De banquera a granjera
Una empleada de CatalunyaCaixa que se dedicaba a perseguir morosos deja la banca para gestionar una granja familiar de cerdas
La vida de Neus Guillamet dio un vuelco a raíz de la crisis. Y dice que “apasionante”. Tras trabajar más de 26 años en CatalunyaCaixa y de tener que perseguir morosos como subdirectora de la entidad, ahora ha decidido gestionar junto a su padre, un carnicero jubilado, una granja de cerdas madre, llamada Can Jaumetó, en Cabanellas (Alt Empordà). Guillamet se puso las botas de goma y decidió modernizar las instalaciones de la granja, que integrada en un grupo con varias empresas cuya producción hoy lidera la exbanquera.
Creía que sería carnicera, pero finalmente estudió empresariales en la Universidad de Girona. Cursaba el primer año de carrera cuando acudió a una oficina de Figueres de la entonces Caixa Catalunya a ingresar la recaudación de la carnicería de sus padres. El director de la sucursal le propuso que presentara una solicitud para trabajar allí, a lo que no pudo negarse para “no hacerle un feo”, dice. Se presentó a las pruebas y las pasó. A los 19 años empezó su singladura por oficinas de Roses, Figueres o L’Escala. “Cuando pretendía estudiar Económicas salieron oposiciones para una plaza fija, las gané y renuncié a estudiar Económicas aunque he seguido con los idiomas y hablo francés, inglés y alemán”, cuenta.
Tuvo que vivir el crecimiento de la morosidad a partir de 2007 y el escándalo de las preferentes en 2010. “Lo peor que me ha pasado en la caja”, confiesa. “No sabes lo que es tener que decirle a alguien que ha perdido su dinero, ni lo imaginas, y a pesar de todo ningún cliente se enfadó conmigo, intentamos arreglarlo lo mejor que pudimos”, añade.
Durante 18 años fue subdirectora de tres oficinas en Girona. En 2013 la entidad presentó un Expediente de Regulación de Empleo (ERE). Días antes de que expirara el plazo para acogerse a este, un compañero le preguntó si había mirado las condiciones. Su primera reacción fue rotunda: “Yo no me voy”. Se lo repensó. “Vi el momento de dar un cambio rotundo en mi vida”. A petición de la entidad estuvo todavía un tiempo más formando a sus compañeros en morosidad.
Su plan B era ser docente, ya había que hecho un curso de capacitación pedagógica. “Consciente de que podían tardar en llamarme, pregunté a mi padre si creía que podría ayudarle a gestionar la granja. Me contestó que sí, y me lancé de cabeza”, relata. “Me puse el mono, las botas de goma y el gorro y empecé a perseguir a cada uno de los cuatro empleados para ver qué hacían. Miraba y preguntaba”. Su objetivo era “intentar mejorar las cosas” aportando sus conocimientos al sector porcino reduciendo costes e informatizando el sistema.
Desde que ha empezado a cogestionar la granja con su padre ha introducido las ideas que ha creído beneficiosas para las 1.064 cerdas madres que hay en sus 24 naves. Solo se dedican a cuidarlas, embarazarlas y a que den el máximo de lechones. De los nórdicos aprendió que las cerdas producen más cuantas más horas de luz tienen e incluso creó lo que llama una “zona erótica”. “Mandé pintar el interior de las naves de blanco e instalar fluorescentes a 40 centímetros de la cabeza de las cerdas para mejorar su ovulación, inseminación y producción”, explica.
Para aumentar su “sensación de confort”, también ha cambiado la ventilación y aislamiento de los techos y ha instalado unas placas blancas brillantes “para que no pasen tanto frío en invierno ni calor en verano”. Pero la “innovación estrella” ha sido la instalación de una caldera de biomasa que les permite reducir los costes en un 65% pasando. “Los números han mejorado”, resume. Sus ganancias se cuentan por número de lechones. Este año cerrará con unos 28.500 animales vendidos, 2.500 más que el año anterior y casi 4.000 más que en 2011.
Durante 26 años, Guillamet fue merecedora cada año de premios en la caja por su rendimiento. Hoy se ha marcado un nuevo objetivo: llevarse el Premio Cerdo de Oro, uno de los galardones más prestigiosos del sector ganadero, y ganar el Cerdo de Diamante.
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