Pegar al ‘sin techo’ ya no sale gratis
Imputados por torturas dos jóvenes que apalearon a una persona sin hogar en un cajero del centro de Barcelona; las entidades batallan por incluir la “aporofobia” como agravante
Un joven de 23 años y su pareja, una chica de 19, apalearon hace un mes a una persona sin hogar que pernoctaba en un cajero de la calle Gran de Gràcia, en Barcelona. La víctima, un hombre de 58 años, no resultó herido de gravedad y los agresores ni siquiera han sido imputados por un delito de lesiones, sino solo por una falta. El pago de una multa, en principio, sería suficiente para que la pareja saldara sus deudas con la justicia. “Hasta hace poco, esta violencia gratuita hacia sin techo se instruía como una falta cuando las lesiones no eran graves. Pero las cosas han cambiado”, explican fuentes de la Fiscalía.
Si se demuestra que cometieron la agresión —algunos testigos del suceso ya han declarado en su contra— la pareja no va a esquivar fácilmente una pena de prisión: además de la falta de lesiones, el titular del juzgado de instrucción número 17 de Barcelona les ha imputado por torturas. El Código Penal castiga los delitos contra la integridad moral —infligir a alguien “un trato degradante”— con penas que van de los seis meses a los dos años de cárcel.
Las agresiones a las personas sin hogar
892 'sin techo'. Según el último recuento de la Fundació Arrels, 892 personas viven en la calle en Barcelona. Eixample es el distrito que acumula más personas sin hogar (242), seguido de Ciutat Vella (217); el que menos, Horta-Guinardó (19).
11 delitos en España. En 2014, los cuerpos policiales contabilizaron 11 delitos de odio motivados por aporofobia, lo que supone un aumento del 175% en relación con el año anterior, según los datos recogidos en el informe de Hatento.
50% discriminados. La mitad de los sin techo afirman haberse sentido discriminados en al menos una ocasión, según una encuesta a personas sin hogar elaborada en 2012 por el Instituto Nacional de Estadística.
51% víctimas. Más de la mitad de las personas sin hogar afirman haber sido víctimas de alguna agresión, según la misma encuesta. Al 20% le han pegado en alguna ocasión; al 30% le han robado alguna vez sus pertenencias o su documentación.
De 45 a 64 años. Es la franja de edad en la que se producen la mayoría de agresiones.
El ataque ocurrió en un cajero de Caixabank muy cercano a los Jardinets de Gràcia. Se trata de un espacio amplio —hay hasta cuatro cajeros automáticos— que por la noche suele acoger a personas sin hogar. El pasado 21 de abril, Rafael (el nombre es ficticio) estaba allí. Dos jóvenes se le acercaron y le agredieron. Los Mossos d’Esquadra les detuvieron y remitieron las diligencias a la fiscalía de delitos de odio de Barcelona, que persigue con especial celo esta clase de incidentes para que no queden impunes o castigados con la imposición de una sanción económica.
A petición del fiscal Miguel Ángel Aguilar, la policía autonómica examina ahora si los dos jóvenes pertenecen a algún grupo organizado o xenófobo. Los delitos de odio se cometen “por un prejuicio hacia un grupo o colectivo social”, señala el informe Los delitos de odio contra las personas sin hogar, del Observatorio Hatento, que agrupa a entidades de Cataluña, Madrid y el País Vasco. “Da igual que sean Pedro, Saúl o Manuela, lo que les hace el blanco de la violencia es ser personas sin hogar”, agrega el documento, que denuncia la “vulnerabilidad” de un colectivo que aglutina, según la Comisión Europea, a unas 410.000 personas en el continente. La semana pasada, voluntarios de la Fundació Arrels contabilizaron, solo en Barcelona, a 892 personas viviendo en la calle.
Entidades como Hatento o Arrels, y la misma Fiscalía, luchan por abrir paso a un concepto que contemple la discriminación específica a las personas sin hogar: la aporofobia, término acuñado por la catedrática Adela Cortina hace nueve años. La aporofobia describe “un sentimiento difuso de rechazo al pobre, al desamparado, al que carece de salidas, de medios o recursos”, recoge el documento. Las instituciones pretenden que sea una circunstancia agravante del delito, al mismo nivel que el racismo.
Las agresiones a personas sin hogar suelen producirse de noche, sin testigos, lo que redunda en su impunidad. Los empleados de las tiendas cercanas a la sucursal donde fue agredido Rafael apenas han oído hablar del suceso: “No está bien que les peguen, pero... El viernes saqué dinero y había un hombre durmiendo. Aunque parecía buena gente, nunca sabes si te puede robar”, explicaba ayer la trabajadora de una zapatería. “Si pensamos que las personas sin hogar” —replica el informe de Hatento— “nos van a robar o agredir, ¿qué grado de verosimilitud le daremos a su testimonio como víctima?”
La persecución judicial a los agresores de sin techo por delitos más graves empieza a hacerse hueco. Hace poco menos de un año, un juez de Barcelona condenó por un delito contra la integridad moral a un hombre de 30 años que agredió a Francisco Javier M. , de 47, en un cajero del BBVA en la plaza de Llucmajor. La pena fue de dos años y ocho meses porque incluía otros delitos (amenazas, robo con violencia) a pesar de que la paliza como tal (falta de lesiones) se sancionó con una multa 270 euros.
Los hechos ocurrieron a principios de 2014. El agresor admitió que entró con una mujer y un Pitbull en un cajero donde Francisco Javier dormía desde hacía poco. El hombre le increpó sin motivo “al tiempo que le daba patadas y le decía que cogiera sus cosas y saliera de allí”, recoge la sentencia. El agresor puso un cuchillo en el cuello de la víctima: “O sales o te rajo aquí mismo”. Francisco Javier volvió a dormirse cuando se fue el agresor. Éste, sin embargo, volvió para pegarle otra vez y robarle un pequeño radiocasete y unos cuantos euros.
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