctona
Astiberri nace de un sencillo juego de palabras. Asti, tiempo libre; berri, nuevo. Quizá escondía un deseo pero, con el paso de los años, ha resultado ser premonitorio. Han tenido que plantar cara a los prejuicios que tradicionalmente han pesado sobre la historieta pero, en su quince cumpleaños, la editorial bilbaína se reafirma como referente de la novela gráfica en España. Ahora, sus seguidores no acuden a la librería en busca de un título específico, prefieren dejarse seducir. Simplemente buscan “algo” que tenga impreso en la solapa su sello.
Entre sus viñetas pasean personajes más o menos corrientes con algo fascinante que aportar. Jóvenes que están sufriendo las sacudidas de la crisis, los avatares de un anciano con Alzheimer o cuentan la vida de Velázquez en la corte del rey Felipe IV. “Buscamos historias que tengan cierta implicación con la realidad social”, relata Fernando Tarancón, fundador y editor de Astiberri. La editorial ha entrado en la adolescencia con un catálogo de más de 500 títulos (entre los que presumen de tres premios nacionales). El respeto “casi reverencial” al autor es parte del éxito –“prefiero llamarlo reconocimiento, matiza Tarancón-. Aunque son de Bilbao y de vez en cuando ese traje fuerce a soltar alguna fanfarronería, en su día a día trabajan con modestia y ante todo, respeto hacia los dibujantes. “Jamás renunciamos a la autoría”. Una de las primeras obras que publicaron fue Blankets, de Craig Thompson. Cuando la lógica del mercado empujaba a editar cuadernillos en blanco y negro, sacaron un libro de 600 páginas que costaba 35 euros. Pudo ser la tumba –“fue una apuesta casi inconsciente”-, pero el tiempo les dio la razón.
"Cuando empezamos íbamos al Salón de Angoulême a comprar derechos, ahora los vendemos"
Le siguieron obras como Pyongyang o Píldoras azules. “Estábamos en el camino antes de darnos cuenta”, recuerda Tarancón. Se salieron del carril habitual y el concepto caló entre los autores locales. Fue un chute de autoestima para un sector que estaba condenado a emigrar para ganarse el pan. Para los autores, la alternativa factible como lugar de trabajo era Francia, hasta que los chicos de Bilbao llamaron a la puerta. Paco Roca, autor de Arrugas, afirma que "Astiberri es uno de los pilares del surgir de un cómic autóctono". Muchos de ellos han seguido carreras paralelas. Es el caso de Santiago García (Las meninas, ¡García!, Yuna). “Fue uno de los primeros que conocí. Él nunca había publicado nada, le seguía como teórico. Me entregó un guion enrollado en un canutillo y enseguida vi que era un gran guionista”. El año pasado le concedieron el Premio Nacional de Cómic. Los dibujantes autóctonos apenas firmaban una decena de títulos del catálogo de Astiberri en los inicios, sin embargo, en 2015 llegaron a los 30 del total de 52 obras editadas. Ese año se cedieron, además, los derechos de 90 obras que se tradujeron al inglés, alemán, francés o japonés. “Cuando empezamos íbamos al Salón de Angoulême a comprar derechos, ahora los vendemos”.
La novela gráfica española se está asentando pero no les quita el sueño compararse con las grandes industrias del sector: el comic-book americano, el manga japonés o la industria franco-belga. “Estamos por delante de Alemania”, enfatiza Tarancón, que prefiere mantener esa filosofía que les ha traído hasta aquí, una rutina más artesanal quizá, y que pasa por tratar de tú a tú a dibujantes y guionistas. Con cierto respeto, pero sin miedo a la piratería “porque la experiencia lectora es diferente”, los responsables de Astiberri están ansiosos por ver cómo madura el movimiento de la novela gráfica. “Álvaro Ortiz, Nadar, Alfonso Zapico, Mamen Moreu… son autores con muchísimo talento que solo han conocido esto, no han tenido que cambiar el chip como les ocurrió hace 15 años”. Seguiremos pasando páginas porque, prometen, “quedan muchas sorpresas”.
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