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Aute, medio siglo de aprendiz

Luis Eduardo Aute presenta el viernes Gira Luna, una conmemoración de 50 años grabando canciones

Luis Eduardo Aute, posa ayer ante uno de sus cuadros en su casa.
Luis Eduardo Aute, posa ayer ante uno de sus cuadros en su casa. LUIS SEVILLANO

No recuerda exactamente Luis Eduardo Aute cuánto tiempo lleva viviendo en su casa. “Hace 35 años... o quizá más, quizá 40”, dice dudando. Es un dato sin importancia para un lugar en el que su presencia se nota en todas partes: En el dibujo erótico japonés que está encima de la chimenea; en los libros que abarrotan su despacho en la planta baja, o en los cuadros de su estudio. Incluso en una perra que recibe al visitante entre ladridos y se llama Luna,como su gira. Con dar una vuelta por el lugar, casi cualquiera sería capaz de adivinar quién ha hecho su hogar en este viejo chalé en pleno centro de Madrid.

Ahí recibe a la prensa cuatro días antes de su concierto en el Price. Con cierto atropello, la verdad. Como lo hace todo alguien que asegura que hay cuadros que comenzó a pintar hace 30 años y todavía no ha acabado. “Ahora sale un nuevo libro de Poemigas, esos poemas breves que escribo, y tengo que entregar unos dibujos mañana. No hay posibilidad de retrasarlo más. Así que he dicho que ninguna entrevista a partir de hoy. Pero no es malo que te apremien. Eso favorece la imaginación y obliga a tomar decisiones”.

El viernes desembarca en Madrid con la Gira Luna, un directo en el que selecciona sus canciones más emblemáticas. Esas que ha ido soltando desde 1967, algunas de las cuales —Al alba, Pasaba por aquí, Rosas en el mar, Una de dos— hace tiempo que pasaron la prueba definitiva que transforma un tema de solo conocido a parte de la cultura popular: su inclusión en los listados de los karaokes.

Es un espectáculo que coincide con el cincuenta aniversario de su primera grabación. “Me di cuenta hablando con un amigo hace tres meses. Porque en realidad los discos se editaron en 1967. Pero fue un frío día de noviembre de 1966 cuando entré en un estudio de grabación ya desaparecido, en Delicias, a grabar las cuatro canciones que se incluirían en los dos primeros singles. La verdad es que hace 50 años lo último que hubiera esperado era vivir de la música”.

El concierto, que se subtitula De la luz y la sombra, se abrirá con la proyección de un mediometraje de animación, Vincent y el giraluna, dibujado, musicado y dirigido por el propio autor, un artista que picotea en casi todas las ramas del arte: ha escrito poesía y prosa; ha rodado cine; ha firmado canciones y ha expuesto pintura y escultura. Algo que tiende a estar mal visto en un país que tiene un refrán que advierte: “El que mucho abarca, poco aprieta”. “Es que a mí no me gusta nada apretar. Lo del apriete no es cosa mía. Me considero un aprendiz. La palabra amateur es muy bonita: amador de una forma de expresión”.

Un aprendiz que este año cumplirá 73 años, y que establece una distancia cuando se le señala que perteneció a esa generación de cantantes del tardofranquismo y la Transición que se asocian con la canción protesta. “Fue un fenómeno mundial. Una traducción del término inglés protest songs. Efectivamente, había canciones que eran panfletos en contra de lo establecido. Pero era la necesidad de manifestar tu horror a lo que se vivía. Eso no es protesta, es necesidad vital. Amas, sufres, te planteas preguntas; no tienes respuesta... Eso es eterno”.

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