El juez cita a los 12 imputados del ‘caso Retablo’ para ir a juicio
La fiscalía concretará sus acusaciones contra los implicados en la red que restauraba arte supuestamente a cambio de mordidas
La instrucción del caso Retablo agota los últimos trámites antes del juicio. La investigación que destapó una red que restauraba arte sacro con fondos de la Xunta a cambio de mordidas entre 2003 y 2009, con participación de técnicos de la Administración, religiosos y empresarios, cierra el cerco sobre los imputados, que este viernes deberán desfilar ante el Juzgado de Instrucción número 3 de Santiago, según una providencia del pasado 21 de octubre.
Tras más de cuatro años de investigación, 3.000 folios de sumario y horas de pinchazos telefónicos, 12 personas están citadas ante el juzgado para que la fiscalía concrete sus imputaciones. También precisará los delitos que achaca a los integrantes de la trama la Asociación de Vecinos de Paraños (Covelo), que suscitó la investigación al comprobar la venta de la casa rectoral de la parroquia a quien entonces era el funcionario de la Consellería de Cultura encargado de decidir qué restauraciones eclesiásticas se subvencionaban, Carlos Gómez-Gil de Aizpurúa.
Junto a Gómez-Gil está citado el otro presunto cerebro de la trama, José Manuel Pichel, a la sazón arquitecto adscrito a la Sociedade de Xestión do Xacobeo, que fue grabado ufanándose ante un empresario de que iba a “repartir Galicia” y “dar una herencia de puta madre” a los implicados. La terna de funcionarios imputados la completa Germán Hermida, jefe en aquellos años de Restauración y Conservación de Patrimonio.
Del estamento religioso estarán el exobispo de Tui José Diéguez Reboredo, su responsable económico, Benito Estévez, y el expárroco de Paraños Juan Sobrino, implicados en la venta de la casa rectoral y su finca por solo 60.000 euros. Completan la nómina los empresarios que supuestamente pagaban a cambio de concesiones: Ignacio Márquez, Olga Quintela, Carmen Acuña, Raúl Cándido Fructuoso Aragunde, David Durán y Manuel Montes Carballa. El último de ellos, “arruinado y aburrido de los chanchullos”, acabó confesando ante la policía en 2009.
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