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Letras consagradas

La 65ª Nit de Santa Llúcia afianza a Pep Puig con el Sant Jordi y ratifica a Empar Moliner (Rodoreda) y Víctor Obiols (Carles Riba)

Carles Geli
Los galardonados, de izquierda a derecha: Francesc Puigpelat, Jaume Vilalta, David Plana, Pep Puig, Santi Baró, Josep Maria Miró, Empar Moliner y Víctor Obiols.
Los galardonados, de izquierda a derecha: Francesc Puigpelat, Jaume Vilalta, David Plana, Pep Puig, Santi Baró, Josep Maria Miró, Empar Moliner y Víctor Obiols.MASSIMILIANO MINOCRI

Curiosa la lectura socioliteraria que daba ayer en Tortosa la 65 edición de la Nit de Santa Llúcia, la gran e histórica velada literaria de las letras catalanas: mientras Quim Torra, presidente de Òmnium Cultural, entidad convocante, pedía al pueblo catalán “esperanza y persistencia” y a los políticos “sentido de Estado”, la mayoría de los ocho galardones recaían en autores con labor y trayectoria sólida, como si se tratara de consagrar o dar espaldarazos en momentos convulsos.

Así pueden leerse, al menos, los tres grandes premios. El primero, el 56º Sant Jordi de novela, recayó en La vida sense la Sara Amat, cuarta obra de Pep Puig, cuyos libros anteriores fueron bien recibidos por la crítica pero que no había pasado de ser Talento FNAC. Con el conjunto de relatos Tot això ho faig perquè tinc molta por, Empar Moliner se llevó el 18º Mercè Rodoreda de cuentos, sólo el tercer galardón de la ya larga carrera de la también televisiva autora. Más llamativo es, en esa línea, el 57º Carles Riba de poesía, que fue para Dret al miracle, de Víctor Obiols, hombre de producción pausada, en la brecha desde los 14 años, fundador del grupo musical Bocanega pero también con solo dos reconocimientos hasta ahora, el último, de 1996.

Pidiendo disculpas a su editora de siempre, Eugènia Broggi, que ha publicado toda su obra hasta la fecha en Empúries y L’Altra editorial (L’home que torna; Les llàgrimes de la senyoreta Marta y L’amor de la meva vida de moment, ésta de hace unos meses), Puig (Terrassa, 1969) admitió que optó al Sant Jordi (60.000 euros y 25 originales presentados, la cifra más baja de las tres últimas ediciones) porque tenía “una novela popular, como lo puede ser una de Rodoreda o una canción de Serrat, con suficiente fuerza para conmover desde un mozalbete a un lletraferit de 50 años”.

La historia, fruto de un hecho real que le contó su padre, es el combate que muda en amor entre un niño siempre conforme con el mundo y las reglas que acepta esconder a una niña de 13 años, díscola y que ha acumulado una rabia secreta contra el pueblo, que acabará desapareciendo.

En cinco de las seis categorías literarias se han presentado menos originales que el año pasado 

“Los personajes corren, comen o beben para no tener miedo, ese que atenaza a todo padre de mediana edad que cree que todos los peligros del mundo se confabulan para atacar a sus hijos. Es un carpe diem moderno”, definió Moliner su libro de cuentos con el que se llevó el Rodoreda (6.000 euros).

Decía Horacio que un poema debía estar al menos nueve años en un cajón antes de ser publicado. Y esa regla estricta que recordaba Obiols (Barcelona, 1960) se la aplicó él mismo con su poemario ganador del Riba (3.000 euros), con composiciones que rozan la década de vida. “He apostado mucho en él; hay mucha substancia”, admitía quien este mismo año ya ha reunido buena parte de su obra desde el fundacional Opus Zero (1974) en Sol de Lluna ple. Poesia 1974-1999. Así se desprende de la estructura del libro granador: una primera parte sobre una ruptura amorosa; renacimiento y cierta tristeza por lo que apunta a la desaparición de una generación.

Quien parece regresar, en este caso al mundo del teatro tras su largo secuestro televisivo (es el jefe de guionistas de La Riera), es David Plana, que con Els encantats (duro enfrentamiento entre un padre y sus dos hijos bajo la sombra de la madre y esposa ausente) obtuvo el segundo premio Frederic Roda de teatro. El galardón (13.000 euros) lo compartió exaequo con el dramaturgo y director teatral Josep Maria Micó, que plantea en La travessia la cara oscura de los cooperantes a partir de una monja testigo de un crimen en una zona bélica.

En la narrativa infantil, el ya 53º Folch i Torres (7.000 euros) recayó en La nena que es va convertir en mòbil, del también ya veterano Francesc Puigpelat (Balaguer, 1959). Con cinco galardones previos, desde Apocalipsi blanc (premio Pla, 1999), vuelve a hacer gala del dominio narrativo contraponiendo fantasía y realidad y tradición y modernidad con la historia de Mukele, niña pastora que vive a los pies del Kilimanjaro y a la que un brujo convierte en teléfono móvil.

Santi Baró (Olesa de Montserrat, 1965) prefirió poner toda su experiencia en el género juvenil (ha ganado dos veces los premios Gran Angular y Barcanova) reivindicando a su admirado autor Pere Calders, al que hace amigo del protagonista de su L’efecte Calders, con el que obtuvo el 42º Joaquim Ruyra (9.000 euros).

El espacio de divulgación científica Quèquicom, de TV-3, dirigido por Jaume Vilalta, y un artículo del periodista alemán Alex Rühle en el Süddeutsche Zeitung sobre las aspiraciones políticas catalanas lograron, respectivamente, el 7º Òmnium de Comunicación y el 29º Joan B. Cendrós (3.000 euros). Entre jotas del Ebro y danza contemporánea se cerró una Festa de les Lletres Catalanes a cuyo cartel se han presentado menos escritores en cinco de sus seis categorías literarias en relación al año pasado .

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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