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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La lucha por la hegemonía

De lo que no cabe duda es que en las elecciones del 27S está en juego quién o quiénes van a conseguir representar la hegemonía política en Cataluña en los próximos años

Joan Subirats

Las elecciones del 27S se mueven en el terreno de las grandes citas. Aquellas en las que está en juego algo más que saber como se distribuyen los votos entre los partidos. Si nos atenemos a las posiciones más nítidas, para algunos estas elecciones serían el final de un largo proceso (re)iniciado tras la gran movilización de septiembre del 2012. La versión “plebiscito” situaría a todos en uno de los dos bandos posibles, los favorables a la independencia y los que no lo son. Para otros, empeñados en rebajar la trascendencia del momento, serían unas elecciones más. Importantes en el sentido que todo el escenario político, tanto español como catalán está en proceso de transformación, pero nada más. De lo que no cabe duda es que en estas elecciones está en juego quién o quiénes van a conseguir representar la hegemonía política en Cataluña en los próximos años. Puede permitir clarificar el escenario en el eje nacional, pero más allá, será un momento estratégico en el que se decantarán nuevos protagonismos y se definirá la nueva agenda política catalana en pleno cambio de época.

El tema de la hegemonía ha ido ganando centralidad en el debate político contemporáneo. No es que sea un tema nuevo. De hecho, está ya presente con claridad en Maquiavelo, y lo retomó, de manera brillante y más recientemente Gramsci. En un libro, cuyos autores dedican a Ernesto Laclau, la que fue su compañera, Chantal Mouffe, y el líder de Podemos, Iñigo Errejón, que realizó su tesis sobre el tema, discuten el significado contemporáneo del concepto y su vinculación con las transformaciones de la democracia (Construir pueblo, Icaria Editorial, 2015). En la versión gramsciana, la hegemonía sería la expresión de lo que en cada momento, la mayoría de la población entiende como lo que conviene hacer, lo razonable, lo de sentido común. Esa concepción mayoritaria, si es canalizada políticamente de manera adecuada, se convierte en hegemonía política. En el 27S estaremos dirimiendo entre viejas y nuevas hegemonías políticas.

La hegemonía política en Cataluña ha venido siendo ejercida por CiU en el gobierno de la Generalitat (con la excepción de los años del Tripartito) y, en general, por la combinación PSC-ICV en los grandes municipios del país. El predominio de la matriz socialdemócrata de baja intensidad (es decir con prioridad a soluciones de mercado y con débil capacidad redistributiva) ha sido notable. Era esa la expresión de la hegemonía política: catalanismo y socialdemocracia, adecuadamente combinadas. El giro neoliberal, que la globalización alimenta y refuerza, arrastra incluso a la socialdemocracia europea en la versión Tercera Vía de Blair. Los equilibrios se rompen, y estallan nuevas tensiones. Maragall y Mas son explicitaciones distintas pero semejantes de cómo se expresa ello en el marco nacional catalán, a la búsqueda de soluciones que permitan reforzar la cohesión social en una Cataluña que pueda liberarse de las exigencias a que la somete el sistema político y constitucional autonómico. Y esa ha sido y es una expresión una nueva hegemonía política, la del soberanismo.

Pero, no es la única. La matriz socialdemócrata ha perdido mucha capacidad de consenso, tras su incapacidad para responder adecuadamente a los nuevos retos que la globalización y el cambio de época plantean. La frase de Blair: “nosotros ahora somos todos clases medias, podemos entendernos” contrasta demasiado con un mundo más y más desigual, en el que las élites políticas han sido subyugadas y capturadas por los grandes intereses financieros y económicos. Por otro lado, la expresión del conflicto social ya no se manifiesta solo en clave social-productiva, sino que tiene otras muchas expresiones, de género, ambientales, culturales, etcétera. La revolución social no pasa solo por cambiar solo la dirección del sistema productivo, sino también por hacer realidad las promesas incumplidas de la democracia. Esa democracia en versión radical, es la que puede permitir construir una nueva hegemonía, que incorpore la cuestión nacional, pero que no se limite a ello, sino que reconozca la autonomía personal, reconozca la diversidad y vele por la igualdad, con nuevas formas de predistribución, de redistribución, y con capacidad de decisión directa de la gente en todo lo que les atañe. Eso es lo que esta en juego. La hegemonía política en la nueva Cataluña. La que quiere tener derecho a decidir con independencia. Ese es el dilema del 27S.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.

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