Clásico con el sello Bieito
No envejece mal el montaje de 'Carmen' de Bizet que el director creó en 1999 y que ha sido vista por más de 500.000 espectadores en 16 ciudades
No envejece mal el montaje de Carmen de Calixto Bieito. Su visión de la obra maestra de Bizet, ambientada en un sur fronterizo, entre Ceuta y Marruecos, en los años sesenta del siglo pasado, entre legionarios cargados de testosterona, prostitución a granel y trapicheos de contrabandistas, sigue sacudiendo al espectador. Lo lleva haciendo muchos años; el montaje nació en 1999 en el Festival de Peralada y llegó al Liceo en 2010 en una nueva coproducción con tres teatros italianos —Massimo de Palermo, Regio de Turín y La Fenice de Venecia— protagonizada por Béatrice Uria-Monzon y Roberto Alagna (grabada en DVD) y que ha sido vista por más de 500.000 espectadores en 16 ciudades de todo el mundo.
Bieito impone un ritmo teatral trepidante, a veces con dureza excesiva, y se lleva por delante los tópicos de la falsa España de Merimée, pero acude a otros tópicos visuales para explicar la historia con escenas de violencia y sexo que remiten al cine de Tarantino o a los mafiosos de Scorcese. Puro Bieito, capaz también de encontrar poesía entre tanta miseria; levantó aplausos la escena del maletilla desnudo que bajo la luz de la luna y a los pies del famoso Toro de Osborne ensaya unos pasos durante el más poético entreacto. Y te deja clavado en la butaca cuando la monumental valla cae al suelo con estrépito dando paso al cuarto y crucial cuarto acto.
CARMEN DE BIZET
Béatrice Uria-Monzon, Nikolai Schukoff, Evelin Novak, Massimo Cavalletti, Núria Vilà, Itxaro Mentxaca, Fracisco Vas, Àlex Sanmartí, Marc Canturri, Giovanni Battista Parodi. Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceo. Dirección musical: Ainars Rubikis. Dirección de escena: Calixto Bieito. Liceo. Barcelona, 17 de abril.
Lástima que en lo musical no funcionan tan bien las cosas en la reposición del montaje —seis funciones hasta el 2 de mayo— bajo la superficial dirección del joven letón Ainars Rubikis. Le falta un hervor al trabajo musical, lo que se traduce en el foso en un sonido orquestal ruidoso y desequilibrios en la concertación.
La mezzosoprano Béatrice Uria Monzon vuelve a dar vida a la gitana cigarrera, papel que domina y recrea mejor como actriz que en lo vocal, pues anda corta de graves y justa en los agudos. De canto áspero, el tenor alemán Nikolai Schukoff funciona mejor en los pasajes de mayor calado dramático. Bien la soprano croata Evelin Novak, una Micaëla algo sosa al principio, pero que ganó intensidad, y muy decepcionante Escamillo a cargo del barítono italiano Massimo Cavalletti. Decepcionó también el equipo de comprimarios; aunque la acción teatral los lleve al límite, deberían cuidar más la línea y gritar menos.
Tras un flojo comienzo, la formación liceísta, con Conxita Garcia como titular, mejoró el rendimiento y fue a más en el último acto, el más desnudo de artificios, en el que Bieito sólo necesita una cuerda y un círculo en el suelo para generar tensión. Un clásico de Bieito que sigue dando guerra en los escenarios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.