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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tinta de calamar

A la izquierda le queda poco tiempo para explicar sus propuestas alternativas al PP El papel de Podemos, que en el futuro puede ser decisivo, es una incógnita

De vez en cuando resulta interesante recordar algunos datos que, por presuntamente sabidos, tendemos a olvidar, cuando son los que importan. He aquí algunos: El índice de paro en la Comunidad Valenciana, según la EPA del segundo trimestre, es del 26,2%, algo más de punto y medio superior a la media española. Y aunque es verdad que entre marzo y junio de este año la valenciana fue la tercera en crear empleo, también lo es que el 90% del incremento del paro registrado en toda España durante el mes de agosto se dio en estas tierras. El Informe sobre la pobreza en un periodo de crisis 2007-2012, elaborado por la Fundación Bancaja y el IVIE asegura que el 25,1% de los valencianos son pobres, casi tres puntos por encima de la media estatal; mientras que el índice de pobreza humana les sitúa como la cuarta autonomía con más problemas. Por último, un informe de la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública afirma que la valenciana es la que más desatiende su sistema sanitario público. De los centros escolares donde se cuecen los alumnos por falta de acondicionamiento ya tienen cumplida información estos días.

El derecho al trabajo, a la sanidad, a la educación y a unos servicios sociales decentes se supone que deberían ser los objetivos prioritarios para cualquier gobierno. Pero si se paran a repasar cuáles han sido en estas últimas semanas las prioridades del Ejecutivo que preside Alberto Fabra, se van a encontrar con que de los problemas reales a los que se enfrentan día a día los ciudadanos no se habla. Sí, y mucho, de las señas de identidad, del idioma, de la reforma del Estatut, de la elección de los alcaldes. De cosas que, en definitiva, solo interesan a los políticos. En concreto, a los del PP. Toda la acción política de los populares está encaminada a un objetivo claro: mantenerse en el poder como sea, aunque para ello tengan que romper consensos básicos. Los instrumentos son claros: movilizar a un electorado desencantado por la crisis, los casos de corrupción y el despilfarro que caracterizan la gestión del PP en la Generalitat desde hace ya años, a base de esgrimir el espantajo del anticatalanismo y modificar las reglas de juego si ello les sirve para aferrarse a sus sillones de alcaldesas. Tinta de calamar en definitiva con la que ocultar los dramas de los ciudadanos.

El presidente Fabra, en un ambiente desangelado, dio inicio a la campaña de las elecciones municipales y autonómicas con tardías propuestas regeneracionistas de escasa credibilidad viniendo del partido que vienen. Más claro parece el intento de dinamitar todo el centro izquierda para dificultar la recuperación de la Generalitat por los partidos progresistas, que tampoco andan exentos de problemas. Jean-Marie Colombani explicaba el pasado viernes en este periódico que en Francia siempre ha habido dos culturas de izquierda: una que predica la reforma y otra que quiere tener el monopolio de la protesta. El diagnóstico es tan válido allí como aquí. El papel de Podemos, que en el futuro puede ser decisivo, es una incógnita y del resultado de las primarias en Compromís y Esquerra Unida van a depender muchas cosas. La izquierda del PSPV va a protagonizar unos procesos que serán cualquier cosa menos tranquillos. Y los propios socialistas, con sus primarias y la confección de sus candidaturas, van a volver a abrirse en canal.

A la izquierda, inmersa en sus cuestiones internas, le va a quedar muy poco tiempo para explicar cuáles son sus propuestas alternativas al PP en una campaña que estará marcada, quiérase o no, por los pactos postelectorales e incluso preelectorales si el PP persiste en seguir ensuciándolo todo con su tinta de calamar para evitar hacer frente a los problemas reales de los ciudadanos.

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