“Sin los hermanos Etxebarrieta no se entiende el origen de ETA”
El autor publica la novela ‘Cincuenta semanas y media en Brighton’
“Ahí lo dejo, como un legado”. Eugenio Ibarzabal (San Sebastián, 1951) se refiere así a su última novela Cincuenta semanas y media en Brighton (Editorial Line Books, 425 páginas, 12 euros), a la que ha dedicado los tres últimos años de su vida. “Lo necesitaba y se lo debía quizá a mi hijo que un día me dijo que no le diera opiniones sobre lo pasado, sino que contara vidas, que él ya se haría su propia opinión”, admite el autor en vísperas de la próxima presentación en Bilbao de su obra, que ya se encuentra en las librerías.
Ibarzabal siente “una liberación” personal con esta nueva creación literaria que al abogado Txema Montero le ha llevado a preguntarse “¿novela histórica o historia novelada?” Y es que en el ameno transcurrir del libro, este periodista que compartió junto a José Antonio Ardanza cuatro años de intensa vida política institucional (Diputación de Gipuzkoa y Lehendakaritza) ha creado “un thriller que esconde la vida de una familia, de una generación y de unos jóvenes, protagonistas y testigos de una historia única”, como subraya Bernardo Atxaga.
Ocurre que en la obra Ibarzabal empieza a bucear con soltura por los primeros años de ETA —sin alusión alguna— en medio de un contexto social que le lleva desde Bilbao a Bayona o San Juan de Luz por causas del inevitable exilio y que desmenuza por medio de una precisa descripción de situaciones personales siempre en un ambiente nacionalista. A tal minuciosidad llega que para el lector se antojan escenas vividas, pero de las que aleja “con una decidida intención” de "toda valoración política", según destaca con ánimo rotundo durante la entrevista. “Mis opiniones son conocidas; ahora se trataba de conocer y penetrar en los protagonistas”.
Después de haber recreado el germen de ETA y de entrecruzar sus derivadas ideológicas — “ir hacia la independencia en Euskadi como la de Argelia”— y terroristas, Ibarzabal sigue “pensando lo mismo” sobre “el sufrimiento y el tiempo perdido en esta lucha” en Euskadi. Es una ratificación a la que llega, además, después de “hablar con un sinfín de personas, todas ellas conocedoras de las situaciones que cuento en el libro”, recuerda al explicar su metodología. “Muchas mujeres me han contado cosas que habían vivido en su tiempo y que ni siquiera fueron capaces de decir a sus hijos y maridos”, apunta el autor satisfecho de llevar a su novela “datos absolutamente contrastados” después de un arduo trabajo del que “ya me he liberado”.
“Sigo pensando en el tiempo perdido en esta lucha en Euskadi”
Asentado sobre recuerdos, libros, legajos, Ibarzabal ha necesitado recurrir a textos oficiales como le ocurrió con un sumario que se encontraba en El Ferrol. Allí certificó las entrañas de aquel descarrilamiento del tren en San Sebastián un 18 de julio de 1961, coincidiendo con el 25 aniversario de la sublevación y que provocó una cadena de detenciones, vinculadas “a la sexta”, rama de acción de la organización. Y en el medio de este retazo, el autor se apropia de un pretexto histórico para proyectar la angustia familiar que provocaba en Euskadi una detención inesperada. Ahora bien, tampoco le impide recrear actuaciones policiales como las registradas en la comisaría de Indautxu o en San Sebastián.
“Ha merecido la pena”, repite con cierta asiduidad al recordar el recorrido de este “absorbente” trabajo, que por fin le da paso a recobrar un tiempo vital que dividirá cada día entre el 20 % de atención a su consultoría y así dedicar el resto de las horas a su pasión por la literatura.
Ibarzabal ha ideado en el hilo conductor de su novela un viaje a Brighton (Inglaterra) para incrustar a su personaje en dos caminos de vida paralelos y así retratar escenas de una reflexión interior mientras aprende inglés hasta recrear situaciones de (des)amores (Julia, Anne, Joana, Carmen) por parte de “un viejo verde”, que introduce sin tapujos y con reiteración. Pero todo concatenado hasta en las situaciones más sorprendentes para trasladar así la sensación al lector de que domina los escenarios como le ocurre con las calles, las excursiones al monte, Zugarramurdi o los grupos de danza que ayudan a entender el germen de una acción política, a la que el autor sitúa como historia pero sin ponerle acento. “Lo cuento todo y esa es mi contribución. Esto es una novela, no es otra cosa. Un género que me ha dado una enorme libertad”, subraya.
El libro consume semanas con una vertiginosa sucesión de escenas tan versátiles en dos o más escenarios paralelos que obligan al lector a sentir una doble vida. Hasta que la figura de los dos hermanos, José Antonio — “un hombre de ideas claras, extraordinario seductor, seguro de sí mismo”— y Javi —la entrega y la fuerza de la voluntad— se apoderan de la escena. Los comandos y la organización entran en escena y con ellos los cursos de armas. “Para que un atentado sea eficaz tiene que ser simple, barato y sin coste político”, se lee en el libro.
El autor no lo identifica en ningún momento, pero Javi es la reencarnación de Txabi Etxebarrieta, conocido por haber sido el autor material en 1968 del primer asesinato de ETA al rematar con su pistola al guardia civil José Pardines, pero también el primer militante de esta banda terrorista muerto en un enfrentamiento armado con miembros de este Cuerpo. Todo un icono dentro del entorno de ETA y de la izquierda abertzale. "Con los dos hermanos empezó realmente todo", admite rotundo Ibarzabal. Pero en paralelo, el protagonista de la novela se pregunta “si ha merecido la pena” tanto desgarro. Cuando el protagonista vuelve de un exilio que paradójicamente no consta en registro oficial alguno, asiste con desagrado a una realidad por la que no había luchado. Y en la otra orilla de la trama, Ibarzabal aporta otro inesperado registro en su vida alternativa de Brighton: el amor, o lo que algunos llaman amor, puede también dar lugar al crimen.
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