Un triángulo casi perfecto
'Una hora en la vida de Stefan Zweig', dirigida por Belbel, propone un triángulo entre un escritor torturado, la mujer fiel y un enigma
Como en Cartas de amor a Stalin de Mayorga, Antonio Tabares propone en Una hora en la vida de Stefan Zweigun triángulo formado por un escritor de ánimo torturado, la mujer que se mantiene fiel a su lado en su exilio —interior o exterior— y un enigma convertido en personaje. La gran diferencia entre ambos textos es la interrelación que se establece entre el protagonista y el fantasma visitador, y la posición que asumen ambos en la constelación dramática propuesta. Si Mijail Bulgákov está en el centro de la obra de Mayorga, acosado psicológicamente por la aparición de un brumoso diablo, en el texto de Tabares, Zweig se sitúa en una órbita alrededor de un hombre que se hace llamar Samuel Fridman. Un interesante desplazamiento del personaje que capitaliza el título de la obra. Tabares prioriza así la metodología del gran autor austríaco sobre su epílogo trágico.
Zweig, refugiado en Brasil, preparando su suicidio junto a Lotte Altmann, su secretaria y segunda esposa, es un personaje en cuenta atrás. La decisión está tomada. Aquí no hay desarrollo. El autor, que podría haber optado por una narración pormenorizada de las razones que condujeron a su decisión final, decide que lo más interesante es retratar la curiosidad de Zweig por las vidas ajenas. El presunto Fridman es su última e imprevista oportunidad de reconstruir una nueva biografía; sumarla al catálogo formado por Balzac, María Estuardo, Fouché o María Antonieta. Un protagonista que paulatinamente deja de hablar —excepto para preguntar— para que hable y se descubra el otro. Cometido difícil para un actor, en este caso Roberto Quintana, dedicado a mirar, escuchar y decidir hasta qué punto comparte con el público su reconstrucción biográfica del hombre que tiene delante.
Un buen trabajo de Sergi Belbel —que sabe cómo poner el foco sobre los personajes que se crecen en un inesperado protagonismo periférico— que se extiende a la misma posición y actitud que requiere el papel de Lotte Altmann. Celia Vioque está perfecta en esa fortaleza que nace de controlar la intendencia cotidiana de un hombre, amorosamente servil, pero con inteligencia emocional y autonomía de carácter cuando hay que controlar una crisis que puede trastocar la agenda meticulosamente preparada para la posteridad. Lástima que en este triángulo falle la franqueza febril con la que Gregor Acuña-Pohl se descubre desde el primer minuto ante el público y deja sin valor el trabajo de Zweig. Él es el misterio sobre el cual gira toda la intriga. Cierto que el personaje no es maquiavélico y está dominado por una enfermiza pasión, pero se agradecería que la sospecha tuviera un mayor recorrido para mantener mejor la tensión dramática y hacer justicia al prestigio del autor de El mundo de ayer.
Una hora en la vida de Stefan Zweig
De Antonio Tabares. Dirección: Sergi Belbel. Intérpretes: Roberto Quintana, Celia Vioque y Gregor Acuña-Pohl. Sala Beckett, 22 de desembre.
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