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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Quién manda en Cataluña?

Irrumpen nuevos sectores junto a los ‘botiguers’ y los gerentes de CiU o los profesores y la aristocracia obrera de las izquierdas

Xavier Vidal-Folch

¿Quién manda en Cataluña? Hay más respuestas para el pasado que para el presente. Disponemos de un buen enjambre de estudios generales —de época—, especializados —de sector—, y biográficos —de personaje—, sobre las élites dirigentes. De autores con especialización dispersa: desde antropólogos a historiadores, economistas, sociólogos o periodistas.

En su abrumadora mayoría se enfocan a la historia. Así, los trabajos sobre el patriciado medieval urbano (James Amelang), la burguesía industrial del XIX (Vicens Vives), la oligarquía de entre-siglos (Gary McDonough), los dirigentes del primerísimo franquismo (José Fontana), el empresariado desarrollista (Pinilla de las Heras), los banqueros (Francesc Cabana), los líderes obreros (Josep Maria Huertas)...

En cambio, faltan trabajos sobre la élite política. Algo de máximo interés actual. Como acertadamente sostiene el notario Juan-José López Burniol, los cambios políticos en curso se desarrollan en paralelo a, y en concomitancia con, la sustitución (quizá parcial) de unas élites por otras. Y, añadamos, como resultado de la erosión en la prosperidad y expectativas de las clases medias a consecuencia de la crisis desatada desde 2008 por Lehman Brothers.

La extracción sociológica de las élites, desde la transición hasta entonces, era bastante diáfana. Por un lado, las izquierdas, primero el PSUC y luego el PSC se nutrían de profesionales, liberales y asalariados (juristas, economistas, arquitectos, urbanistas, maestros, catedráticos); aristocracia obrera (líderes sindicales, dirigentes vecinales, alcaldes) y un escueto pero potente segmento de la burguesía liberal-intelectual. El origen preponderantemente metropolitano, la voluntad mestiza y la vocación expansiva (aterrizaje en el Gobierno español en 1982; en las instituciones europeas desde 1985; afluencia al tripartito de Maragall y Montilla) serían otras connotaciones.

Esta clase media se nutría de cosmovisión pujoliana: la autoimagen de payesía acomodada (la masía de los abuelos), y de gent menuda

Esta herencia se diversifica y bifurca hoy (Iniciativa y los En Comú y los Sí que es Pot) con extracciones sociales más de base, compromisos fuertes con organizaciones vecinales y mayor vinculación a movimientos sociales alternativos y al 15-M, en algunos casos fronterizos con ciertos sectores de la CUP.

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En el otro lado, el nacionalismo moderado-conservador de CiU, los perfiles también eran claros. Desde el interior, la menestralía comarcal (de botiguers y otros pequeños empresarios a gestores administrativos y API's). En las ciudades, las algo más elevadas clases medias urbanas (farmacéuticos, gerentes de empresa, profesionales liberales, consultores, profesores de escuelas de negocios), seguramente herederas —si bien con más estudios e idiomas—, de la anterior.

Gente, en fin, de calerets, benestants, establerta, acomboiada, aunque muchas veces sin exagerar, según el imperativo mesocrático de “Sant Pancràs, salut i feina!” o el de la “Verge santa del Roser, feu que en aquesta casa no hi hagi ni poc ni massa, sols el just per viure bé”. Esta clase media se nutría de cosmovisión pujoliana: la autoimagen de payesía acomodada (la masía de los abuelos), y de gent menuda algo arcaica pero que ostentaba la presunta exclusiva de haber conservado la lengua. Y que hoy se deshilacha, en parte por la corrupción, hacia los parientes más comarcales de Esquerra Republicana: más literarios, más intelectualizados, más entusiastas de la filolología y más cuadros medios municipales que dirigentes sectoriales de empresa.

Esta se emparenta, a su vez, con los jóvenes radicales patriotas que admiraron la kale borroka vasca, nutrieron los movimientos okupas y diversas rebeldías urbanitas (algunas menos santas, como la proximidad al Moviment de Defensa de la Terra), estudiaron Ciencia Política o Sociología y se aplican ahora a deslindar cuánta institucionalización y moderación necesitan.

Algo extramuros, en términos de extracción social, queda la élite del PPC, compuesta sobre todo de altos o medios funcionarios. Apenas se ha destacado que muchos de sus dirigentes (Cirera, Camacho, los Fernández) provienen de familias militares o empleadas en las fuerzas del orden.

¿Y la ascendente Ciutadans? Generacionalmente en los 40's, profesionalmente abogados, después economistas, (aunque también funcionarios), aportan un sello abrumadoramente común: la procedencia de muy diversos orígenes geográficos (muchos tienen padres o abuelos inmigrantes). Los más destacados hablan perfecto catalán, y muestran natural orgullo por ello. Pero no siempre se sienten cómodos en él.

Hay, pues, mucho cambio.

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