Santos inocentes
En realidad, no queda muy claro cómo pasó a convertirse en motivo para bromas, befas y literalmente inocentadas la conmemoración del relato bíblico
En realidad, no queda muy claro cómo pasó a convertirse en motivo para bromas, befas y literalmente inocentadas la conmemoración del relato bíblico en donde el sanguinario rey Herodes mandó matar a todos los niños menores de dos años de edad en Belén con la intención de llevarse entre el rebaño al infante Jesús de Nazareth. Lo cierto es que dependiendo de la sincronización de la broma y capacidad de persuasión del engañador hay bromas que logran provocar taquicardias y carcajadas incontenibles en cuanto cae la inocente palomita que se ha dejado engañar.
México se llena de encabezados en periódicos que aseguran que la FIFA ha decidido nombrar a México campeón del mundo por adelantado o que los estados unidos de Texas, Arizona, Nuevo México, Nevada, California y Oregon han resuelto abandonar la unión gringa y volver a formar parte de México (la broma incluye pase gratuito para una hipotética Disneylandia con mariachis); en España, la provincia de Alicante celebra la inocentada con los Enfarinats, magna batalla campal de harina lanzada entre el pueblo llano y el alcalde, alguacil, fiscal y jueces de la localidad de Ibi, metáfora feliz del encontronazo entre el poder y los habitantes comunes y así, en muchos puntos de Hispanoamérica y España misma se conmemora a los Santos Inocentes de tan raras maneras que propongo una personal redefinición de la fecha: quiero celebrar al paso, y de manera silenciosa, a la inmensa masa de santos inocentes que nos acompañan en el diario transcurso de la vida madrileña.
Hablo de la señora que se cree todas las bromas a pie juntillas, del dependiente de gasolinera que una vez abierto el depósito del tanque y encarada la bomba con la manguera en la mano nos pregunta si lo que deseamos es precisamente cargar gasolina o la gentil señorita que atiende el mostrador de una librería y pone cara de sorpresa en cuanto preguntamos por el título…¡de un libro!
Viajeros del Metro que cambian de andén a las carreras habiendo equivocado el sentido de sus rumbos diarios y los despistados que pegan en las puertas del autobus para descender del vehículo una vez que ya arrancó nuevamente y la mujer que llama a deshoras para preguntar por Manu sabiendo que van siete semanas en que se le informó que tiene equivocado el número: todos santos o inocentes como quienes creen entender todas la enrevesada realidad de la política española, los entresijos constitucionales y los pergaminos de su pasado, pues sobre todos los festejados habría que conmemorar a los santos inocentes que desconocen el origen de sus apellidos, las andanzas de sus abuelos y bisabuelos en una España no tan lejana que no merece la amnesia que le conceden muchos a los nombres de las calles más cercanas a su barrio.
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