Crecer o no crecer
La salida de la crisis pide crecimiento y consumo. Pero estamos obligados a revisar el significado de una y otra palabra
Ante la situación de parálisis de nuestra economía, y de la mayoría de las economías europeas, se dice con razón que es absurdo hablar de salida de la crisis mientras no se haya recuperado un cierto nivel sostenido de crecimiento del PIB; y se añade, también con razón, que esto es casi imposible sin una recuperación del consumo interno que estimule la demanda necesaria para generar ocupación. Entiendo que este ha sido, y es, un razonamiento riguroso y aceptable para abordar la salida de una crisis. Pero la especificidad y la rotundidad de la presente indican que no estamos en una crisis como las anteriores, sino en un cambio de época, y por ello debemos profundizar más en los conceptos que usamos y de las recetas que prescribimos.
Hay tres elementos nuevos que lo exigen: la globalización, la escasez de recursos naturales y las consecuencias de los residuos y las emisiones, y la deriva financiera de las economias. Por ello quiero dedicar unas reflexiones a actualizar dos conceptos clave: el crecimiento y el consumo. Lo hago respondiendo a dos preguntas que son cada vez más corrientes.
1. ¿Hay que seguir creciendo? Creo que sí, pero de otra manera. Creo que sí, porque el deseo de progresar, de mejorar, de ir adelante, forma parte de la naturaleza de las personas y de las sociedades. Por ello me resisto a aceptar como objetivo el estancamiento o el decrecimiento. Pero crecer no significa solo, ni siempre, aumentar el PIB. Tal como lo tenemos actualmente definido, el PIB representa la suma de todas las rentas generadas en una economía. No quiero entrar en los elementos inmateriales que contribuyen al bienestar y no figuran en el PIB (libertad, paz, salud, cohesión…).
Se puede aceptar un estancamiento, o una disminución coyuntural del PIB, si se producen mejoras en el capital (por ejemplo, humano), y si su organización política permite que no cree exclusión
Aún sin salir del aspecto económico, la riqueza de un sociedad no se reduce a la renta generada, sino que también se debe considerar el capital en sus diversas manifestaciones (capital natural, capital productivo, capital humano, capital institucional…). Si para generar renta y aumentar el PIB destruimos una parte de este capital, nos estamos equivocando si el balance es negativo. Si sacrificamos parte de la renta para mejorar o aumentar el capital, podemos estar avanzando aunque no se refleje inmediatamente en el PIB. Y si una parte de las rentas las genera la especulación financiera, que no crea ningún valor, solo estamos aumentando artificialmente el PIB, generando una inflación de activos y finalmente una burbuja… En economía se habla de magnitudes de flujo y magnitudes de stock. Medir solo la renta (flujo) y no las variaciones de capital (stock) no es hacer un retrato correcto de un país.
Se puede aceptar un estancamiento, o una disminución coyuntural del PIB, si en esta situación se producen mejoras en el capital (por ejemplo, humano), y sobre todo si su organización política permite que esta disminución no cree exclusión, extrema pobreza o desesperación. Imaginemos que el PIB se reduce un 5% durante un año. Una sociedad podría resistir perfectamente si la renta disponible de todos sus miembros baja un 5%, pero no puede si la de unos se reduce un 80%, la de otros un 40% y la de algunos sigue creciendo. La falta de un sistema de regulación adecuado (capital institucional) convierte en dramático algo que podría ser asumido. Mientras no sea así, el crecimiento se convierte en una condición indispensable para el funcionamiento económico y social.
2. ¿Hay que reducir el consumo? Creo que no; pero hay que consumir de otra manera. El consumo es bueno; el consumismo, una aberración. La “recuperación” del consumo, necesaria para salir de la crisis, debería estar basada en los siguientes objetivos: a) Hay que consumir productos o servicios que creen valor, que satisfagan necesidades reales de las personas, no que respondan a necesidades creadas artificialmente solo para vender o para generar beneficios. b) Los recursos naturales contenidos en los productos de consumo deben tener una vida larga. (Eliminar el “usar y tirar”, y luchar contra la “obsolescencia programada” —la nevera o el horno que solo dura diez años, o el vestido que solo dura una temporada—). c) Una vez acabada la vida de un producto, sus componentes materiales pueden ser recuperados para un nuevo producto. (Reutilizar, no desechar). d) Hay que aumentar la eficiencia y reducir el enorme despilfarro actual en el uso de la energía. (Cuando una persona sola sube en coche a una montaña, la energía “útil” realmente aprovechada no llega al 5% de la que contenía el petróleo en el interior del pozo antes de ser extraído…) e) Hay que intensificar la utilización de servicios en lugar de productos materiales. (descargarse la música en lugar de comprar CDs). f) Hay que ser selectivos en la tendencia a sustituir trabajo humano por elementos materiales, cuando esta sustitución no suponga una evidente mejora en las prestaciones o una clara reducción en los costes (no mecanizar solo por moda, sino por motivos rigurosos).
La salida de la crisis pide crecimiento y consumo. Pero estamos obligados a revisar el significado de una y otra palabra si no queremos caer en nuevas dificultades.
Joan Majó es ingeniero y exministro
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