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Silicon.CAT

De San Francisco a San José, 'startups' catalanas luchan en un entorno exigente

Albert G. Zamora (a la izquierda), Anselm Bossacoma (centro) y Elies Campo.
Albert G. Zamora (a la izquierda), Anselm Bossacoma (centro) y Elies Campo.

El primer paso se da en Cataluña, casi siempre. Después, se intenta abrir mercado el corazón de la tecnología. Esa suele ser la evolución habitual entre los catalanes que dan el salto. Los hay de ida y vuelta. Pero en su mayoría mantienen dos sedes: una en Cataluña, casi siempre en Barcelona, y otra en Silicon Valley, ya sea en San Francisco, Palo Alto o San José. Pese a que es complicado trazar un perfil de estos empresarios, suelen ser hombres que superan los 40 años.

Gabriel Bestard Ribas está a punto de sacar al mercado su cerradura inteligente Goji, premiada durante el Consumer Electronics Show (CES), en Las Vegas. Se trasladó desde Barcelona para montar una gran empresa teniendo muy clara la magnitud y potencia comercial del mercado americano. Su mirada está puesta en Estados Unidos, pero no descarta, si todo va bien, contar con algún tipo de servicio en Barcelona. Por ejemplo, un call center que sirviera de soporte a su servicio de cerrajería con el móvil.

En el corazón de San Francisco, en la calle O'Farrell con Taylor, se encuentra Chartboost, creada por dos catalanes, Maria Alegre, consejera delegada, y su marido José Luis Agell. Consiguieron una inversión de 19 millones de dólares (16,8 millones de euros) de Sequoia, uno de los fondos de capital riesgo más reconocidos. Con sede en Holanda y pronto en Japón, tienen más de 100 empleados. Su servicio funciona en 150 países. El caso de este matrimonio es uno de los más exitosos entre todos los emprendedores españoles que están en la Meca de la tecnología.

Xavi Renom comenzó con su empresa en Barcelona, hace tres años. Hace más de dos sintió que si su producto era global, tenía que jugar en esta liga. Hizo todo lo necesario para ofrecer Justinmind, como se llama su herramienta para creación y prueba de aplicaciones, al mercado americano, donde cuenta con clientes de mediano y gran tamaño.

Acció, dependiente de la Generalitat,  planea crear una incubadora y aceleradora en su oficina de San José

Anselm Bossacoma es director en Silicon Valley de Acció, el organismo de la Generalitat para promover las empresas. Por su sede de San José han pasado multitud de emprendedores a los que da consejos, contactos y análisis. Insiste en que la intención no es llevarse las empresas de Cataluña, sino todo lo contrario, ampliar su espectro y generar una riqueza mayor tanto en el origen como en la primera división de la tecnología. “Aquí las relaciones personales cuentan. Se da sin esperar nada a cambio, se suma siempre y también se espera que colabores, porque es así como te haces parte del ecosistema”, explica. De paso, añade una curiosidad: “La personalidad también cuenta, buscan perfiles distintos”. Otro consejo: “Llevar los deberes hechos, nadie los hará por ti, tienes que tener claros los planes aunque cuentes con asesores y consejeros desinteresados. Lo mismo con los inversores, van a ponerte a prueba con preguntas difíciles sobre situaciones hipotéticas, hay que tener las respuestas preparadas”.

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Puddle, de Jean Claude Rodríguez-Ferrera Massons, reinventa los microcréditos y la confianza social. Su sistema permite que un grupo de amigos o conocidos cree una bolsa de ahorro común de la que se toma prestado dinero para proyectos. La cantidad del préstamo al que se puede aspirar depende del prestigio que se tenga en la comunidad, así como la viabilidad del proyecto. Una forma novedosa de acceder a financiación al margen del sistema bancario tradicional.

Elies Campo, uno de los más conocidos en la zona, comenzó con una radio local en Barcelona, después fundó FastDove, un servicio de mensajería con notificaciones que le abrió la puerta a trabajar en WhatsApp. Aunque ahora vive en Palo Alto, una de sus creaciones sigue viva en España, AlertaPhone, un servicio descentralizado de reparaciones de móviles.

La última en llegar es Bionure, creada por Albert G. Zamora, que se define como emprendedor en serie. Aunque llevaba tres años con viajes constantes, este verano decidió establecerse con su familia. “La lucha ha sido muy dura. Hemos tenido momentos en los que nos veíamos ahogados”, reconoce ahora que su proyecto se encuentra en la última fase. Su firma es la única catalana dedicada a la biotecnología. Ultima un medicamento que frena algunos de los efectos de las enfermedades neurodegenerativas como el ELA. Las pruebas con animales han sido positivas. “Para hacerlas con humanos y poder ser un medicamento aprobado, necesitamos más de dos millones de dólares”, explica. De momento, las sensaciones con los inversores son positivas.

Bossacoma no quiere que estas empresas sean una mera anécdota dentro del maremagnum del valle. Ultima un plan para hacer de su oficina una incubadora y aceleradora. Por ahora, ha organizado misiones para empresas de Cataluña. Pronto tendrá una versión algo más afinada, por fases, en un programa de tres meses para ayudar a la empresas a crecer en Silicon Valley. En su opinión, la localización importa. Mientras que en el Valle hay cierta tendencia a las tecnológicas más puras, en la ciudad manda el contenido y las propuestas que buscan al consumidor final.

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