“En Barcelona solo conozco tres coleccionistas menores de 60 años”
Artur Ramon, anticuario e historiador del arte que presenta nuevo libro y participa en la nueva feria FAMA, abierta hasta el próximo domingo
Artur Ramon (Barcelona, 1967), es el ejemplo de que un anticuario puede nacer pero también que se ha de hacer. Miembro de una saga de cuatro generaciones de anticuarios ha sabido crearse un perfil propio de acorde con los tiempos actuales. “Nací en una familia de anticuarios centenaria. La primera noticia del negocio es de 1911, con mi bisabuelo en Reus. En 1926, mi abuelo se fue a Sitges buscando una oportunidad, en el momento que abrió el Cau Ferrat, y en 1942 abrió las puertas del espacio actual de la calle de la Palla 23-25, que continuó mi padre.
Estudié Historia del Arte en la Universidad de Barcelona, que me dio un mapa del tema y luego me formé en Cambridge y Londres y sobre todo, viajé por Italia durante quince veranos seguidos viendo iglesias. Hay que ser muy insensible para decidir no seguir en esto”, explica.
“Después de 100 años vendiendo a museos y coleccionistas tienes un prestigio ganado, pero es muy fácil perderlo en esta profesión. Cada día hay que mejorarlo. Mi padre dinamizó el sector e hizo cosas que ahora se vuelven hacer, como la primera exposición a Carles Casagemas. Por eso pensé que tenía que definir un perfil propio, uniendo la personalidad del historiador del arte, el comunicador y el anticuario”.
Gran experto en dibujo español e italiano de los siglos XVII y XVIII, sobre todo Giovanni Battista Piranesi, Ramon cuenta desde ayer con un nuevo libro bajo el brazo: Museu Nacional d’Art de Catalunya: un itinerario (Elba), un recorrido personal por el principal museo catalán, en el que analiza de forma distendida y “desacralizada” algunas de sus obras más destacadas.
“La profesión de anticuario tiene futuro si es capaz de adaptarse a los nuevos tiempos. El mundo ha cambiado mucho en función de la tecnología y el anticuario sigue instalado en otro mundo. Y ahí viene el conflicto”. Por eso, según Ramon, es importante la nueva Fira d’Art Modern i Antic de Barcelona, FAMA, que comenzó ayer en las Drassanes, después de dos años sin celebrarse un salón del sector en la ciudad.
FAMA es necesaria para el sector. Necesitamos volver a estar en el mapa y las ferias dan visibilidad. Con el tiempo, el modelo de tienda tradicional no funciona tanto como la celebración de ferias. La gente prefiere ir a una feria y vernos a todos en una hora, que no ir de tienda en tienda por toda Barcelona. Hay una generación de anticuarios jóvenes que han decidido que lideraban el proyecto, como en su día hicimos otros”. Por eso, no ha dudado en secundar la iniciativa junto a otros 29 anticuarios.
"¿Ribalta? ¡Velázquez!"
En Museo Nacional de Arte de Cataluña: un itinerario, el libro de Artur Ramon, el autor repasa de forma distendida algunas de las obras del MNAC. Pero también se pone serio. Según Ramon, la pintura Ramon Llull, atribuida a Ribalta, es de Velázquez. "Si se compara con su periodo de Sevilla, de antes de llegar a Madrid, y se observa el fondo rojizo que viene de la escultura barroca y se compara con los tonos, la postura y la luz de El aguador de Sevilla, no hay duda. Además, Ribalta no pintaba así. Es otra cosa", explica. La cuestión, dice Ramon, no es nueva, puesto que el crítico italiano Roberto *Longhi dijo siempre que era de Velázquez.
Aún así, a la parte trasera del cuadro aparece una inscripción en que se asegura que perteneció al marqués del Carpio, en el inventario del cual constaba "Retrato de Ramon Llull, original de Francesc Ribalta", y así lo exhibe el MNAC. "Los expertos en Velázquez tienen un problema de transición. Los que dominaban el tema son muy mayores, y la nueva generación no acaba de coger el relevo", explica Ramon, que augura "sorpresas con Velázquez joven, cuando se pongan seriamente a revisar la cuestión". Por Ramon, el tema no es otro que "la contradicción entre el ojo y el documento: el eterno debate de la historiografía moderna del arte".
Con respecto al debate de feria de arte en Barcelona sí o no, Ramon se manifiesta abiertamente a favor. “Podría hacerse , pero no hay voluntad; el sector no se une y sin unión no hay feria. Todo está duplicado y no hay manera de ponerlo de acuerdo. Podría reunir a 40 o 50 galeristas de nivel; Barcelona tiene todo lo necesario para celebrarla”.
En un mundo dominado por la tecnología y la inmediatez, parece extraño que se sigan comprando y vendiendo obras de arte, y menos. arte antiguo. “Una obra de arte lo que te produce es un placer estético. El problema es que para comprar debería haber una mínima educación visual y en estos últimos años hay un gran déficit en educación visual. Un niño aprende a leer y escribir con cinco o seis años, pero no le enseñan a ver casi nunca o muy tarde. Además, habría que explicar la Historia del Arte de forma más cercana”. Y haciendo suyas las palabras de su profesor José Milicua: “un cuadro es un mundo en condensación, el reto es descifrarlo y traspasar la imagen”.
Ramon es muy crítico con el uso de tecnología en los museos que ayudan a conocer las obras expuestas. “Si ponemos obstáculos entre el público y las obras no habrá interacción. Ni audioguías, ni Nintendos, ni la pornografía contemporánea del ego de ponernos de espaldas a las obras de arte para fotografiarnos. Suerte que se ha prohibido el uso de los palos para hacer selfies. Yo no dejaría entrar móviles a los museos. Lo que hay que hacer es mirar las obras”.
Todo lo anterior lleva, a su entender, a que “sea difícil crear un grupo de gente coleccionista que compre arte antiguo”. Por eso, Ramon no duda en asegurar que “coleccionistas de menos de 60 años en Barcelona solo conozco a tres”, pintando un panorama poco halagüeño. Y prosigue que: “No se está produciendo un relevo generacional, ya que un chico de 13 o 14 años, acostumbrado a juegos de simulación, cuesta mucho arrastrarlo al mundo de la Cultura”.
Conocedor como pocos del mundo del arte barcelonés y catalán, Ramon se pone serio cuando habla de la política de adquisiciones de la Generalitat. “La Generalitat no tiene recursos para comprar y se pierde fuera mucho patrimonio. Con lo que cuestan mantener los museos no hay presupuestos. Lo que si podemos discutir son las prioridades en la política museística”. También tiene para los responsables municipales: “Si tienes que gastarte lo que cuestan el nuevo Museo del Diseño o el Museo de Culturas, cuando tienes a tu brithis o tu louvre y lo dotas con 900.000 euros para actividades todo el año; que es lo que vale una exposición mediana, eso es lo que hay que ver, como se reparte el poco presupuesto que hay”. Y para el Ministerio de Cultura. “Me duele que la gran mayoría de adquisiciones de la Junta de Calificación acaben en museos de Madrid y ninguna en los catalanes, sobre todo si en museos como el MNAC está presente el Ministerio en su Patronato. Supongo que el clima político actual no ayuda”.
En cuanto a la Explanada-Montaña de los Museos que impulsan las administraciones en Montjuïc, Artur Ramon afirma que hace diez años, “cuando nadie hablaba de eso, le lancé a Xavier Trias la idea de incorporar los dos pabellones de la Fira en desuso al MNAC”. Ahora se limita a asegurar que no conoce bien el proyecto de “los pabellones de la discordia”. Y sobre el Museo de Hermitage que se instalará en el edificio de la Aduana del puerto, cree que Wagensberg, al frente del proyecto, “lo hará muy bien y que no será una simple franquicia del museo ruso”, pero que “el modelo debía ser el de concentración y no el de ir abriendo nuevos centros”.
Por último, sobre el litigio por la colección de arte de Muñoz Ramonet entre sus hijas y el Ayuntamiento de Barcelona es lacónico. “Ellas siempre han estado un paso por delante, pero las obras al final acabarán saliendo, como salen los cadáveres arrojados al agua. Será la oportunidad de tener un museo como el Frick o Morgan en Cataluña”.
El domingo, el día que cierra la feria de Barcelona Ramon viajará a Maastricht para participar (durante años ha sido el único español) en TEFAF, la feria de anticuarios más importante del mundo. Luego irá a París. “Hay que moverse para poder vender. El mercado es global. Si no viajara, hace diez años que habría tenido que cerrar”, remacha.
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