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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apoteosis con gran (e innecesaria) orquesta

La visita anual a Barcelona de Raphael se centraba este año en dos conciertos en el Liceo y rápidamente se agotaron las localidades

Raphael, durante su concierto en el Liceo.
Raphael, durante su concierto en el Liceo.MARTÍ E. BERENGER

Hace ya muchos años que Raphael está por encima del bien y del mal, él mismo se jacta de ello en alguna de sus canciones. Así las cosas puede permitirse cualquier capricho que le venga en gana. ¿Una orquesta sinfónica? ¿Por qué no? Raphael se ha regalado estas Navidades una orquesta sinfónica y la disfruta con su descaro habitual.

Y la disfruta él porque a sus seguidores, tras lo visto en el Liceo, tanto les da que sobre el escenario haya una sola guitarra o los ochenta profesores de una gran orquesta. En el Liceo solo importaba Raphael, todo lo demás era superfluo. Eso sí, Raphael estaba allí en cuerpo y alma, totalmente entregado y ofreciendo todas y cada una de las posturas, movimientos, pasos de baile, tics, guiños y requiebros que su público esperaba (hasta acabó haciendo añicos un espejo). La única conclusión lógica era un triunfo apoteósico, lo fue y de los grandes.

FESTIVAL MIL.LENNI

Raphael: Simphónico

Con la Orquestra Simfònica del Vallès. Rubén Díaz, dirección.

Liceu, 21 de diciembre

En realidad el triunfo venía ya de antes de comenzar su actuación. Su visita anual a Barcelona se centraba este año en dos conciertos en el Liceo y rápidamente se agotaron las localidades (en el exterior del recinto figuraba un más castizo Sold Out). Y no hizo falta que cantara para redondearlo: con solo aparecer a los sones de, ¡claro!, Yo soy aquel el Liceo se vino abajo (siguiendo la coherencia lingüística del rótulo exterior habría que hablar de standing ovation) y, a partir de ahí, ya todo fue una constante e intensa comunión entre el artista y su gente.

Cubriendo las espaldas al de Linares estaba la Simfònica del Vallès que, tras asimilar la desagradable sorpresa de oírla amplificada en un recinto como el Liceo, cumplió con creces —pero con manifiesto distanciamiento— su papel interpretando unos arreglos adaptados a la ocasión. Aunque, curiosamente, los momentos más intensos llegaron cuando Raphael se quedó a solas con su pianista o su guitarrista.

Tres horas de espectáculo intensas, sin un solo altibajo, en las que fue recorriendo su más de medio siglo de historia profesional casi sin hablar e intercalando los temas imprescindibles con alguna canción navideña (¿cómo evitar el Tamborilero en estas fechas?) Solo faltó, precisamente, Yo soy aquel a pesar de estar en el programa. Tal vez era el apoteósico bis final que el público ya no pidió por puro cansancio.

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