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La Generalitat asume que solo los independentistas votarán el 9-N

El Govern vería como un éxito una participación de dos millones de personas

Miquel Noguer
El presidente de la Generalitat, Artur Mas, durante una reunión del Gobierno catalán.
El presidente de la Generalitat, Artur Mas, durante una reunión del Gobierno catalán.Andreu Dalmau (EFE)

Los escollos legales para celebrar la consulta alternativa del 9 de noviembre no es lo único que preocupa al Gobierno catalán a menos de dos semanas para la fecha clave. La participación es el otro factor que mantiene en vilo al equipo de Artur Mas y también al conjunto de partidos soberanistas que, con más o menos vigor, apoyan el sucedáneo de referéndum. El presidente catalán ha asumido en privado, y también en público, que la consulta no puede ser “definitiva” porque solo prevé que voten los convencidos sobre el “derecho a decidir” y más específicamente los abiertamente independentistas. En privado, Mas ha reconocido que aspira a una participación de entre dos y tres millones de personas, una cifra que dirigentes de CiU han matizado ligeramente a la baja.

El proceso participativo en el que se ha convertido la consulta carece de censo oficial. Para sus previsiones la Generalitat trabaja con la cifra de 5,25 millones de catalanes que fueron llamados a las urnas en las elecciones de 2012, a los que añade los ciudadanos de 16 a 18 años, que tendrán derecho a voto el 9-N. En total suman unos 5,4 millones. A esos se les podrían sumar otro 1.200.000 extranjeros si acreditan la vecindad catalana con su DNI, pasaporte o NIE. Pese a todo, la Generalitat se daría por satisfecha si acuden poco más de dos millones de personas.

La cifra es la que resulta de sumar los votos que recibieron en las últimas elecciones autonómicas los principales partidos soberanistas: CiU, ERC, Iniciativa y la CUP. Juntos sumaron 2,1 millones de sufragios. Un año y medio después, en las Europeas de la pasada primavera, con una participación 20 puntos inferior a las autonómicas estos partidos —la CUP no se presentó— sumaron 1,4 millones de votos.

En caso de superar los dos millones de votantes los nacionalistas considerarían la votación como un verdadero éxito y no solo porque habrían logrado convencer a sus bases de su importancia pese a las escasas garantías, sino porque significaría que han seducido a votantes de otros partidos. Los partidos que impulsan la consulta creen que la debilidad en la que sigue instalado el PSC, con un electorado dividido por el soberanismo, podría verse también reflejada el 9-N. En este sentido están expectantes para ver si van a votar parte de los 524.000 votantes que tuvieron los socialistas en las autonómicas de 2012.

Mas no es especialmente optimista en este punto. En la presentación de la consulta alternativa, el pasado 14 de octubre ya dio por descontado que los partidarios del no, difícilmente acudirán a votar. Confirmó esta tesis en su última intervención pública, el pasado viernes, en una entrevista a Ara.cat, donde reiteró esta idea y culpó de esta situación al “bloqueo de Madrid”.

Los dirigentes del PP y de Ciutadans ya dijeron desde el primer día que no acudirían a votar. También el jefe de filas de Iniciativa, Joan Herrera, lo aseguró la semana pasada, aunque ahora su partido está en un proceso de reflexión interno. Ayer el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, también aclaró que no piensa ir a votar.

La falta de un censo previo y las incógnitas sobre quién y cómo se contarán los votos añaden incertidumbre al éxito del 9-N. En los cinco municipios donde no se podrá votar por falta de locales crecen las críticas contra los alcaldes. Más de un centenar de vecinos de Pontons (Barcelona) se manifestaron ayer ante el Ayuntamiento para pedir al alcalde Lluís Caldentey, del PP, que ceda algún local municipal para la consulta. El edil mantiene que el proceso participativo “no es serio y no tiene rigor”.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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