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La madre de Teresa Romero se enteró de su estado por la radio

"Cuando empezó con los síntomas, sospeché yo antes que ella que tenía la enfermedad"

Jesusa Ramos no sale de su casa de Becerreá (Lugo, 3.050 habitantes) desde el martes al mediodía. A la madre de Teresa Romero no la aísla el virus del ébola, sino el miedo a los periodistas, a volver a ser captada por una cámara.

 Ayer, igual que anteayer, las televisiones hicieron guardia toda la jornada. Pero a la hora de comer se produjo una estampida, y entonces Jesusa volvió a salir a la ventana de su piso por un momento. Una vez que comprobó que no había nadie tomando imágenes, sin demasiada fe y todo el tiempo vigilante a cualquier movimiento, se decidió a hablar con EL PAÍS. “Igual que a ella, a mí nadie me dijo nada. Me enteré de que mi hija estaba infectada por la radio”, aseguró. “Primero no decían el nombre, pero yo sabía que tenía que ser ella, porque había cuidado de los dos curas y llevaba días que se quejaba, que estaba mal”. “Cuando empezó con los síntomas, sospeché antes que ella que tenía la enfermedad”, cuenta. “Me decía por teléfono que estaba cada vez más cansada, que tenía fiebre, y le dije que tenía que ir al hospital a hacerse análisis”, añade.

  El martes por la noche, Jesusa tomó calmantes para dormir pero la angustia ganó la batalla: “A las cuatro de la madrugada desperté y no pude volver a acostarme”. Por la mañana, como había hecho el día anterior y como hará hasta que Teresa pueda volver, habló con ella un breve instante por teléfono. Lo justo para saber que “le dolía bastante la garganta” y que le costaba hablar. Le han pedido que se quede en el pueblo, que no vaya a Madrid. Y aguarda novedades recluida en la casa que construyó con su marido, fallecido hace una década, con los ahorros de una vida emigrante. El padre de la infectada fue carpintero en la capital de España, donde el matrimonio tuvo sus dos hijos. El hermano de Teresa, también carpintero, vivía hasta hace poco con la madre, pero tuvo que dejarla por una oportunidad de trabajo en Madrid.

Jesusa aguanta en Becerreá el chaparrón esperando a que escampe. Aunque recibe algunas visitas: del alcalde, del teniente de alcalde, de la trabajadora social, del personal del centro de salud, y sobre todo de un par de vecinas, que le echan una mano porque su estado anímico ya no era bueno antes y temen que caiga en depresión. Según el regidor, en el pueblo se documentan sobre el ébola por “la prensa e internet”. Nadie, “ni el centro médico ni la Guardia Civil, recibió información oficial” para dar respuesta al aluvión de preguntas de los vecinos.

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