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POP Delacruz/Anni B Sweet/Delorean
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Adelanto de temporada

La reencarnación de Maga apunta maneras a lo Depeche Mode y las nuevas canciones de Ana son más luminosas que nunca

La cantante malagueña Annie B Sweet.
La cantante malagueña Annie B Sweet.gorka lejarcegi

Bien está lo que bien acaba, y el insólito regalo de un queso (¡de Arzúa!) a la salida del concierto por el vigésimo aniversario de la oficina Spanish Bombs constituyó este jueves una sabrosa excentricidad para celebrar los nuevos fichajes de la escudería. El avance de temporada en el Teatro Barceló presentaba argumentos seductores, sobre todo el avance del tercer álbum de Anni B Sweet y el estreno absoluto de Delacruz, trío nacido de las cenizas de Maga. Delorean son desde hace tiempo una baza muy segura, así que, si obviamos la (dudosa) gracieta de Mario Vaquerizo disfrazado de Joey Ramone en los llamados Ramonsters, el balance resultó más que positivo.

La primerísima comparecencia de Miguel Rivera y César Díaz bajo la nueva denominación de Delacruz resultó lo más estimulante de la noche. El tándem apuesta por unos estribillos oscuros pero desacomplejados, ritmos retorcidos (Vivo) y hasta un homenaje a Germán Coppini, La máscara y el disfraz, entre denso y tenebroso. Mejores aún son esos sintetizadores pesados, dramáticos, que escuchamos en Y ver llover o Insomnio: cualquiera los diría programados por el mismísimo Martin Gore.

La malagueña Anni B Sweet tiene en la recámara nuevo trabajo, Chasing illusions, y el tema que lo titula imprime una luminosidad vivificante, casi al borde del soul. El mismo desparpajo sesentero reluce en Never, lo que corrobora que Ana ya no es la melliza de Russian Red, sino la sobrina indie y ultramarina de Cyndi Lauper. Ridiculous games vira incluso hacia la new wave, lo que acentúa la versatilidad de esta brillante veinteañera. El colofón corrió por cuenta de los guipuzcoanos Delorean y sus bailes entre tinieblas, casi siempre más hipnóticos que eufóricos, como en las encadenadas Seasun, Spirit y Dominion. En los momentos más orgánicos, Ekhi Lopetegi y los suyos parecen U2 en una rave. Y sí, tiene su gracia.

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