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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las diminutas historias de Jabier Muguruza

El cantautor presentó 'Tonetti Anaiak' en la Euskal Etxea

Historias pequeñas, historias minúsculas. Frente a la barra tachonada de bandejas de pintxos el cliente intenta hablar en euskera con el camarero, que le responde en inglés al confundir con este idioma el voluntarioso aunque poco efectivo euskera del interlocutor, para más señas lugareño, catalán. Una niña habla de sus amigos y ve a Iker triste porque, le han dicho, sus padres se separan. También ve a Marta, que ha estado unos días enferma. Y hace años otro niño entró en la roulotte de los payasos del circo Atlas y vio a uno de los hermanos Tonetti en calzoncillos de tan familiar era la relación de su padre con aquellos célebres payasos. Pasado el tiempo ese niño se dedicó a contar historias en forma de canción, y un viernes de un noviembre caluroso las compartió en el Euskal Etxea de Barcelona con quien se acercó a escucharlas, a escuchar esas diminutas historias que hacen de la vida algo grande e inolvidable a base de pequeños instantes sin aparente historia.

La historia de la amiga de Marta es una canción, de la anécdota del catalán que quería hablar euskera y pareció hablar inglés se podría escribir una canción, una como la que Jabier Muguruza ha compuesto a sus 55 años para recordar aquella visita a los Tonetti y conjurar la sorpresa y dolor que el suicidio de uno de los hermanos le causó ya en la veintena. Cuenta la canción que el documental Emak Bakia, un sinfín de maravillosas historias diminutas en la búsqueda de la casa que Man Ray ocupó en su estancia en Biarritz en 1.926, defiende que los payasos no mueren nunca, un lenitivo para la conciencia del ya adulto Muguruza, que así apacigua sus recuerdos de niño y se reencuentra, feliz, con aquella instantánea que ilustra la portada de su catorceavo disco, ese que al ser presentando en el Euskal Etxea cuenta la historia de Iker, de Marta y que llevó a un bienintencionado catalán a querer hablar euskera para mimetizarse con la taberna.

Es Tonetti anaiak -los hermanos Tonetti- un disco precioso delicadamente instrumentado, pero en la Euskal Etxea Jabier estuvo sólo acompañado por el piano de Mikel Azpiroz. Las razones deben ser prosaicas, temas de presupuesto y gira, pero bien podría pensarse que las historias pequeñas tienen casi desnudas un sabor natural a pequeñez que las ayuda a calar. Una veintena de personas prestaban atención en la cava del centro cultural de la Euskal Extea, una cava que huele a humedad y, eventualmente, a comida, rica rica. Allí, lugar casi liliputiense, público al que se puede mirar a la cara, ruido de poteo de la adyacente taberna, Jabier desplegó su encanto para moverse en el territorio donde se habla de cosas mayúsculas siempre en minúscula. Se oía crujir la madera del escenario cuando cargaba el acordeón, como casi podía escucharse el aire rasgarse con el movimiento de los largos dedos de Jabier cuando expresaban como remate de sus manos el sentido de sus canciones.

De Tonetti anaiak Jabier Muguruza interpretó varias. Una, Azaorak baditu gauza onak, sobre las ventajas de un noviembre normal, de los de antes, cuando el frío hace -o hacía- que los cuerpos busquen calor acurrucándose en la cama; otra, Beti ondo daudenen gezurrak, sobre los que siempre dicen estar bien para salir del paso cuando las cosas no van precisamente así; también Ez da komeni exajeratzea, sobre la conveniencia de no exagerar porque, al fin y a la postre "las flores son hermosas, pero las coles ¿no son acaso igual de hermosas?" y, claro está, "Tonetti anaiak", la que da nombre al disco y cuya portada muestra a un Jabier crío, con un posado de no saber cómo posar junto a los Tonetti y a su padre, de gesto confiado y campechano. También cayó "Egunkari puska bat", la canción de la niña que habla de sus amigos Marta e Iker. Fueron acompañadas por clásicos del repertorio de Muguruza, las deliciosas Estralurtarrak, Mazisi Okeita Denbelek - de absoluta actualidad en estos días de bombas y desarraigos-, Ekaintza -¡qué delicada y humilde evocación de la amistad!- y esa que con título de Benino edo Benito, narra la historia de un niño que quería ser pastorcito dormido del Belén para no ver lo que el mundo es. Otros, en lugar de dormir para conjurar el dolor, componen canciones que explican su mundo, una parte del de todos. En un par o tres de meses Jabier Muguruza volverá a Barcelona con sus historias, pero igual el sitio donde las cuente no es tan pequeño y seguro que no huele a pintxo. Incluso igual viene con más músicos, pero esa ya será otra pequeña historia

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