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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Para qué votar

La corrupción y el despilfarro han alejado a la ciudadanía de los políticos

Más de 300 personas aguantaron durante dos horas y media una mesa redonda con seis candidatos a las inminentes elecciones municipales. En respetuoso silencio. Solo interrumpido en dos ocasiones. Una, cuando el candidato de IU le dijo al del PP: “Hoy es el día del libro, no el día del cuento”. El público lo premió con algunos aplausos.

La otra, cuando uno de los asistentes expresó que había quedado tan deprimido por el panorama que pintaban los candidatos que se preguntaba si merecía la pena votar, si el voto servía para algo. Hubo un espontáneo y cerrado aplauso. ¡Hasta tal punto ha llegado el deterioro de la política que centenares de personas aplaudían a quien mostraba sus dudas sobre la utilidad del voto!

Leo estos días (con algún retraso) el memorable ensayo de Antonio Muñoz Molina Todo lo que era sólido (Seix Barral, 2013). Imprescindible para entender lo que ha pasado en España desde la Transición a hoy. El escritor ubetense rememora la “gran oleada democrática de 1979”, cuando se celebraron las primeras elecciones municipales de la democracia reinstaurada y cómo desde muy temprano lo que parecía sólido comenzó a derretirse.

Escribe Muñoz Molina: “Desde muy pronto [alcaldes y concejales] mostraron predilección por los simulacros; por las solemnidades, los protocolos, los acontecimientos, las conmemoraciones, las procesiones, las festividades, los eslóganes publicitarios, las campañas de imagen…” Algunos, añado, se corrompieron. Aunque la inmensa mayoría de los miles de ediles fueran honrados y trabajaran por el bien de sus pueblos, esa minoría corrupta ha manchado la imagen de la política hasta el punto de que, años después, una parte importante de la población huye de ella. Y duda de la necesidad del voto. Un dato: en tres años (2012-14) se han detenido en España a 13.000 personas por delitos fiscales y de corrupción (la cuarta parte en Andalucía).

La presencia de nuevos partidos y el giro dado (esperemos que no solo cosmético) por las formaciones veteranas ante la corrupción, el oscurantismo y el despilfarro promete una renovación en las formas de gobernar. Esperemos que así sea. Y que el voto vuelva a tener el significado esperanzador que tuvo hace 36 años, cuando la inmensa mayoría de los españoles pudieron elegir por vez primera libremente a sus alcaldes.

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