Intenso y emotivo
Raimon llena el Auditori tras 52 años ininterrumpidos de canciones y un estado de forma inmejorable
No se cumplen cada día 75 años. Y hacerlo, además, sobre un escenario y ante un público entregado que abarrota un local como el Auditori, no está al alcance de cualquiera. Claro que Raimon no es cualquiera y, tras 52 años ininterrumpidos de canciones y un estado de forma inmejorable, puede permitirse eso y mucho más.
Más porque no será uno sino dos Auditoris los que se llenarán para la ocasión y porque un final de concierto como el de ayer jueves tampoco es cosa habitual en nuestros escenarios: casi diez minutos se mantuvo en pie el público aplaudiendo y pidiendo a coro Diguem no. Nadie se movió de su asiento y Raimon tuvo que volver al escenario ya con la camisa suelta, "No teniu pietat", para interpretar el reclamado himno que, lógicamente, todo el Auditori coreó en una entrañable muestra, una más, de total compenetración entre público y artista. Un compromiso compartido a lo largo de las décadas que sigue conservando toda su actualidad.
Antes del último y conmovedor Nosaltres no som d'eixe món, dos horas de música sobria y profunda se habían sucedido sin el mínimo altibajo. Un concierto rebosante de madurez tanto escénica como poética y musical en el que algunos himnos inevitables (La nit, Quan jo vaig nàixer, Al vent, Jo vinc d'un silenci, Al meu país, La pluja) se habían entremezclado con absoluta normalidad entre poemas medievales y reflexiones de una turbadora contemporaneidad.
Con camisa roja, pantalones oscuros y una guitarra que utilizó poco, Raimon comenzó la velada con un punto intimista, A l'estiu quan són les nou, que marcaría casi todo el recital. Recordó su personal versión de La Internacional y se paseó con la misma desenvoltura entre poemas de Ausiàs March (Veles e vents volvió a marcar una de las cimas emotivas de la noche), Amselm Turmeda, Jaume Roig, Salvador Espriu o Pere Quart. Quan jo vaig nàixer arrancó los primeros aplausos de complicidad, las primeras frases puntuadas con calor, Indesinenter volvió a ponerle la carne de gallina a más de uno y hasta se coló, como quien no quiere la cosa, una canción aun no grabada, I nosaltrres amb ells.
La mano alzada, cerrándose con fuerza y ternura, Com un puny, fue la conclusión lógica de un concierto sin trampa, intenso y emotivo, que se desbordó con cuatro bises y el apoteósico Diguem no final. El público en pie aplaudiendo y Raimon aplaudiendo a su público.
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