Neus Català lleva su vida al teatro
El Festival Grec estrenará un monólogo sobre la superviviente de Ravensbrück
La intensa vida de Neus Català (Els Guiamets, 1915), última superviviente catalana del campo de exterminio nazi para mujeres de Ravensbrück, será llevada al teatro. La actriz Mercè Arànega encarnará a esta mujer valiente que justo el pasado lunes recibió de manos del presidente de la Generalitat, Artur Mas, la Medalla de Oro, la máxima distinción de la institución, por su lucha para salvaguardar la memoria de los deportados y en favor de los derechos democráticos.
El montaje, que se estrenará en el Festival Grec de este año, se representará durante el mes de julio en la Sala Muntaner y después marchará de gira. La obra será una adaptación de la biografía novelada Un cel de plom, en la que Carme Martí plasmó las vivencias de Català. La adaptación la está llevando a cabo Josep Maria Miró, la dirección correrá a cargo de Rafael Duran, con quien Arànega ya ha trabajado en muchas ocasiones, y de la producción se encargará Carles Manrique, explica la actriz. El monólogo “es un orgullo y un regalo”, afirma Arànega. “Tengo la sensación de que por el hecho de dar a conocer el testimonio de Català esta obra implica una gran responsabilidad ética y social”, añade la actriz.
De hecho, Arànega quiso estar presente en el homenaje celebrado en el Palau de la Generalitat. Precisamente durante el acto, Martí fue la encargada de pronunciar la glosa de homenaje a la superviviente y luchadora antifascista. Como en Un cel de plom, Martí viajó con sus palabras hasta Els Guiamets, el pequeño pueblo del Priorat plagado de viñedos en el que Català nació en el seno de una familia de payeses, y donde ahora vive en el geriátrico local. “Nadie está por encima de nadie, nunca bajes los ojos por nadie”, le decía su padre, recordó Martí.
Arànega revivirá la trepidante vida de Català, que con solo 14 años ganó su primera huelga al exigir cobrar como los hombres. Después, con el estallido de la Guerra Civil, los vecinos crearon una milicia popular para salvar las cosechas y más tarde marchó con un grupo del PSUC a Barcelona, donde estudió enfermería, su profesión soñada.
Con escasos 20 años se hizo cargo de más de 180 niños en una colonia de refugiados en Premià de Dalt y cuando las tropas franquistas entraron en Barcelona huyeron a Francia. Un Cel de plom recorre también las penurias en el exilio pasadas por Català durante la Segunda Guerra Mundial y cómo durante su noche de bodas ella y su marido acogieron a los dos primeros guerrilleros. La activista hacía de enlace de los maquis y les pasaba mensajes después de un largo recorrido en bicicleta, en barca, en autobús, hasta que el matrimonio fue descubierto. Tras dos meses de prisión, la deportaron. Su vida, relata Un cel de plom, estaría marcada siempre por el viaje hacia el infierno del campo de exterminio recorrido junto a 80 mujeres, durante cinco días, en un vagón de tren.
Su primer recuerdo al llegar al campo, el olor a carne quemada que inundaba un cielo de plomo, da título a la novela escrita por Martí. Català saboteó a los nazis inutilizando armamento y al ser testigo de las miles de mujeres que murieron a manos de los nazis hizo una promesa: Que las vidas de las personas desaparecidas en los crematorios no fuesen nunca olvidadas.
Por este motivo Català, con solo 30 años, inició otra lucha; la de la memoria, recordó Martí en su glosa. Volvió a casarse (su primer marido no sobrevivió a la barbarie) y desde Francia trabajó incansablemente para derrocar el franquismo. Tuvo dos hijos, y eso que pensó que los nazis la habían esterilizado. Durante la dictadura pasó documentación clandestina y nunca dejó de la militancia comunista. Después recogió el testigo de 50 mujeres españolas en el libro De la resistencia a la deportación. Porque las mujeres, ha defendido siempre, fueron la gran infraestructura de la resistencia.
“Con el proyecto en marcha fuimos a conocerla a Els Guiamets, al lado del geriátrico”, dice Arànega recordando la primera vez que la vio en persona. Los fantasmas volvieron a Català tras ingresar, con 95 años, en el asilo al ver las sábanas de su cama de rayas. Su hija exigió que las cambiaran. Con el estreno de la adaptación, Català, a punto de cumplir 100 años, volverá a ser partícipe de su gran afición de juventud, el teatro.
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