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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Madrid no debe equivocarse

La Plaza de España de Madrid corre el riesgo de repetir errores cometidos en Les Halles de París

¿Qué ocurre en la ciudad cuando las autoridades desoyen a los ciudadanos?, ¿qué ocurre en la ciudad cuando las autoridades no atienden las sugerencias de los especialistas?, ¿qué ocurre en la ciudad cuando las autoridades imponen una solución sin consenso?

Hace 35 años, París se enfrentó a estas preguntas al abordar la renovación del antiguo mercado central de la ciudad, Les Halles. Las respuestas dadas entonces fueron el resultado de un proceso “autista” por parte de las autoridades municipales, dando origen a un espacio que terminó fracasando y que ha obligado a un nuevo proceso de transformación tres décadas después.

La intervención anunciada para la Plaza de España de Madrid ofrece paralelismos con aquel proceso parisino y las interrogantes son las mismas. Por eso, es importante aprender de Les Halles y evitar cometer los mismos errores.

Cuando en 1960 se decidió el traslado del mercado general de abastos de París a otra localización, se abrió una oportunidad para renovar el centro de la margen derecha del rio Sena. Las discusiones sobre el alcance de la actuación, sobre la permanencia de los edificios históricos o acerca del programa de usos a desarrollar se prolongaron casi una década. Finalmente, en 1969 se decidió derribar las exquisitas naves Baltard contra la opinión mayoritaria de los ciudadanos (que iniciaron la infructuosa “rebelión de los pabellones”) y construir allí el punto central de interconexión de la red ferroviaria que estructura el transporte y las comunicaciones en París y su región. La estación Chatelet-Les Halles, la más grande de Europa, se construyó a más de 20 metros de profundidad, dejando un hueco enorme que se mantuvo durante varios años, hasta la construcción del Forum des Halles sobre ella.

Quedaba pendiente la ordenación general de la zona, que se acometió a mediados de la década de 1970, dando inicio a un proceso que acabó convirtiéndose en el paradigma del desencuentro urbano y adquirió un alcance internacional. La llegada a la alcaldía en 1977 de Jacques Chirac echó por tierra los pasos avanzados. Para Chirac, que había salido del gobierno enfrentado con el Presidente Giscard, la capital francesa debía ser la plataforma desde la que proyectar su personalidad política hacia metas más altas y Les Halles sería uno de sus campos de batalla. El regidor se autoproclamó ante los medios como el nuevo “arquitecto jefe de París” y viró el rumbo del proceso. Se desatendieron las sugerencias de los ciudadanos, se marginó a los especialistas y se obligó a desarrollar una solución que el tiempo demostraría desacertada.

El proyecto Chirac para Les Halles fue una imposición alejada de las necesidades reales, que se implantó como un “cuerpo extraño” desconectado de las tramas urbanas circundantes y que desactivó la vida de la zona. Les Halles evidenciaron su fracaso en la desafección y el olvido mostrado por los parisinos y los turistas. El área fue decayendo hasta convertirse en un espacio inseguro, conflictivo y marginal. El comercio fue desapareciendo y el mercado inmobiliario acabó por hundirse.

Tres décadas después, un nuevo ayuntamiento liderado por Bertrand Delanoë, tomo cartas en el asunto proponiendo una renovación integral del área apoyada en nuevos procedimientos. Se elaboraron informes técnicos profesionales en los que sociólogos, economistas, ingenieros y arquitectos, entre otros, expresaban su parecer; se realizaron consultas ciudadanas para concretar los deseos de residentes y comerciantes; y se convocaron concursos de arquitectura para recabar las mejores ideas para el futuro de la zona. La construcción de esta iniciativa está en marcha y, aunque no se encuentra exenta de críticas, se fundamenta en un consenso como nunca antes había existido. En 2010, la anterior Concejal de Urbanismo y actual alcaldesa de París, Anne Hidalgo presentó el comienzo de las obras, cuya conclusión se prevé para 2016.

Ciertamente, la Plaza de España de Madrid parte de unas condiciones físicas y socioeconómicas diferentes a Les Halles. Mientras este lugar de París nació con vocación de centralidad y para aglutinar una intensísima actividad comercial, la plaza madrileña se fue conformando como un espacio residual, producto de los remates de varios tejidos urbanos que confluían en ese punto de topografía muy adversa. La Plaza de España no adquiriría relevancia hasta la apertura de la Gran Vía, momento en el que ascendió de rango urbano, atrayendo actividad y convirtiéndose en uno de los lugares de referencia de la ciudad. Pero la situación actual de la plaza es bien diferente, la evolución de los últimos años ha sido negativa y desde aquella situación privilegiada, el lugar ha ido degradándose hasta convertirse en un espacio decadente que acumula una buena cantidad de problemas.

Son muchos los retos a los que se enfrenta este lugar. Primero el de recuperar el aprecio de los ciudadanos que no utilizan la plaza (salvo mercadillos esporádicos y frecuentes botellones) quizá por la falta de relación con la arquitectura de su entorno, quizá también por la ausencia de un diseño adecuado. Otro reto es el de solucionar una red de circulación muy intensa que la asfixia (desde allí se conecta el centro de Madrid con la salida hacia la Autovía Nacional V). Además, ahora, que parece que algunos de los edificios del entorno pueden ser rehabilitados como infraestructuras hoteleras es, desde luego, el momento de repensar la plaza.

Las informaciones aparecidas en prensa no son muy elocuentes, pero apuntan hacia un proceso que podría repetir la experiencia negativa de Les Halles. Por ejemplo, cabe preguntarse si un edificio subterráneo, dotado con un programa comercial y cultural, es la mejor opción para potenciar una zona de la ciudad que cuenta ya con varios “elefantes blancos” urbanos (como el Centro Cultural Conde Duque) que no acaban de despegar adecuadamente.

Los procesos de regeneración urbana deben ser procesos compartidos por toda la ciudadanía. Hay que apoyarse en la inteligencia colectiva. Los ciudadanos y los especialistas urbanos atesoran un talento que no puede quedar baldío. Solamente desde la participación de todos, y Madrid dispone actualmente de muchos canales para vehicularla, se pueden tomar decisiones con conocimiento y responsabilidad. Nada garantiza el éxito futuro, pero si el proceso y las decisiones son conjuntos, las posibilidades de lograrlo aumentan. La ciudad es algo demasiado precioso para ponerla en riesgo.

Podemos evitar errores conocidos. Responsables de la ciudad: ¡estamos a tiempo!, aprendamos de la experiencia de Les Halles.

José Antonio Blasco, Carlos Lahoz, Manuel Leira y Carlos Martínez-Arrarás son arquitectos urbanistas.

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