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El ladrón de banderas

Miquel Buch, alcalde de Premià de Mar y presidente de la ACM, es el prototipo de la Convergència que viene, independentista y socialdemocrata

El alcalde de Premià de Mar, Miquel Buch.
El alcalde de Premià de Mar, Miquel Buch.JOAN SÁNCHEZ

Miquel Buch es la Convergència que viene. Independentista y socialdemócrata desde el mismo día de ingresar en el partido, justo cuando Pujol pactaba con Aznar en el Majestic. Se negó a cumplir el servicio militar, pero ahora está haciendo la mili del político como alcalde de Premià de Mar y presidente de la Associació Catalana de Municipis (ACM). En su opinión, todas las revoluciones empiezan en los ayuntamientos y él no se va a perder la suya. “Cuando te gires, presidente, nos verás a todos nosotros detrás de ti; no estás solo”, le dijo a Artur Mas, en nombre de los 800 alcaldes presentes en el acto del Palau de la Generalitat en favor del derecho a decidir, una semana después de haber sido suspendido el decreto de la consulta del 9-N.

Antes de ser alcalde fue ladrón de banderas. Por un tiempo, cada vigilia del 12 de octubre, dos jóvenes arriaban la bandera española del mástil del ayuntamiento de Premià y la introducían en el buzón de correos de la misma plaza. El consistorio dejó de reponerla. Veinte años después, al mando de la ACM, en perfecta sintonía con Josep Maria Vila d’Abadal, presidente de la Associació de Municipis per la Independència (AMI), prestan auxilio legal a la resistencia patriótica de los consistorios, sea para la guerra de las banderas, las consultas populares, el ingreso de los impuestos locales en la agencia tributaria catalana, las declaraciones de territorio libre de la Constitución española o las mociones en defensa del derecho a decidir.

Buch es hijo de una familia de las de abrir el negocio cada día y no hablar de política; pero en casa había un sentimiento patriótico y nacionalista.

Buch es hijo de una familia de las de abrir el negocio cada día y no hablar de política, por no revivir la experiencia del abuelo de ERC; pero en casa había un sentimiento patriótico y nacionalista. En los escolapios de Mataró acabó de impregnarse de nacionalismo. “Empecé por un sentimiento romántico, histórico y acabé por tomar conciencia que somos un país ocupado”. Está cómodo en CDC, a pesar de admitir que es un partido de ideología difusa: “Nuestro nombre natural es el de Partit Nacionalista de Catalunya; somos una comunión de gente que pensamos diferente en muchas cosas pero nos une que queremos más para el país”. Cree que ellos no han fallado a España, es España la que les ha fallado a ellos. “Como decía Pujol, había argumentos para apoyar la Constitución, ayudar a Felipe González o José María Aznar, la sociedad también lo entendió así; creíamos haber enterrado el franquismo, pero no; ahora ya no hay argumentos para pactar”.

Dice llamarse Miquel Alcalde Ahora que te veo y le encanta esta relación permanente con los vecinos, tener las persianas abiertas las veinticuatro horas del día. Pero su gran revelación es la fraternidad de los alcaldes, el municipalismo, la predisposición a quitarse la gorra del partido para ponerse el sombrero institucional. “Nosotros somos el termómetro de la gente y debemos ser fieles a las expectativas de los vecinos”. En esta misión, llegó el descubrimiento del poder de los ayuntamientos actuando a la una.

En el verano de 2014, esta fuerza entró en ebullición al servicio del derecho a decidir, al conseguir reunir a mil cargos electos soberanistas en un acto en Girona. “Si todos los ayuntamientos nos movilizamos, damos miedo, en el buen sentido de la expresión”. Su discurso fluye entre la espontaneidad natural de los alcaldes para tomar decisiones, la seguridad de estar haciendo lo que corresponde y la euforia no disimulada de participar del sueño de una generación por construir un nuevo país. “Sé lo que espera el presidente de los ayuntamientos, hay una interlocución con la ANC y Òmnium; esto es un equipo de fútbol, pero de la época de Guardiola, sabemos que ganaremos, aunque marquemos en el último minuto”.

De la concentración de Girona salió la idea de la campaña de mociones municipales a favor de la ley de consultas pendiente de aprobación en el Parlament. De los 947 ayuntamientos, la aprobaron 920, con algunos matices. La mayoría de alcaldes acudió al Palau de la Generalitat para hacer entrega formal de los acuerdos, en un intento por emular el plebiscito municipal convocado por la Mancomunitat, hace cien años. Allí vivió su hora política más sublime, dando voz a sus colegas para apoyar a Artur Mas en su propósito de celebrar la consulta prohibida: “Estos actos te imbuyen de cierta trascendencia, sientes formar parte de la historia”. Afirma que no había consigna para que la imagen final fuera la de los alcaldes gritando independencia “pero casi fue inevitable, dado el crescendo emotivo”.

Nuestro nombre natural es el de Partit Nacionalista de Catalunya; somos una comunión de gente que pensamos diferente en muchas cosas pero nos une que queremos más para el país

El presidente Mas le dejó claro que los ayuntamientos eran una pieza importante del movimiento soberanista ante el reto del 9-N. Y él se ocupó de que todo funcionara. Para obtener un porcentaje de participación airoso, había que paliar el escaso número de locales propios de la Generalitat con la aportación de espacios municipales. En un fin de semana, desde la ACM se telefoneó a 700 alcaldes para hacerles ver la importancia de su cooperación voluntaria. “No se lo planteamos explícitamente como un acto de desobediencia, pero la había en el espíritu”. Más o menos les dijeron: no pasa nada si no cedes locales, porque tus vecinos podrán ir al pueblo de al lado, pero deberás dar la cara por no haberlo hecho posible; sería incomprensible que no lo permitieras, si no nos dejan votar, habrá que reaccionar, ¿no?

Al final, 942 municipios ofrecieron locales. “Un alcalde no puede negarse a que sus vecinos voten”. La experiencia de los últimos meses le ha reforzado en su seguridad de qué no hay nada que no pueda conseguir el mundo local. Si embargo, sabe que la fuerza del municipalismo está en la unidad de acción y esta, por ahora, no aconseja ir más allá de la reclamación del derecho a votar; la unanimidad no alcanza a la reclamación de la independencia: “De momento, no creo que nos volvamos a movilizar”.

El alcalde de Premià seguirá personalmente en la batalla independentista. La afronta con entusiasmo generacional. “Estamos en una prisión creada hace treinta años que solo se abre cuando llama la señora Merkel, pero no cuando lo piden dos millones de catalanes. Yo quiero construir un país en el que el ciudadano sea el soberano”. No se engaña sobre lo que deberá vivir: “el camino es de subida, será lento y duro”. Y afirma estar preparado para cuando deba enfrentar la desobediencia a las leyes españolas, como ciudadano y como alcalde. “Si un día el Parlament me dice que somos independientes, o que nos estamos independizando, no desobedeceré al Estado español, estaré obedeciendo a mi parlamento. ¿Qué alcalde se resistirá a lo que le mande el Parlament? ¿Qué clase de servidores del pueblo seríamos si solamente aceptáramos la democracia cuando nos conviene?”

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