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Tribuna
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Un paso ‘Mas’

En Cataluña, el independentismo juega con la ventaja de que dispone de un relato. Por eso, aunque las relaciones de fuerzas no estén de su parte, mantiene la iniciativa política

Josep Ramoneda

1 . La citación judicial a Artur Mas como imputado por la organización de la consulta del 9-N era una oportunidad que el presidente no ha desaprovechado. Todo estaba minuciosamente preparado: el homenaje previo a Companys, capitalizando la torpeza de quien escogió la fecha de la declaración, debía despertar en los ciudadanos los frames de la persecución y el juicio político, aunque bien es verdad que la comparación es tan desproporcionada que casi resulta obscena. El cortejo de acompañamiento, Gobierno, dirigentes políticos varios, cuatrocientos alcaldes y algunos miles de militantes, simbolizaba un pueblo detrás del presidente. Y una frase, “yo soy el único responsable del 9-N”, permitía a Mas colocarse, como jefe único, al tiempo afirmaba el carácter estrictamente político de su imputación.

Artur Mas ha conseguido tres objetivos: Dar un nuevo aliento a la movilización independentista, nuevamente centrada en torno al amplio consenso sobre el derecho a decidir del que la cita del 9-N es el símbolo (el independentismo regresa a la casilla anterior); reforzar su candidatura a la presidencia de la Generalitat, achicando el campo a la CUP, que puede ser señalada como culpable de deslealtad patriótica sino le encumbra, y tallarse una imagen de héroe nacional —la tela que separa la grandeza del ridículo es muy fina— por si por razones políticas (que no llegaran los apoyos esperados) o político-judiciales (que fuera condenado) tuviera que pasar a la reserva.

2. Es raro que un Gobierno y 400 alcaldes se manifiesten. Más todavía que lo hagan ante un Tribunal de Justicia. Estas movilizaciones asociadas al enaltecimiento de una persona siempre son equívocas. Lo normal en democracia es que sean los ciudadanos los que ocupen la calle y los Gobiernos, los interpelados. Sólo en casos excepcionales se busca la imagen del gobernante y el pueblo que le sostiene. Este caso lo es.

Representa un peldaño más en un proceso de ruptura. El espectáculo del jueves es la enésima consecuencia de la estrategia del PP, que transfiere a los jueces decisiones que competen al Gobierno y les compromete políticamente. Si el procedimiento, como parecería razonable, no prospera, el Gobierno español que lo ha impulsado queda en situación delicada y el soberanismo se apunta un éxito. Y si Mas es condenado, el Gobierno español lo celebrará, pero el soberanismo se sentirá cargado de razones y el conflicto dará un salto cualitativo.

Cuando Rajoy declara inadmisible la comparsa de acompañamiento a Mas ante el Tribunal, olvida que su partido ha arropado en la calle a cinco imputados: Camps, Fabra, Albiol, Baltar y Rus, y no precisamente por casos de desobediencia política. Lo que es inadmisible es la elusión de responsabilidades por parte del presidente Rajoy, la negativa a reconocer el problema y afrontarlo políticamente. Defender la ley no es transferir los problemas políticos a los tribunales, no es negar un conflicto porque la ley lo prohíbe, como si sólo lo legal fuera real; no es convertir la ley en una jaula. El instrumento no puede ser un fin en sí mismo. Da vergüenza repetir lo obvio, y ver cómo Rajoy sigue inmóvil. Dio por supuesto que el soberanismo se agotaría, no resistiría el paso del tiempo. Y ahí está, más fuerte que nunca.

El espectáculo del jueves es la enésima consecuencia de la estrategia del PP, que transfiere a los jueces decisiones que competen al Gobierno y les compromete políticamente

3. El mismo jueves participé en París en una reunión en la que se debatió el eclipse de la política. Falta relato, se echan de menos políticos capaces de imaginar, de dar cuerpo a cosas que no existen todavía, pero que son deseables y si la gente las cree posibles se puedan conseguir. En tiempos de claudicación de la política, en todas partes suena esta misma canción. Si la política ha perdido la capacidad de relato, ¿quién va a asumir esta tarea? ¿Hay que dejarla a la capacidad normativa del dinero?

En Cataluña, el independentismo juega con la ventaja de que dispone de un relato, mientras que los partidos españoles han renunciado a construir el suyo. Por eso, aunque las relaciones de fuerzas no estén de su parte, el independentismo tiene la iniciativa política. Y marca la agenda, con el Gobierno y los tribunales corriendo detrás. Por falta de política. ¿Sigue pensando Rajoy que condenando a Artur Mas el problema se ha terminado?

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