El poder de la ‘Quinta’
El joven director venezolano Diego Matheuz ofrece en el Auditori de Barcelona una lectura vibrante y apasionada del gran clásico de Beethoven
Dicen que todo el mundo conoce la Quinta sinfonía de Beethoven, aunque lo cierto es que lo único que todo el mundo reconoce al instante es su comienzo, tan poco habitual que el legendario director de orquesta alemán Wilhelm Furtwängler lo consideraba único en la historia. Arranque genial que se transforma en el motor energético de una sinfonía que, bien interpretada, sacude emocionalmente al espectador.
Curiosamente, a veces olvidamos el valor de la Quinta como obra destinada a crear afición. Hay melómanos que arrugan la nariz cada vez que se programan obras tan populares; craso error, porque siempre hay en la sala público nuevo que jamás ha escuchado esa genial obra en directo.
LA QUINTA DE BEETHOVEN
Alisa Weilerstein, violonchelo. OBC. Diego Matheuz, director.
Obras de Magrané, Shostakóvitch y Beethoven
Auditori de Barcelona, 17 de octubre de 2015
Descubrir su estremecedora fuerza es una gran experiencia, y así lo confesaban dos jóvenes espectadores, Jan, de 17 años, y Marc, de 18, que el sábado, sentados en las primeras filas del Auditori, aplaudían a rabiar tras la exaltada interpretación de la Quinta a cargo de la OBC y el joven director venezolano Diego Matheuz. “Ha sido maravilloso, brutal, una pasada”, decían con cara de enorme satisfacción.
Tenían razón, porque ese entusiasmo, esa explosión de talento sinfónico, inundó el Auditori en una lectura vibrante, apasionada, con detalles muy personales en la acentuación y el equilibrio sonoro, que Matheuz dirigió de memoria, sin bajar la tensión, aglutinando la energía que desprendían cada uno de los músicos de la OBC.
El programa se abrió con una partitura del joven compositor catalán Joan Magrané, “...secreta desolación...”, pieza inspirada en los versos del poeta José Ángel Valente con la que ganó en 2014 el Premio Reina Sofía de Composición. Matheuz jugó con la riqueza tímbrica, el arco dinámico y las sutiles reminiscencias del tema de Parsifal que usa Magrané con imaginación sonora.
La guinda del programa fue el regreso de la violonchelista Alisa Weilerstein, que tocó con extraordinaria intensidad el Concierto núm. 2 de Shostakóvich, obra de enorme complejidad en sus cambios de ritmo, atmósfera y expresión. Tocó con mucha fuerza (rompió una cuerda, lo que obligó a detener la ejecución varios minutos y después tuvo que cambiar de arco) y con jugosos matices, muy bien arropada por Matheuz y una orquesta que, desde el inicio de temporada, se muestra en muy buena forma.
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