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El MNAC acoge obras de Tàpies y Miró requisadas por un fraude millonario

La juez ordena el depósito de unos 50 cuadros propiedad de un empresario

Cinco de las obras requisadas firmadas por Tàpies y Miró, arriba y Muxart, Ginovart y Clavé, abajo.
Cinco de las obras requisadas firmadas por Tàpies y Miró, arriba y Muxart, Ginovart y Clavé, abajo.

Joan Miró, Antoni Tàpies, Antoni Clavé, Joan Tharrats, Josep de Togores, Josep Guinovart, Joan Hernández Pijoan, Jorge Castillo, Grau Garriga y un largo etcétera de pintores de primera línea aparecen firmando las cerca de cincuenta obras de arte que han acabado depositadas en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). Entre las obras hay, sobre todo, pinturas, pero también carteles —de ferias taurinas— y fotografías. El propietario es el presunto cerebro de una trama que, presuntamente, defraudó casi seis millones de euros a cinco cajas de ahorros. Según fuentes próximas al caso, las pinturas no son de gran valor económico ya que se trata, en su mayoría, de obra gráfica y litografía.

Las obras a nombre de Carlos F. y de algunas de sus empresas fueron requisadas en el domicilio del empresario, en Sant Feliu de Codines, en un registro realizado por la Guardia Civil. Los agentes también hallaron una colección de relojes y de plumas estilográficas. Junto a Carlos F. G., propietario de la inmobiliaria Cipsa —en fase de liquidación— permanecen imputados los directivos Clemente A. T. y Miguel G. M. Según la investigación, los empresarios cobraron de las cajas (a través de testaferros y de sociedades instrumentales) por trabajos y servicios que nunca prestaron entre 2005 y 2007. Las cinco entidades afectadas son las cajas de Terrassa, Manlleu, Laietana, Navarra y España.

La mayoría de las pinturas son obra gráfica y litografía del siglo XX

El 22 de diciembre, las obras ingresaron en las salas de reserva del principal museo catalán por orden del juzgado de instrucción número 18 de Barcelona tras el “correspondiente reportaje fotográfico”. En el inventario, realizado por el secretario judicial y al que ha tenido acceso EL PAÍS, se refleja la relación de las obras. Muchas de ellas aún permanecían dentro de cajas de cartón. También se pueden leer algunos detalles sobre las obras y anotaciones que las identifican. En muy pocos casos aparece el autor o el título de las obras, enmarcadas con enormes molduras doradas y plateadas. Por los autores que aparecen citados, Carlos F. G. —defendido en la causa por el penalista Manuel Troyano— es un coleccionista de gusto ecléctico: junto a autores cotizados considerados clásicos de la talla de Miró, Tàpies, Clavé o Guinovart o Togores, aparecen otros autores comerciales, más contemporáneos, como Toni Caldenteny, Rafael Ruz o José Maria Corredera. En una de las facturas también requisadas por la Guardia Civil, se observa que el empresario pagó 100.000 euros por una de esas obras.

“El MNAC no puede hacer nada con los cuadros; ni manipularlos, ni estudiarlos, ni muchos menos exponerlos. Solo se pueden tocar o mostrar si el juez lo autoriza”, explican fuentes del MNAC. Los responsables de registro del museo son, según las mismas fuentes, los únicos que tienen constancia detallada de las obras.

La custodia de las obras requisadas por las fuerzas de seguridad es una de las funciones menos conocidas de un museo nacional como el MNAC. Con todo, el museo tiene experiencia en este tipo de labores. Uno de los depósitos judiciales más famosos fue el que realizó Felix Millet, saqueador confeso del Palau de la Música junto a Jordi Montull. En 2012 depositó él mismo, por orden del juez, dos de sus joyas más preciadas valoradas en 750.000 euros: las pinturas Retrato de la niña Sardà de Ramon Casas y Figura de mujer, de Isidre Nonell. Las llevó en su propio vehículo, obviando el protocolo de seguridad en la materia. Y allí siguen.

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En otros casos, las órdenes judiciales quedan sin efecto. En 2011, la Guardia Civil recuperó un goya y un greco cuya desaparición había denunciado una de las hijas Julio Muñoz Ramonet. El Ayuntamiento de Barcelona pidió entonces a un juzgado de Alcobendas (Madrid) que las retuviera, ya que formaban parte de la enorme colección de obras de arte por las que litiga con las herederas del industrial, muerto en 1991. Pero el juzgado no disponía de espacios óptimos y optó por depositarlas en casa de la denunciante. Esta se comprometió por escrito a devolverlas cuando la justicia se la reclamara. No ha sido así y las dos obras continúan en paradero desconocido, pese a que el juzgado las ha reclamado en repetidas ocasiones.

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