Liquidación de existencias
Fabra capitula y renuncia a hacer el discurso cabreado y reivindicativo de presidente de Comunidad infrafinanciada
En el ambiente del Palau de la Generalitat flotaba este 9 d’Octubre una perceptible sensación de liquidación de existencias. Puede que ya estuviese instalada allí hace tiempo, pero, sin duda, la encuesta de Metroscopia sobre la intención de voto en la Comunidad Valenciana publicada por EL PAÍS intensificó su cuerpo y textura. La llevaban inscrita en la expresión algunos miembros del Consell (se hizo carne) y la subrayaban en fosforescente las notables ausencias de políticos y no pocos galardonados por la Generalitat con motivo del Día de la Comunidad Valenciana. ¿Sería imaginable que la Generalitat de Cataluña (o cualquier otro Gobierno autónomo que no fuera el valenciano) concediera una alta distinción al Rey sin que este acudiera a recogerla? Complicado. Ni siquiera ninguno de los cinco hijos de Adolfo Suárez hizo lo propio. Era como si la ristra de fétidos asuntos cocidos en las alcantarillas de las Administraciones valencianas hubiesen circundado la Generalitat con una ahuyentadora línea roja (más inquebrantable que las que ha trazado Fabra con los suyos).
Esa soledad mortificaba a los principales actores del acto institucional y a su principal pararrayos (Fabra), y ahogaba el eco del discurso del presidente (y su fallida intención de resonancias exteriores) como desenlace de 20 años de mayorías absolutas. Fabra, como si hubiera asumido que la de este 9 d’Octubre era la última representación que protagonizaba en ese escenario, no disimuló y ofreció un escorzo de derrotado. Capituló y renunció a hacer un discurso cabreado y reivindicativo frente al Gobierno central que nos infrafinancia (el 60% de los encuestados cree que el Ejecutivo de Rajoy perjudica a la Comunidad Valenciana), como correspondería a quien está pensando en el futuro del territorio que administra, y optó por un ejercicio retórico más acorde con su propio futuro en la estructura del partido. Daba la sensación de que tenía tan aceptado su destino que incluso en su alocución subrayó que no hay que temer a los cambios, como si sus propios sondeos ya le hubiesen apuntado que el 75% de los valencianos (Metroscopia) cree necesario que haya un gobierno diferente al PP al frente de la Generalitat. El problema es que a la legislatura le sobran seis eternos meses, que para el PP, salvo milagro, pueden ser más funestos todavía.
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