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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los extremos de Europa

Mas se dispone a pactar con las CUP, cuyos postulados antieuropeístas coinciden con el populismo de derechas. Aunque por vías distintas, ambos quieren desmantelar la eurozona

El europeísmo era una vocación muy exhibida por el nacionalismo pujolista. Se supone que todavía lo es para lo que queda de Convergència y eso perfila aún más el enrarecimiento de la vida pública catalana cuando resulta que esa Convergència europeísta anda buscando los votos de la CUP para que Artur Mas vuelva a ser presidente de la Generalitat. Es prácticamente imposible saber hasta dónde llega el europeísmo de Mas, pero lo que sí sabemos es que la CUP se presentó a las elecciones autonómicas con un programa que rechazaba formar parte de la Unión Europea, el euro, la OTAN y el Euro-ejército.

¿Quién sabe si se habrá hablado de esta discrepancia en los contactos entre CDC y la CUP? No es una discrepancia menor. Tal vez haya sido obviada con algunos intercambios que dan la impresión de que CDC retrocede en su europeísmo y la CUP no cede en sus objetivos. Son extrañas conjunciones cada vez más características de la política catalana, desbocada, incoherente, entregada a la estricta voluntad de permanencia en el poder. Que la CUP rechace explícitamente el euro encaja con todo su bloque programático, pero, en cambio, ¿está de acuerdo CDC en que la Unión Europea es un proyecto “al servicio del capitalismo y el neoliberalismo”?

En el Parlamento Europeo, hasta que el grupo Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa —ALDE— refrendó su conexión con Ciudadanos dejando a CDC en el limbo, su aval había sido único y exclusivo para el remanente del pujolismo. Uno se pregunta cómo verá la ALDE que su antiguo pupilo convergente busque el apoyo parlamentario de un grupo como la CUP.

La voluntad de permanecer en la Unión Europea y superar de forma conjunta todo tipo de crisis —económica, inmigratoria— establece hoy una línea divisoria en la acción política europea. Al otro lado de esta línea divisoria, en la Europa de los extremos está la CUP, mucho más allá de lo que los observadores definen ahora como la nueva izquierda europea, que distingue entre permanecer en la UE y rechazar las políticas de austeridad. En fin, la CUP opta por la eliminación del proceso de integración europea por el que se decantó el joven Jordi Pujol al conocer —según ha contado en ocasiones— los principios paneuropeístas del conde Coudenhove-Kalergi. Que todas estas cosas tengan alguna presencia en los cálculos políticos de Mas es una posibilidad remota.

Más allá de las hipótesis, lo cierto es que en el Parlamento Europeo la extrema derecha propugna —como hace la CUP— el desmantelamiento de la eurozona

Mientras, los postulados antieuropeístas de la CUP coinciden con el planteamiento reactivo del populismo de derechas, aunque vayan por vías distintas. Para Marine Le Pen, el euro es el enemigo porque atenta contra la soberanía nacional y para la CUP el euro es el emblema de una Europea entregada a los estragos del capitalismo y a los brujos de la gran banca. Otro aspecto coincidente entre las tesis antisistema de la CUP y la eurofobia de la nueva extrema derecha es que han llegado a su efecto expansivo como consecuencia de la crisis de 2008. Después de una crisis, la izquierda clásica, según estudios recientes, no avanza en términos electorales. En general, todos los gobiernos de centroderecha o centroizquierda pierden votos de forma significativa.

Más allá de las hipótesis, lo cierto es que en el Parlamento Europeo la extrema derecha propugna —como hace la CUP— el desmantelamiento de la eurozona. En el otro extremo, la izquierda antisistema echa la culpa de todos los males al “capitalismo depredador” o a la “mundialización neoliberal”. Lo extremos se tocan. Los poderes de embrujo del populismo no son exclusivos de uno u otro extremo. Parten del mito de denunciar a todos los enemigos del pueblo. La antipolítica deja poco margen cuando se dice que derecha e izquierda son lo mismo.

Al propugnar un poder democrático que existe por encima de la ley, todo lo que Artur Mas representa —de una u otra manera— acaba teniendo algo en común con los extremos. Es una pequeña obra maestra de confusión y astucia manipuladora constatable en el uso que la Generalitat hace de TV3 y Catalunya Ràdio, hasta cotas tan abusivas que hubiesen dado pie a una llamada de atención por parte de los socios de la ALDE. A estas alturas, ¿quién puede hablar de pueblo auténtico tergiversado por los poderes ocultos? La manipulación mediática tiene sus partidas presupuestarias. Más que anular el euro convendría abolir el CAC.

Valentí Puig es escritor.

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