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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El presidente y la alcaldesa

Mas y Colau se vieron cara a cara un año y ocho meses después de la reunión entre la Generalitat y la PAH. La alcaldesa se ha convertido en una alternativa incómoda

Mercè Ibarz

Qué inquietud debió de causar en el presidente Mas la sesión de investidura de la alcaldesa Colau, primera mujer alcalde desde el protodemocrático Consell de Cent que honra la ciudad, institución de gobierno municipal entre los siglos XIII y XVIII predecesora del Ayuntamiento de Barcelona. Una activista social a la cabeza, con los votos soberanistas de ERC y uno de la CUP, mientras en el Saló de Cent y en la plaza de Sant Jaume, llena a tope de personas que seguramente hasta ahora no habrían dicho nunca que allí estarían, se oía a gritos “Sí se puede”. En castellano, adaptación del Yes, we can obamiano que no tiene de momento versión en catalán.

La inquietud del presidente se hizo palmaria en el Palau de la Generalitat, cuando la alcaldesa llegó por fin tras hacerle esperar, digamos, a causa de la lentitud de cruzar la plaza entre la riada de gente. El protocolo reunía finalmente a Mas y Colau. El cuerpo entero del presidente transmitía rigidez, una incomodidad resuelta a manifestarse sin manías. Sus palabras de bienvenida, en correspondencia, así lo hicieron.

El presidente tenía necesidad de decir que conocía a la alcaldesa porque ya se habían reunido, no antes de la investidura sino cuando Ada Colau era portavoz de la PAH. Sabíamos que no la había llamado ni le había felicitado el triunfo electoral del 24-M. Ahora el presidente decía además que sólo se habían visto una vez, el 10 de octubre de 2013, según las hemerotecas, en la reunión en la Generalitat con el banco malo, la Sareb y la PAH. Hace un año y ocho meses.

No fue lo único que el presidente tuvo necesidad de resaltar. Dio a entender también, de forma indirecta y clara, que no había seguido la sesión de investidura. “Supongo que habréis hablado”, dijo, “de la precariedad”, en referencia a la desestructura social que echa a perder la vida colectiva y hoy es trending topic si quieres ganar elecciones. El presidente Mas, que puede ser un orador competente, no escondía así que es humano, muy humano: se le escapaba por todos los poros una suerte de resentimiento que no puede digerir. De veras que le comprendo, presidente. Tiene delante una seria alternativa, por utilizar la palabra —alternativa— que el alcalde Trias, que dejaba de serlo, dijo en su discurso preferir a la palabra oposición.

Mas puede hacer ruedas de prensa de dos o tres horas y ya veremos las de Colau, que también tiene cuerda para rato cuando se pone

Una alternativa diversa. Ada Colau es también oradora competente. Les gusta hablar en público, a este par. El presidente puede hacer ruedas de prensa de dos o tres horas y ya veremos las de la alcaldesa, que también tiene cuerda para rato cuando se pone. En el discurso inaugural de su mandato, Colau nos relató como quien dice el programa entero de Barcelona en Comú, sin contemplaciones de tiempo. Incluso informó de qué le diría a continuación al presidente. Un discurso largo, estructurado, de conclusión bien tejida que, con voz honda y suave en este punto, hacía regresar al Saló de Cent líricas y épicas renovadas: “He visto cosas increíbles. He visto gente menuda, aparentemente insignificante, minúscula, alzarse sobre la nada, sin dinero, sin poder, pero con ayuda de otros, hacerse enorme y vencer a Goliat”. La alcaldesa puede ser de voz tranquila y firme, como también puede serlo el presidente.

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Asimismo Colau puede ser alternativa por un concepto que el presidente Mas no gasta de momento, el de autoridad social. La alcaldesa lo enunció para describir la primera fila de invitados, donde estaban representantes de plataformas de diferentes ámbitos sociales, incluidos los huelguistas de Movistar (una de las estrellas de la sesión: salieron en la sólida intervención de la concejal Lecha, en uno de los dos votos nulos de la CUP y en el discurso de la alcaldesa). Me parece que desde que Josep Pla lo hizo en un artículo de 1924 nadie más ha hablado de ella, de la autoridad social. Pla reflexionaba y proponía entonces que una comunidad solo puede funcionar bien si tiene bien representadas y bien equilibradas las tres autoridades: autoridad administrativa, autoridad política, autoridad social.

Para Colau, así lo dijo nada más empezar, la noción de autoridad es contemporánea, la formulada por el feminismo: la autoridad solo puede ser reconocida, si la tienes es porque otros te la conceden. También para Pla, feminista nulo, pobre hombre. Tiene gracia que, sin saberlo y desde otro ángulo, sea Ada Colau quien repesque a Pla.

Sí, la cosa tiene bastante gracia. Anímese, presidente, le hará falta.

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF

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