Instigador de sonrisas
Algo bien singular sucede en torno a un hombre que llena hasta el segundo anfiteatro la Joy Eslava con un público que en los prolegómenos corea desde Ojalá (Silvio Rodríguez) hasta la desmadrada versión de Here Comes the Sun a cargo de James Last. Puede que nadie como el coruñés Xoel López haya acertado tan valientemente con la tecla de la falta de prejuicio, a años luz de aquel cantautor indie que descubrimos expresándose en inglés. Parafraseando uno de sus mejores títulos, Xoel es el gallego de todas partes, un artista que patenta una suerte de tropicalismo insólito en el triángulo escaleno que definen Buenos Aires, Salvador de Bahía y la Torre de Hércules. Y funciona: el antiguo artífice de Deluxe es hoy un fantástico instigador de sonrisas.
El recién nacido Paramales ratificó el viernes sobre el escenario el fascinante camino emprendido en Atlántico (2012), aquel primer trabajo con nombre propio. La banda (Charlie Bautista en los teclados, Miguel Rivera a la guitarra…) es poderosísima, y las percusiones con los pies de los coristas en la inaugural Patagonia aportan un sabor excitante desde el primer minuto. En realidad, el único enemigo del repertorio nuevo es la soberana excelencia de su antecesor, que casi nunca parece en condiciones de superar. La paleta se amplía aún más con sorpresas como la espléndida Almas del norte, homenaje al northern soul que Xoel celebra con algún garbeo simpático, o ese demoledor estreno en gallego, A serea e o mariñeiro, a ritmo de batucada. Ningún hombre, ningún lugar insiste en la vocación nómada como solución a las congojas. Pero Un año más abraza un optimismo desaforado y La casa hace ruido parece romanticismo ligero para un relanzamiento de Jeanette. Son objeciones mínimas frente a la rotunda evidencia de que pese a los nervios del estreno, encarna el mejor equilibrio entre poesía e inmediatez.
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