El lago del éxtasis
La magistral interpretación de Tamara Rojo en su doble papel de Odette-Odil en 'El lago de los cisnes' cortó la respiración del público del Liceo
Hermoso hasta el éxtasis, elegante y técnicamente perfecto es El lago de los cinesque el English National Ballet (ENB) ofrece en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona hasta mañana. Sí, localidades agotadas hace días, pero siempre hay quien no puede llegar: intenten a ver si hallan una, no se arrepentirán.
La noche del jueves la protagonista era la bailarina española Tamara Rojo (Montreal, 1974), que además es la directora de la compañía desde 2012. Su magistral interpretación cortó la respiración del público en el doble papel de Odette-Odil.
Ese papel, que inmortalizaron bailarinas de la altura de Anna Pavlova, Alicia Markova, Margot Fonteyn, Maya Plisetkaya o Alicia Alonso, es un reto. En el baile de Rojo se cristalizan diferentes escuelas, lo que la convierten en una intérprete ideal: posee el giro seguro que le dio Víctor Ullate, la elegancia de la escuela inglesa y la pasión de la cubana. A ello le suma el estilo de la danza contemporánea, lo que le confiere una pátina de modernidad.
Bella e inteligente, Rojo posee una fuerte personalidad escénica, que exhibe un elegante y expresivo gesto. En la variación del cisne blanco estuvo sencillamente sublime y virtuosa, mientras que en el cisne negro fue todo pasión y energía. A la hora de los célebres 32 fouettés empezó ya ejecutándolos dobles y triples; al final, el público había perdido la cuenta, hechizado por sus puntas fuertes, que se clavaban con decisión en el suelo del escenario. Además, la belleza de su movimiento de brazo desveló la riqueza de múltiples registros.
El lago de los cisnes
English National Ballet. Directora: Tamara Rojo. Música de Chaikovski. Orquesta del Liceo dirigida por Gavin Sutherland. Coreografía de Derek Deane. Intérpretes: Tama Rojo (Odette-Odile) e Isaac Hernánez (Príncipe Sigrid). Gran Teatro del Liceo. Barcelona, 17 de setiembre de 2015.
Su pareja, el bailarín mexicano Isaac Hernández, fue un virtuoso Príncipe Sigfrid, con un giro preciso y un elevado salto. Su juvenil apariencia impregnó de vitalidad su interpretación.
La versión que ofrece el ENB, en cuatro actos, es la del coreógrafo británico Derek Deane, que ha respetado la exitosa de Marius Petipa y Liv Ivanov de 1895 y ha tenido en cuenta la versión de Federick Ashton en 1963. Pero Deane ha dado a la obra la agilidad y dinamismo que requiere hoy el ballet clásico, como demuestra el magnífico trabajo coral. Así, en el primer y tercer acto, nobleza y pueblo bailan con una precisión técnica apabullante.
Para expresar la belleza del segundo y cuarto actos faltan adjetivos: el baile de los 24 cisnes es sublime. El movimiento sobrenatural de sus brazos contrasta con la fuerza de su presencia. Son cisnes encantados que luchan por romper el hechizo y volver a ser mujeres. Deane, respetando la versión original, ha optado por el final trágico: la muerte de la pareja. Versiones posteriores han optado por el happy end. Mención especial merece el bailarín James Streeter como el malvado Rothbart.
En la versión del ENB desempeña un papel clave la sugestiva escenografía y distinguido vestuario de Peter Farmer. La combinación de colores es de un gusto exquisito. Sólo faltaba el diseño de luces que firma Howard Harrison: otro acierto de este oceánico El lago de los cisnes.
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