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Un olivar de cultura escondido en Chamartín

La fundación Castillejo, lugar de tertulia de Keynes o Madame Curie, organiza un ciclo de música y teatro

Casa original del olivar, donde se celebran muchas de las actividades.
Casa original del olivar, donde se celebran muchas de las actividades.KIKE PARA

Cuando uno pasea entre las fachadas de ladrillo visto de la zona de Chamartín lo último que espera encontrarse, detrás de un discreto murete, es un terreno de una hectárea con cien olivos centenarios. “Antes daban frutos más grandes, pero hace tiempo que necesitan una buena poda”, cuenta Felipe, el jardinero. Conoce el lugar desde niño, pues sus padres fueron los guardeses de esta finca inesperada rodeada de altos edificios, adquirida en 1917 por el catedrático reformista José Castillejo, uno de los gestores de la Institución Libre de Enseñanza.

Casi un siglo después, este reducto verde asediado por altos edificios pervive gracias a la fundación Olivar de Castillejo, creada por los hijos del intelectual, que organiza actividades culturales como el ciclo de música clásica y teatro infantil programado desde hoy al 5 de enero.

“Esto era entonces Chamartín de las Rosas, una villa alejada del bullicio”

“Compró este terreno, que entonces era mucho más grande, para escapar de la ciudad”, cuenta su presidenta, Teresa Moreno, y aclara: “Esto era entonces Chamartín de las Rosas, una villa alejada del bullicio”. Castillejo y su familia tenían todo lo que les hacía falta para autoabastecerse: elaboraban aceite y jabón, cultivaban un huerto y criaban gallinas. Solo se acercaban a la capital de vez en cuando, en bicicleta o en tranvía. Su vida transcurría esencialmente dentro del olivar y, paradójicamente, era uno de los españoles más cosmopolitas. “Por allí pasaban los mayores pensadores y científicos de la época, como Keynes o Madame Curie, que debatían sobre cómo regenerar España culturalmente”, cuenta Moreno. Además, Castillejo vendió algunas parcelas a puntales de la intelectualidad de la época como el literato Dámaso Alonso, el biólogo Ignacio Bolívar o el historiador Ramón Menéndez Pidal, que da nombre a la calle con la que linda el olivar. “Todos se fueron a vivir allí, creando una colonia de la Edad de Plata de la cultura española”, aclara Moreno.

Con la Guerra Civil la finca se vació, si bien ambos bandos respetaron ese pedazo de tierra. Los hijos de Castillejo regresaron al cabo del tiempo y habitaron una de las dos casas de su padre, reservando la otra para los menesteres de la fundación que crearon en la década de los ochenta. “Muchas parcelas se permutaron y obtuvieron el permiso de edificación por terceros, siempre que este olivar permaneciera intocable”, dice Moreno. De ahí esa sensación de que los edificios circundantes se abocan a los olivos. “Esto nos limita cuando traemos artistas de jazz o flamenco. Estamos muy limitados por el ruido y los vecinos”.

Ahora el objetivo principal de la fundación es mantener el terreno y los árboles,
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La presidenta explica que “ahora el objetivo principal de la fundación es mantener el terreno y los árboles, que llevan aquí desde hace siglos”. El Olivar de Castillejo abre sus puertas los tres meses de verano para programar conciertos y obras de teatro aficionado, y levanta una terraza donde uno puede tomar un refrigerio en las noches calurosas rodeado de vegetación. En Navidad organizan también pequeños ciclos, como el de la semana que viene: hoy sábado, un recital de la guitarrista clásica Marisa Gómez; mañana, Guillermo Turina al violonchelo barroco, y el 4 y el 5, teatro infantil.

La pregunta es inevitable: ¿Volverá a ser el olivar el reducto de intelectualidad que fue? “Es nuestra intención”, dice la presidenta. “De momento estamos trabajando para que no desaparezca, y lo cierto es que en los últimos tres años hemos conseguido que se conozca mucho gracias a los conciertos. El siguiente paso es volver a convertirlo en un foro de pensamiento. Para empezar, un museo en el que contar a todo el mundo quién fue José Castillejo”.

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