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Unas elecciones de fin de ciclo

Los comicios a Cortes Valencianas apuntan a un escenario de pactos puntuales que pondrá fin a casi dos décadas de mayorías absolutas del PP

Fabra, Rajoy y Barberá buscan el calor de sus votantes en el mitin de la plaza de toros de Valencia celebrado el pasado jueves.
Fabra, Rajoy y Barberá buscan el calor de sus votantes en el mitin de la plaza de toros de Valencia celebrado el pasado jueves.JOSÉ JORDÁN (AFP)

Ninguno de los partidos que concurren a las elecciones que se celebran este domingo a Cortes Valencianas prevé que el PP pueda reeditar la mayoría absoluta con la que ha contado desde 1999 sin interrupción. Son unas elecciones de fin de ciclo, marcadas por la aparición de nuevas fuerzas emergentes y una composición del Parlamento que, previsiblemente, estará integrado por siete grupos políticos en vez de los cinco actuales. La decisión está ahora en las manos de 3,6 millones de valencianos que elegirán un total de 99 diputados a Cortes Valencianas y a los ediles de 542 municipios.

El PP, que ha dirigido la Comunidad Valenciana desde 1995, y algunos de los principales ayuntamientos como el de Valencia desde 1991, es consciente de que el fenómeno de la corrupción, los recortes aplicados y el aumento de las desigualdades durante la crisis económica son una carga muy pesada. Una carga que el presidente de la Generalitat en funciones y candidato del PP, Alberto Fabra, ha tratado de compensar apartando de su entorno a los cargos implicados en casos de corrupción y evitando la quiebra de los principales servicios públicos de la Administración valenciana.

Consciente de que la mayoría absoluta quedará lejos, Fabra ha evitado colisionar durante la campaña electoral con Ciudadanos, el partido de Albert Rivera y Carolina Punset que, si la aritmética lo permite, podría convertirse en la muleta imprescindible para seguir al frente de la Generalitat. Los populares acuden hoy a las urnas pensando en términos de derecha e izquierda y, sin duda alguna, colocan a Ciudadanos dentro de su espectro ideológico. En el entorno de Fabra explican que su programa electoral se parece, casi como una gota de agua a otra, al de Ciudadanos y que las medidas de regeneración de democrática que proponen pueden ser asumibles.

Para el PSPV-PSOE de Ximo Puig las cuentas son otras. Por un lado, los socialistas no descartan que las urnas arrojen una mayoría amplia de izquierdas, con Compromís, Esquerra Unida y Podemos, con posibles combinaciones que, según sus cálculos, no alterarán el hecho de que el PSPV sea el partido más votado por los progresistas. Por otro, Puig es reacio a atribuir a Ciudadanos el rol de muleta del PP y considera que el carácter centrista del partido de Rivera y la lacra de corrupción del PP valenciano pueden posibilitar, cuanto menos, una abstención a favor del recambio en el Gobierno de la Generalitat.

Para Ciudadanos y Podemos las elecciones valencianas son un paso más hacia las generales. Ambas fuerzas aseguran que su aspiración es ser el partido hegemónico tras el recuento de las urnas, aunque saben que su fortaleza dependerá de cómo puedan condicionar el tablero político en las Cortes Valencianas. En lo que sí parecen coincidir es en la necesidad de cambiar el sistema electoral para suprimir la barrera electoral del 5% y en introducir medidas de transparencia y regeneración democrática. A partir de ahí las coincidencias empiezan a difuminarse.

Compromís, consciente de que ha aguantado los envites de las fuerzas emergentes, ha jugado con el liderazgo de su candidata, Mònica Oltra, el más valorado en todos los sondeos, y la mayor implantación municipal de su reciente historia. Sobre esos dos vectores y una campaña realizada a pie de obra, Compromís aspira a volver a dar la sorpresa, como ya lo hizo en 2011 cuando los sondeos no le otorgaban los seis escaños que obtuvo, y situarse en disposición de colocarse en el vértice de la nueva geometría variable que se instalará en las Cortes Valencianas.

Para Esquerra Unida y su candidato Ignacio Blanco las elecciones del 24 de mayo volverán a ser unos comicios de infarto, pendientes de la participación y de si superan la temida barrera electoral del 5% de los votos emitidos en toda la Comunidad Valenciana. En su contra juega la aparición de València en Comú, la marca blanca de Podemos que le puede restar unos apoyos necesarios para el cómputo total en la capital,y a favor tiene el haber capitaneado el dipugate, los escándalos relacionados con las grabaciones que Marcos Benavent realizó con el presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, y otros cargos del PP en relación con el supuesto cobro de comisiones a distintas empresas.

En cualquier caso, la decisión de la futura composición del Parlamento valenciano está ya en manos de unos ciudadanos que, tradicionalmente, han participado en la Comunidad Valenciana de forma masiva en las votaciones, con porcentajes cercanos al 70%, y que hoy eligen a sus representantes.

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