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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

PP: renovación total o cierre

El PP no podrá superar la crisis de credibilidad sin reconocer que ha tenido un sistema de financiación ilegal

Enric Company

¿Alguien cree que después de que el juez Ruz haya descrito cómo el PP ha estado engañando a la Agencia Tributaria durante 18 años, y de paso a los electores, y cómo gran parte de su dirección, incluido su actual presidente, cobraba en negro parte de su sueldo, puede presentarse de nuevo a las elecciones como si nada? ¿Alguien cree que un partido con responsabilidades directas en escándalos como los casos Gürtel de Madrid, Baleares, Valencia, y Bankia está en condiciones de pedir de nuevo el voto como si nada hubiera ocurrido?

Puede que sí, que haya quien lo crea, e incluso al paso que va es posible que el PP concurra en estas condiciones a las elecciones del 24 de mayo. Ejemplos hay de cosas relativamente parecidas. Sin ir más lejos, y para citar solo un caso, la desesperada huida hacia adelante de un Silvio Berlusconi enredado también en una inmensa madeja de corrupciones muestra que es posible aguantar años y años, si se cuenta con resortes de poder económico y mediático suficientes. Al fin y al cabo, muchos son los electores de derechas que votan derechas aunque lluevan chuzos de punta.

El triste final de la trayectoria de Berlusconi sirve también, sin embargo, para mostrar que por mucho aguante y por muchas complicidades con que se cuente, hay males que no tienen remedio. Y que cuando se ha perdido toda credibilidad política y moral, como ocurría con Berlusconi y es el caso del PP, no hay otra salida para escándalos de esta magnitud que la liquidación del partido. Cerrarlo y sustituirlo por otro. Con dirigentes no manchados por los desmanes de la etapa presente. Todo lo que no sea esto serán apaños insuficientes, agonía.

La superación de la crisis de la derecha española solo será posible, real, con un reconocimiento de la verdad y no mediante medias excusas del tipo “confié en quien no debía”, sino con la asunción de por lo menos esa misma parte de la verdad que ya está escrita en los autos judiciales. Desde el punto de vista penal, los tribunales dirán lo que sea sobre la financiación del PP y los múltiples casos de corrupción que sus afiliados y dirigentes de máximo nivel han protagonizado en España durante los últimos años. Pero esto, con ser importante, no es lo más decisivo. Lo relevante desde el punto de vista político y social es que, a estas alturas, tiene más credibilidad, mucha más, el extesorero Bárcenas cuando cuenta cómo se pagaban los sobresueldos y cómo los cobraban los dirigentes del PP, incluido el presidente del partido, que el desmentido del propio Rajoy y sus colegas.

Lo relevante desde el punto de vista político y social es que, a estas alturas, tiene más credibilidad, mucha más, el extesorero Bárcenas

Las instrucciones judiciales han puesto al descubierto con suficiente claridad manejos, comportamientos mafiosos e inmorales que, con independencia de la cualificación penal que en su día merezcan, son socialmente inaceptables, políticamente inhabilitantes. Eran un segundo nivel operativo, sumergido, opaco, pero tan extendido como para que la entera dirección de este partido haya quedado descalificada. Por los escándalos protagonizados y por la tolerancia o ignorancia mostrada ante los protagonizados por afiliados. Ha perdido toda presunción de fiabilidad.

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Reconocer la verdad es lo único que puede encauzar una crisis como esta. Una buena parte de la verdad consiste en que, por razones que desde luego sería de gran interés sociológico precisar sistemáticamente, uno de los dos grandes partidos de gobierno en España durante esta etapa democrática cayó en una deriva de amoralidad que le permitió montarse sistemas ilegales de financiación y, como suele suceder en este tipo de situaciones, esto fue utilizado por muchos de sus dirigentes para lanzarse al medro económico personal mediante prácticas corruptas, casi siempre abusando de la condición de administradores de presupuestos públicos en comunidades autónomas, ayuntamientos y diputaciones.

Pero, ¿encauzar hacia dónde? El castigo electoral recién recibido por el PP en Andalucía apunta una dirección. El partido de Rajoy ha perdido medio millón de votos y lo más probable es que eso marque tendencia. Si concurre a las elecciones de mayo sin haber afrontado su situación, y si después va a las elecciones legislativas con Rajoy como candidato, es perfectamente verosímil que la tendencia apuntada en Andalucía se mantenga e incluso se profundice.

El ataque de pánico que la eclosión de Podemos en las elecciones de europeas de mayo de 2014 provocó en las derechas de este país no se debió solo a la inesperada potencia del desafío sino a la consciencia de que el PP era un adversario inerme, con pies de barro, ante cualquier alternativa que denunciara de verdad la enorme podredumbre que lo carcomía. De ahí el alivio con que fue recibido el partido de Albert Rivera. Basta con leer los elogios que alguno de los fundadores de Ciudadanos dedica estos días a la política económica de Rajoy para darse cuenta de que la derecha española dispone ya de un recambio. Ahora hay otra derecha a mano. Es una novedad.

Otra cosa es si el recambio, que de momento ha servido en Andalucía como cortafuegos ante Podemos, está suficientemente maduro y operativo para una tarea de esta magnitud.

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